Los saberes ancestrales del territorio kichwa

“El clima está loco desde hace mucho tiempo. Muy, muy loco”. Esto es lo primero que se le escucha decir a Ricardo Lumba Tuanama —51 años, ojos achinados, piel bronceada, espalda amplia— cuando se le pregunta por los 36 grados de temperatura que se han vuelto una constante en Kawana Sisa, una pequeña comunidad kichwa ubicada a 70 kilómetros de la ciudad de Tarapoto, en San Martín, al noreste de Lima. “Antes no hacía tanto calor. Ahora siempre es un horno. Y las estaciones son raras. En el verano llueve y en el invierno las noches son cálidas”.

Ricardo es el curandero principal de Kawana Sisa y, al igual que los miembros más antiguos de las 80 familias que viven aquí, uno de los testigos directos de cómo el calentamiento global ha alterado la relación de su comunidad con la naturaleza: “Hace 20 años los kichwa no teníamos que ir a la farmacia porque utilizábamos las plantas medicinales de nuestro bosque para curarnos. No necesitábamos nada más. Hoy, en cambio, el clima las está haciendo desaparecer”.

Las alteraciones más drásticas que se han dado en comunidades como Kawana Sisa son la reducción del agua, la modificación del patrón estacional, el incremento de la temperatura y la presencia cada vez más frecuente de vientos huracanados. El cambio climático es un fenómeno tan urgente en esta zona amazónica como la desglaciación en la Cordillera de los Andes o las sequías en los valles agrícolas de la costa del Perú. “Para enfrentar este problema lo primero que se debe hacer es entenderlo”, afirma Milton Tuanama Tapullima, presidente de la Federación Kichwa Huallaga Dorado (Fekihd), que fue creada en el año 2010 y que agrupa a una serie de comunidades kichwa de las provincias El Dorado y Huallaga, en San Martín. La Fekihd busca que estos pueblos estén mejor organizados en diferentes niveles. Uno de ellos es hacer frente al cambio climático. “Ahora hay más información y muchos estudios, pero antes era muy difícil entender cómo este fenómeno nos iba a afectar en el futuro”.

Milton es un hombre de convicciones fuertes, mirada segura e ideas claras. Luego de mucho trabajo, la Fekihd poco a poco ha empezado a lograr resultados. Hace tres años puso en marcha el proyecto Zonificación Ecológica Económica Cultural de los pueblos Kichwa (ZEE Cultural), con el apoyo de Urku Estudios Amazónicos, ONG con una amplia experiencia en biodiversidad y pueblos indígenas. La ZEE Cultural fue promovida en el marco del proyecto “Sabiduría Indígena, Biomatemática y SIG: una comunidad amazónica resiliente al cambio climático”, ganador del Development Marketplace 2009.

El colegio I.E. 0009-B, de Kawana Sisa, tiene 66 alumnos. Todos reciben clases sobres las especies de plantas que crecen en sus tierras.

“Ser parte de este proyecto nos ayuda a rescatar nuestras plantas medicinales. Las tenemos en nuestras casas, pero también en el monte. Sabemos que, al cuidarlas, estamos conservando nuestras costumbres”, cuenta Ricardo, alzando y moviendo mucho las manos. Esas mismas manos que han preparado un sinnúmero de brebajes y ungüentos medicinales para curar a adultos y niños kichwa durante las tres últimas décadas.

Lo que se está logrando en la zona es un verdadero trabajo de conservación: un estudio de zonificación ecológica realizado hace cuatro años por Urku Estudios Amazónicos identificó más de medio millar de plantas curativas en la provincia de El Dorado. “Las estamos preservando de forma sostenible: las comunidades no solo las usan para uso doméstico, sino que producen pomadas y ungüentos que se comercializan en diversos lugares y ferias”, cuenta Milton. “Esto les permite un ingreso de dinero que nunca se habían imaginado”.


