Los vigilantes de la pradera

Mollebamba, Apurímac. Son las ocho de la mañana. Hace frío, porque la noche anterior la lluvia ha caído en forma de nieve. Cinco hombres llegan a una pradera natural, a 4.400 metros de altura. Dos de ellos son dirigentes de esta comunidad de 280 familias. Los otros tres son técnicos del Programa de Adaptación al Cambio Climático-PACCPerú. El paraje se llama Qocha Qocha, y está a unas tres horas a pie del centro poblado.

Caminar por una pradera natural en la microcuenca de Mollebamba, en Apurímac, o de Huacrahuacho, en Cusco, no resulta extraño. Es el paisaje predominante —el 72% en la primera, el 87% en la segunda—. Pero su estado no es bueno: el sobrepastoreo de los últimos veinte años ha degradado la cubierta vegetal, y las lluvias han erosionado los suelos. Aquí casi toda la producción ganadera se sustenta en el pasto natural, por eso es imprescindible gestionar bien su uso. “En un escenario de crisis de agua como el que tenemos —de aquí a 2030, en zonas altas como estas, se reducirá hasta un tercio entre julio y octubre—, hay que trabajar con fuerza el tema del pasto natural”, explica Jaime Pérez, coordinador regional del PACC en Apurímac. Sabe por qué: “Ayuda a la infiltración del agua y a la recarga de los acuíferos.”

Parece que eso ocurre en Qocha Qocha. Más abajo de este paraje se encuentra Piscapuquio, la única fuente que irriga siete sectores agrícolas de Mollebamba. Por esta razón, los expertos del PACC propusieron a la comunidad la protección de esta pradera. Aceptaron en su asamblea, que se celebra una vez al mes en la Plaza de Armas. “Decidimos esta clausura, para que, con el tiempo, haya más humedad”, cuenta Wilfredo Mancilla, de 38 años, presidente comunal en 2013. Wilfredo, un líder natural desde su juventud, es consciente de que el clima ya no es el mismo: “Hay más sequía. ¿De qué manera podemos cambiarla? Con siembra y cosecha de agua, haciendo forestación en la cabecera de la cuenca, o con esta clausura”.

Autoridades de la comunidad revisan el estado de la clausura temporal de la pradera Qocha Qocha.

El enmallado de Qocha Qocha se realizó durante los primeros meses de su mandato. Se protegieron 34 hectáreas. Todos los comuneros participaron durante dos días en la faena. Costó un gran esfuerzo. Subieron doce grandes rollos de malla y cuatrocientos rollizos de madera de eucalipto por una quebrada con una pendiente pronunciada. Los alumnos de secundaria habían hecho antes los huecos para colocar los postes. Para acabar, plantaron mil ejemplares de queñua. Desde ese momento el ganado ya no podría entrar.

Unos minutos después de las ocho de la mañana aún hace frío. A Wilfredo le acompaña el secretario de la directiva actual, Renzo Delgado. Cuando se aproximan a Qocha Qocha, la sorpresa: dentro hay un rebaño de vacas.

Alguien cuenta las cabezas:
—¡Sesenta y dos!
“Seguro que son de Mollojo, Antabamba”, dice Renzo, de 34 años. Los habitantes de esa comunidad vecina siempre han acostumbrado a llevar su ganado a esta pradera, por la cercanía. “Les pediremos a sus autoridades que no vuelvan a dejar que sus animales entren. Si no, la próxima vez, nos llevaremos el ganado y tendrán que pagar veinte soles por cabeza para recuperarlo”.

Wilfredo y Renzo, acompañados por los técnicos del PACC, se lanzan hacia las vacas, las arrean hasta el punto del enmallado por el que han entrado, y las hacen salir de Qocha Qocha.


El Programa de Adaptación al Cambio Climático ha intervenido en cinco comunidades de esta microcuenca: Mollebamba, Silco, Calcauso, Santa Rosa y Vito. En esta última, con 235 familias, también se ha actuado de una forma específica para proteger los pastizales. No podría ser de otra manera: cuentan con unas diez mil vacas, ovejas, y alpacas. Además, saben que solo los buenos pastos producen buen ganado.

Hatun Ccasa. Así se llama el paraje que la asamblea comunal de Vito escogió para su clausura. Tiene 36 hectáreas y está junto a la carretera, a unos kilómetros del centro poblado, a 4.200 metros de altura. Demetrio Llacta, de 52 años, era el presidente de la comunidad cuando se enmalló, a finales de 2010. En la faena participaron 72 comuneros, organizados en seis cuadrillas de doce miembros. “No fue fácil. Las familias que viven cerca tienen sus vaquitas y sus ovejitas, que pastaban acá, y no querían. Pero la comunidad lo había decidido y había que aceptarlo”. En Vito, a diferencia de Mollebamba, no se buscaba tanto la recarga de acuíferos, como recuperar la vegetación, obtener semillas de pastos naturales para la resiembra en zonas erosionadas, y forestar.

Nemesio Anamaría, de 46 años, ha ocupado todos los cargos en el Comité Conservacionista de la localidad creado por Agro Rural, un programa de desarrollo del Ministerio de Agricultura. Nemesio había vivido entre los 6 y los 30 años en Lima, “en San Juan de Miraflores, asentamiento humano El Pacífico, manzana X, lote 3”, y regresó a Vito con una idea: “Cambiar de actitud a la gente. Poco a poco tratamos de salir de la extrema pobreza en la que hemos estado siempre.” Este Comité, con el apoyo del PACC, se encargó de plantar cerca de veinte mil pinos y árboles nativos —chachacoma, queñua, qolle—, sobre todo en las laderas. Por ejemplo en las de Hatun Ccasa.

En la parte baja de este paraje se ha llevado a cabo la transformación de una zona de layme —tierras de secano que se cultivan de forma rotativa— en regadío, con la instalación de un sistema de riego por aspersión. “Todavía no lo estamos utilizando”, cuenta Nemesio, “pero pensamos usarlo este año. Vamos a producir pastos cultivados”, como el trébol blanco y rojo, el ray grass italiano, la alfalfa moapa, o la súper sónic. Pío Mendoza, de 53 años, actual presidente de la comunidad, asiente: “En la próxima asamblea vamos a aprobar el uso del riego tecnificado”. Y cuando se le pregunta si en esta comunidad existe una conciencia de adaptación al cambio climático, no duda: “Sí. Hoy sabemos que para poder contrarrestarlo hay que plantar y recuperar las praderas”. ■


Una crónica de Raúl M. Riebenbauer, con fotografías de Antonio Escalante. Fue publicada en el libro Yachaykusun, de la COSUDE y el MINAM, en diciembre del 2014.

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Redaccion Apacheta

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