Verdaderos guardianes mar adentro

La panga, ese pequeño bote a motor que aguarda sobre la parte posterior del barco, desciende por una rampa hasta caer en el agua mientras se escucha un grito: “¡Arreeaaa!”. La voz es de Jodver Gonzales, el segundo patrón de la nave pesquera de la empresa peruana TASA, líder mundial en producir y exportar harina y aceite de pescado. Esta mañana nublada de octubre, la tripulación, al mando del patrón César Montes de Oca, empieza a cercar una gran extensión de mar con una red cuyo tamaño equivale al Estadio Nacional de Lima, pero con diez pisos más de altura. La prueba de cala, como se llama a esta operación, se realiza a doce millas de la orilla donde se ubica la planta de TASA en el Callao.

En el mar, el control de la panga lo tiene el tripulante Gabriel Mora. La ecosonda digital, un equipo ubicado al lado del timón, ha determinado que se trata de un área blanca. Es decir, no hay peces. Cuando la pantalla detecta presencia de vida bajo el agua empiezan a aparecer colores: si son formas delgadas y alargadas, por ejemplo, significa la presencia de cardúmenes de peces. La prueba de hoy es para comprobar que la red está apta para salir de faena. Es una labor habitual previa a lo que vendrá: la segunda temporada de anchoveta del año. En los próximos días, el Ministerio de la Producción autorizará una cuota máxima de captura de 1,11 millones de toneladas en la zona Centro-Norte del mar peruano, del 17 de noviembre al 31 de enero de 2016. Pero eso en este momento aún no sucede.

La tripulación empieza a subir las redes. Al no haber pescado, ninguna especie marina se asoma. En altamar, la pesca de un barco pesquero industrial es un banquete para lobos, delfines, aves guaneras y pingüinos de Humboldt que merodean la embarcación; e incluso, los primeros, suben a cubierta a robar la comida que va a parar a las bodegas, cuya capacidad es para 500 toneladas, 50 de las cuales son cubiertas con agua para mantener en perfectas condiciones lo capturado.

“Los lobos son como su nombre, lobos, son más vivos. Se suben y comen, hay que empujar para bajarlos. A veces se enredan, y cortas el paño de la red y los liberas”, cuentan Gabriel Mora y Jodver Gonzales. La tripulación está conformada por 21 hombres, quienes han sido capacitados por TASA para liberar las especies marinas que caen en sus redes. Hace año y medio, Mora vio a una tortuga verde enredada cuando se encontraba de faena frente a la caleta Samanco, en Chimbote. “Antes, por el apuro, se quedaba atrapada. Ahora por los cursos que nos han dado, detenemos la red y la liberamos. Rescatar esa tortuga fue una bonita experiencia. Nos tomaron fotos”, recuerda alegre el pescador.


Los que están a bordo del barco se han acostumbrado a no sorprenderse con las especies con las que conviven a diario durante semanas: ver ballenas, por ejemplo, es algo habitual. Identificar a las especies, como ha promovido TASA a través de diversos talleres, es una manera de volver a sorprenderse con ellas y tomar conciencia.

La pesca, dice el patrón César Montes de Oca, es algo emocional: “Ves pescado y vas a querer ir a pescar”. Su relación con el mar pasa por esa práctica. “Me fascina”, admite. En el mar, el comportamiento de gran parte de las embarcaciones es como el peor tráfico en una ciudad, confiesa el graduado de Oficial de Marina Mercante: “Nadie respeta, se meten y calan cuando tú has estado por hacerlo”.

Acostumbrados a manejarse con sus propias reglas en altamar, la labor más complicada para TASA ha sido crear conciencia ambiental en sus tripulantes y hacer que comprendan la importancia de las autovedas cuando se trata de tallas mínimas. Ellos trabajan cuatro meses al año y su ganancia pasa por el volumen de pescado que obtengan en las faenas. “A veces dices: ¿Por qué pescan los otros y no nosotros? Reniegas. Pero luego dices: qué bueno que no vas a sacar pesca que no está en la talla”, admite el tripulante Gabriel Mora. Las especies que extraen son anchoveta, jurel y caballa. Solo en anchoveta, TASA procesa el 25 % de la cuota nacional.

Mora tiene 18 años como pescador. Heredó el oficio de su padre, Germán. Cuenta que el patriarca de la familia se sorprende ante la escasez de las corvinas y las chauchillas, y que mira incrédulo el reducido tamaño de las cojinovas. “Antes veías la cojinovaza en Chancay. Pero ha habido mucha depredación y ahora son pequeñas. En la época de mi padre se sacaba de más. Nosotros con los cursos recibidos hemos tomado conciencia, queremos trabajar una segunda temporada de anchoveta. Si antes hubiera sido así, de respetar, hoy habría mucho más para el consumo”, dice Mora.

Para reforzar el compromiso con el ambiente, el patrón Montes de Oca siempre imparte a su tripulación una charla antes de salir. “TASA ha revolucionado la pesca con estas prácticas, con su trato al personal, con la seguridad”, sostiene. Otras empresas pesqueras, confiesa Montes de Oca, han adoptado su comportamiento de respeto a las tallas mínimas. Eso, a la tripulación, la pone contenta, siente que está yendo por el camino correcto.


En esta empresa de capital enteramente peruano, las buenas prácticas se transmiten con el ejemplo. La imagen con la que registraron la liberación de la tortuga, por ejemplo, se publicó en “TASA te comunica” para que todos los empleados vean el logro. Además se felicitó a la tripulación y se les dio un diploma de reconocimiento. Pero esta no fue la única hazaña: fueron decenas de rescates, incluso conservan un video con la liberación de un pingüino de Humboldt. “Le hemos enseñado a nuestra gente a ser agentes de sostenibilidad”, afirma el gerente general Carlos Pinillos.