Gracias a la ZEE Cultural, un área de 430 kilómetros cuadrados del bosque kichwa —aproximadamente la sexta parte de la ciudad de Lima— es protegida y puesta en valor. En diferentes comunidades se establecieron zonas para la siembra, el manejo y la transformación de hierbas aromáticas y medicinales, así como áreas para la producción agropecuaria. Se generaron propuestas de revegetación de áreas marginales o ribereñas con la participación de toda la población. Y, sobre todo, se establecieron procesos de fortalecimiento cultural con un fuerte énfasis en las escuelas. El cambio climático no es un tema exclusivo de científicos o investigadores ambientales: los kichwa saben muy bien que el planeta es una bomba de tiempo a causa del calentamiento global.

“En la comunidad de Ishi Chiwi pasa algo muy parecido a Kawana Sisa: las familias se han organizado para hacer frente al cambio climático, enfocándose en la recuperación de saberes ancestrales”, afirma Becker Tuanama Lumba, miembro de la directiva de la Fekihd. “En esto juegan un rol importantísimo los niños, ya que ellos son quienes preservarán estos conocimientos”.

Becker Tuanama Lumba vive en Ishi Chiwi y es miembro de la directiva de la Fekihd.

En el colegio nacional I.E 0331, de Ishi Chiwi, existe un completo plan dirigido al cuidado ambiental. Los estudiantes de primaria y secundaria, repartidos en distintos grupos y cursos, han instalado un biohuerto, dos viveros, un pequeño jardín botánico y un Centro de Interpretación Territorial (CIT), gracias al cual —a través de una gran maqueta instalada en un salón al aire libre— se enseña y explica en clase cómo está distribuido el bosque kichwa.

El CIT fue creado hace dos años y en la maqueta se puede observar en dónde se encuentran las zonas de recuperación de tierras, las zonas de protección y conservación asociadas a actividades agroforestales, las zonas de protección de especies y las zonas de recuperación por regeneración natural. Entender esto desde pequeño pone en valor el territorio de los kichwa y forma conciencia en los niños y niñas de las comunidades.

“Nuestros padres se dedican a la chacra. De chico yo no le daba importancia a esto, pero en el colegio me fueron enseñando cosas del campo que me llamaron la atención. Ahora valoro mucho eso porque puedo ayudar a mi familia”, dice Debner Tapullima Gamonal, estudiante de 16 años que está en quinto de secundaria. Debner es un líder nato: ocupa el primer puesto en su promoción y forma parte de una asociación que agrupa a escolares de todo el país. Fue elegido para participar en un congreso de estudiantes en la COP 20, la Cumbre sobre Cambio Climático de la ONU que se realizó en Lima en diciembre del 2014.

Ricardo Lumba Tuanama es el curandero principal de Kawana Sisa. Gracias a él, aún se sana gracias a diferentes plantas medicinales en su comunidad.

El enfoque ambiental en el colegio nacional I.E 0331 es clarísimo. “Cada vez más chicos se interesan por el campo y esta clase de temas”, cuenta la profesora Pilar Chistama Torres. Es el caso de la alumna de quinto de secundaria María Marlene Tapillima Tuanama, de 16 años, quien forma parte de la fiscalía ambiental escolar, un grupo de estudiantes encargados del cumplimiento de las normas ambientales dentro del colegio. María Marlene quiere estudiar ingeniería forestal en la universidad. Algo parecido piensa el pequeño Gilmer Tuanama Tuanama, de 12 años, que cursa sexto grado de primaria y que sueña con ser ingeniero agrónomo.


Chirick Sacha es otra comunidad que forma parte de la Federación Kichwa Huallaga Dorado. Está ubicada a un extremo de Ishi Chiwi. Aquí el proceso de la ZEE Cultural es también un muy buen ejemplo de participación, en donde la reciprocidad y la interculturalidad han fortalecido la institucionalidad comunal. Existe entre sus pobladores un amplio conocimiento de su territorio y una visión de los beneficios que brinda su manejo racional, en función de los cambios climáticos que han identificado.

