Una qocha de premio

Bernabé Huarca es un hombre silencioso, que sonríe de tanto en tanto apretando los labios y achinando sus ojos debajo de un sombrero gris. Para llegar a su qocha desde casa, camina unos diez minutos —cinco, si acelera el paso—, subiendo y bajando un par de cerros. Bernabé tiene 69 años. Su esposa, Marcelina Huilca, 62. Viven en la comunidad de Hanansaya Ccollana, Cusco, a 4630 metros de altura, donde solo crece pasto natural.

Marcelina llega al borde de la laguna, con su sombrero guinda y su casaca de polar.

—Acá no se puede cultivar nada, por eso se han ido mis hijos —se lamenta.

Lleva dos baldes pequeños. Va camino del ordeño de sus vacas. Tienen ocho. Y veintinueve alpacas. Y treinta y tres ovejas. Le acompaña su nieto Brian, de 11 años, que ha venido a visitarles desde Langui y les ayuda en las tareas. Les siguen dos perros: uno negro, Renon, y otro marrón, Rocky.

La qocha es grande, aunque solo es de uso familiar. Tiene un color oscuro, quizá por su abundante vegetación acuática. Su nombre en quechua, Yanaqocha, significa “laguna negra”. Es una microrrepresa mixta, de siembra y cosecha, es decir, permite que el agua se infiltre, y también que se almacene.

Un día de 2011, en Radio Tawantinsuyo, Marcelina escuchó: “Cuiden el agua, se va a secar. Hagan reservorios rústicos”. Donde hoy está su qocha, ya había una más pequeña, “solo en época de lluvias”. Recibieron la visita de un técnico del Programa de Adaptación al Cambio Climático, que la inspeccionó. Les dijo que podían aumentar el dique y, así, su capacidad de almacenamiento. Y les animó a presentarse al primer concurso que iban a organizar en los distritos de Kunturkanki y Checca. También les explicó que debían excavar zanjas de infiltración en la parte alta, para favorecer el recojo de la lluvia, y forestar con árboles nativos. Así, cuando crecieran, mantendrían la humedad, controlarían la erosión, y ayudarían a la absorción del agua a través de las raíces.

—Como tengo una edad avanzada —recuerda Bernabé—, no sabía cómo hacer. Les ayudó su nieto Roger, el hermano adolescente de Brian, que además trajo alevines de trucha para su crianza. “Es fuerzoso, trabaja fuerte”. Juntos cortaron decenas de champas —bloques de tierra compactada con raíces— con la chaquitaqlla, una herramienta agrícola de la época preinca, y los acumularon hasta crear un dique de dos metros y medio de anchura y varios metros de longitud.

La qocha de Bernabé y Marcelina compitió contra reservorios de otras diecisiete comunidades. Y ganó: el primer premio. Lo anunciaron en la plaza de armas de El Descanso, junto a las autoridades. Él se sintió alegre, pero tranquilo. Ella, feliz. Les dieron 450 nuevos soles con los que compraron algunas cosas a sus nietos. Y siguieron su vida, vendiendo quesos a diez soles la pieza, y viendo como su Yanaqocha empezaba a transformar el paisaje: “Este pastito, más antes no estaba así. Como la qochita está humedando, por eso está así, creciendo”. ■


Una crónica de Raúl M. Riebenbauer, con fotografías de Antonio Escalante. Fue publicada en el libro Yachaykusun, de la COSUDE y el MINAM, en diciembre del 2014.

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Redaccion Apacheta

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