TASA opera a lo largo de la costa peruana, con 50 embarcaciones que requieren el trabajo de más de 1 200 personas. Desde que volvieron a ingresar al sector pesquero, en 2002, se encargaron de contar con la más alta tecnología, como son los sonares para registrar lo que sucede en las profundidades del océano. “Tenemos información que compartimos con el Instituto del Mar del Perú (IMARPE) sobre todo lo que aparece bajo el mar: tipos de pescado, salinidad, temperatura, comida, etc. Hasta que un día nos preguntamos: ¿Qué se ve afuera? Entonces empezamos a trabajar la Bitácora de Pesca”, explica Pinillos.

Esta acción empezó en 2008, capacitando a la tripulación para que identificara y registrara lo que veía a diario cuando salía a navegar: desde ballenas jorobadas hasta aves (como los piqueros, los pelícanos y los guanay), anotando el lugar y las coordenadas del avistamiento. En estas bitácoras, sostiene Pinillos, se halla información de lo que se vio mar adentro en la costa peruana en estos últimos años. Solo en 2014, por ejemplo, se han contabilizado más de 4 000 avistamientos. Más de 120 corresponden a ballenas. Lo que más se ha visto son aves, luego le siguen delfines, lobos, ballenas y tortugas, en ese orden.

“Empezamos solos. Ahora estamos en la etapa de dar a conocer estas prácticas. Y poco a poco están siendo incorporadas por la Sociedad Nacional de Pesquería. TASA tiene el 14% de la flota nacional, imagínate si el 100 % empezara a hacer esto”, afirma Pinillos. “Y si se sumaran los pescadores artesanales. Vamos a tener una valiosa data y sabremos que todas estas especies están de alguna manera saludables”.

La información de lo que pasa adentro, en el mar, resulta valiosa no solo para las autoridades peruanas, que carecen a veces de suficientes recursos para completar esa labor, sino también para estudiantes y diversas ONG que se centran en la sostenibilidad de los recursos marinos. Como ProDelphinus, con la que TASA ha firmado un convenio para realizar talleres y capacitaciones. Sus tripulantes cuentan ahora con una guía y un póster con las principales especies de depredadores superiores; una guía de zonas restringidas; ictiómetros para medir los peces y respetar las tallas mínimas; y pingers (alarmas acústicas que se colocan en las redes y alertan a los delfines para que no terminen enredados).

La sostenibilidad, afirma el gerente general de TASA, está en el ADN de la empresa, en su misión y visión. Saben que es su mayor valor. “Dependemos del recurso principal que es la anchoveta y nos hemos preocupado por su sostenibilidad. Queremos tenerla de por vida, y que todas las especies del ecosistema continúen. Por eso trabajamos con estas buenas prácticas”, señala Pinillos. En esa línea, TASA pesca fuera de las 6 millas naúticas (en el caso de la anchoveta) y 11 mn (para el jurel y caballa), aunque el límite oficial son las 5 mn y 10 mn. Esta es una política interna, para evitar ingresar a la zona suspendida. De igual forma se imponen autovedas que son controladas por el Centro de Control Satelital, y cuentan con un Centro de Investigación Oceanográfica y Sostenibilidad, un Centro de Pesca y un barco de prospección llamado Quimera 2, que les brinda información científica útil para sus labores. “Así como se ha encontrado anchoveta en Caral hace cuatro mil años, queremos que haya anchoveta cuatro mil años más”, agrega.


Una faena de anchoveta puede durar 18 horas. Una vez concluida se descarga lo obtenido en los puertos y se vuelve a altamar, así durante el tiempo que dura la temporada. Las restricciones para pescar esta especie se deben a que su papel es clave en el ecosistema marino: es fuente de alimento directo para otras especies. Los que conocen la anchoveta, aseguran que se trata de un animal cuya capacidad de adaptación y reproducción es sorprendente: la han encontrado en temperaturas tanto de 23 grados como de 18, en un año se convierte en adulta y a los once meses empieza a reproducirse. Solo vive tres años.

Los productos de TASA se comercializan en los cinco continentes.

“La concientización no te da más plata ni más pesca, te da un futuro para el mar”, dice Dereck Zimmermann, gerente central de pesca de TASA. La inversión destinada es alta. Pero hay otro valor más importante, como sostiene el gerente general Carlos Pinillos: “La sostenibilidad de una empresa es que la empresa dure varios años. En ese sentido, estamos enfocados en que duren, de por vida, la anchoveta, la caballa y el jurel”. Ambos son conscientes de que hoy el mundo tiene otras exigencias, como afirma Pinillos: “Desde que empezamos en 2002, entendí que si tú vas a consumir un salmón quieres saber si proviene de una pesca sostenible, si la gente que trabaja está bien tratada o si cuida el ambiente. Todo eso es importante, porque es la cara de la compañía”.

Desde que TASA inició sus operaciones, ha sumado premios por ejercer una pesca responsable y por hacer de la sostenibilidad su principal valor. Si este modelo empieza a replicarse, como se viene gestionando, el mar peruano tendrá en ellos a uno de sus más importantes aliados.


Crónica escrita por Gonzalo Galarza, con fotografías de Enrique Cúneo. Fue publicada por la iniciativa Biodiversidad y Empresa, del MINAM, en diciembre del 2015.

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Redaccion Apacheta

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