“El trabajo de la Federación nos ha hecho mucho bien porque nos ha fortalecido”, dice Sinecio Tuanama Lumba, de 63 años y apu de Chirick Sacha. “Seguro al inicio muy pocos confiaban, pero con el tiempo se han ido convenciendo. Hay que hacer frente al cambio climático”. Como autoridad local, Sinecio debe encargarse de ciertas decisiones de Chirick Sacha. Una de ellas fue firmar el convenio para que la ZEE Cultural se llevara a cabo en su comunidad.

En Ishi Chiwi, la escuela I.E 0331 posee un biohuerto, dos viveros, un pequeño jardín botánico y un Centro de Interpretación Territorial.

Al igual que en Kawana Sisa y Ishi Chiwi, en Chirik Sacha participan todos. No existen diferencias entre hombres y mujeres. Cualquiera puede opinar o proponer en una reunión general. “Pensar en cómo estamos enfrentando el cambio climático es muy importante, pues de eso depende el futuro de nuestros hijos. Todo lo que hagamos o dejemos de hacer ahora repercutirá en sus vidas”, dice Floripes Tuanama Lumba, de 55 años. Ella es parte de la asociación de artesanas de Chirik Sacha, la cual se ha propuesto rescatar el tradicional hilado de su pueblo y ha empezado a comercializar prendas de vestir.

“No solo tenemos que proteger el bosque, sino transmitir esos conocimientos a los más pequeños. Igual pasa con el hilado. Nuestras costumbres no se pueden perder”, cuenta, por su lado, Conzuelo Tapullima Tuanama, de 46 años y también artesana de la asociación. Las mujeres kichwa de esta zona del norte amazónico se sienten seguras de sí mismas. Hoy expresan (y defienden) su opinión porque tienen mayor y mejor información. “Antes nadie conocía sobre el cambio climático. Ahora nos hemos enterado de sus consecuencias y sabemos que debemos trabajar juntos y unidos”, agrega Eloisa Tapullima Tuanama, de 63 años y hermana de Conzuelo.

La perseverancia de los kichwa parece tan fuerte como el calor que ahora es una constante en esta zona de San Martín. La unión de voluntades está logrando grandes metas. Y ya nadie piensa en el pasado: en comunidades nativas como Kawana Sisa, Ishi Chiwi y Chirik Sacha, las familias tienen claro que deben enfrentarse a su nuevo futuro.

La Fekihd agrupa a una serie de comunidades kichwa de las provincias El Dorado y Huallaga, en San Martín. Sus miembros son líderes en cada una de sus comunidades.

Los pueblos kichwa vieron cómo las alteraciones del clima modificaron su hogar durante las últimas décadas. Sus bosques frondosos, en donde abundaban una infinidad de plantas nativas y árboles forestales, fueron perdiendo terreno. El agua se volvió escasa. El calor aumentó. El clima se volvió loco. Y nadie sabía muy bien qué hacer. Sin embargo, gracias a la creación de la Federación Kichwa Huallaga Dorado (Fekihd), estas comunidades se organizaron y desarrollaron planes de gestión territorial, concesiones con fines de conservación y acciones de monitoreo forestal, iniciativas que se convirtieron en los pilares de una renovada cultura ambiental entre los pobladores. Ahora los kichwa están convencidos de que los cambios verdaderos son posibles y que los efectos de la crisis climática se pueden enfrentar.

“No podemos retroceder el tiempo, pero sí aprender a adaptarnos al nuevo lugar en el que nos ha tocado vivir”, dice el curandero Ricardo Lumba Tuanama, sentado debajo de un frondoso árbol en Kawana Sisa. “Éste es un aprendizaje que seguro nunca parará”.


Crónica escrita por Walter Li –con fotografías de Omar Lucas– que forma parte del libro Lecciones de la Tierra. Fue publicada por el MINAM y la COSUDE en agosto del 2015.

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Redaccion Apacheta

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