Los ríos invisibles

El martes 12 de noviembre de 1996 fue el peor día que recuerda haber vivido Rufino. A las 11:59 de la mañana, mientras dirigía las labores de limpieza de una sección del acueducto El Pampón, en el valle de Nasca, un terremoto de 7,7 grados en la escala Richter estremeció la tierra. Varias piedras se zafaron y taponaron la entrada del acueducto. Ocho compañeros quedaron atrapados.

–Tardamos media hora en salir –cuenta Rufino–. Unos minutos más y el agua hubiera inundado la galería.

Cuentan los campesinos nasqueños que en las noches de verano, cuando las lluvias son más intensas en los Andes, escuchan corrientes de agua que circulan por el interior de los cerros que rodean esta ciudad del desierto. El terremoto del 96 fracturó el subsuelo a tal punto que el agua, que hasta entonces formaba parte de una leyenda, afloró a la superficie durante varios días ante el estupor de más de cien mil damnificados.

Rufino Quintero es el sectorista de riego de la Junta de Usuarios del Agua de Nasca. Desde hace dos décadas supervisa a diario los campos de cultivo para asegurar el cumplimiento de los turnos de riego, evalúa el estado de los 37 acueductos precolombinos que todavía quedan en funcionamiento, y redacta informes técnicos para que el gobierno regional les apoye –con escaso éxito– con el afianzamiento hídrico del valle.

“El agua es vital para producir agricultura en el desierto”, sentencia Rufino. “Los ríos que vienen de la cordillera solo traen agua tres meses al año, lo cual obliga a los agricultores a concentrar todo su esfuerzo en una campaña agrícola corta al año”. Las hectáreas sembradas de maíz, ají, frijol o algodón son regadas por gravedad entre febrero y mayo; el resto de la demanda de agua la completan mediante la explotación de dos mil pozos, en su mayoría ilegales, y lo que ‘botan’ los acueductos milenarios repartidos por la cuenca.


“La naturaleza no ha sido generosa con Nasca, pero la necesidad hizo ingeniosos a sus antiguos pobladores, quienes supieron encontrar agua en el subsuelo y canalizarla para su provecho”, comenta Rufino, junto al acueducto de Cantayoc, uno de los más grandes y mejor conservados.

“Los acueductos son excepcionales”, complementa José Luis Arbieto, mientras abre un surco para que discurra el agua por su campo de maíz. “El agua que ‘bota’ el acueducto de Orcona es fundamental para darle vida a mis plantitas”. Según la Junta de usuarios, más de 3.200 hectáreas del valle son irrigadas gracias a estas infraestructuras ancestrales, beneficiando a 441 pequeños productores.

“¿Cómo hicieron los Nasca para construir algo tan impresionante?”, se ha preguntado Rufino muchas veces sin encontrar una respuesta definitiva. “No disponían de maquinaria pesada para escavar las galerías kilométricas que corren paralelas a la superficie. Tampoco tenían motosierras para cortar los palos de huarango”.

Jeffrey Zevallos, tiene otra explicación: “Los nasca se pararon en el desierto y se preguntaron: ‘¿qué demonios hacemos aquí?’ Al este observaron que las nubes descargaban las lluvias”, dice mientras señala con el brazo hacia la cordillera. “Al oeste, sabían que estaba el Pacífico. Como no encontraron agua en la superficie, dedujeron que ésta tenía que estar debajo. Escavaron y encontraron los ríos que permanecían invisibles”.

Sin embargo, los recientes eventos climáticos extremos relacionados con el calentamiento global del planeta están poniendo en peligro al acuífero y todo su sistema de acueductos. Según los cálculos del técnico, hace una década estos botaban un promedio de 40 litros por segundo; actualmente, y debido en parte a la ausencia de lluvias, no arrojan ni la mitad.

El riego por gravedad es el método más extendido en el valle de Nasca.

Las malas acciones de los agricultores también tienen la culpa porque han construido pozos modernos de regadío demasiado cerca de las estructuras nasca y éstas han terminado colapsando. Hace unos años, a 50 metros del acueducto San Antonio de Pangaraví, un agricultor perforó un pozo sin contar con licencia. “Después de pagar una multa irrisoria, compró unos estudios y tras cambiar algunos números, recibió la autorización. Unos meses después el acueducto se secó”.

Actualmente, dos acueductos milenarios han colapsado y cinco están a punto de hacerlo ante la desidia de las autoridades locales. “No somos conscientes de toda la tecnología certificada por el paso del tiempo que tenemos”, se lamenta Rufino.


El estrés hídrico que sufre la región Ica es preocupante. La agricultura comercial que se desarrolla en el valle, a diferencia de otras regiones, depende exclusivamente del riego y éste, de la disponibilidad de agua de la vertiente del Pacífico, que apenas representa el 1,7% del agua dulce a nivel nacional. Las últimas cifras no permiten ser optimistas y los grandes agroexportadores han comenzado a apostar por otras estrategias que les mantenga como líderes en la exportación de productos agrícolas, junto con Estados Unidos, México, Australia, Sudáfrica, Chile y España.

En unas declaraciones al diario Gestión, Alejandro Fuentes, empresario y líder en el 2013 del grupo de trabajo de agroexportación del principal foro empresarial del Perú, afirmaba que este sector fue el que más creció en los últimos diez años: entre 2003 y 2014 multiplicó por cinco el valor de sus exportaciones, llegando a los 5 mil millones de dólares, lo cual permitió generar 2,3 millones de puestos de trabajo, directos e indirectos.

Las empresas agroexportadoras están implementando tecnología de punta para el riego de su producción.

“Este espíritu agroexportador está siendo muy bueno para el departamento”, comenta el ingeniero Alfredo Sotil, gerente técnico de la Junta de Usuarios de Aguas Subterráneas del Valle de Ica (Juasvi). “En Ica hay pleno empleo. Los trabajadores ahora se desplazan a los fundos en transportes dignos y tienen derechos que antes no eran reconocidos, como a la alimentación o a la asistencia social”, concluye el dirigente.

El reto consiste en cómo atender las demandas de todos los usuarios. Las 37 mil hectáreas dedicadas a la agricultura dependen de la buena salud del acuífero, pero su nivel de explotación ha sido tan grande que, según la Juasvi, en los últimos 13 años los niveles de la napa freática han descendido alarmantemente a razón de 1,5 metros por año.


Amalia Ghiglino y César Vittorelli compraron hace 18 años un terreno con el mejor pozo de Villacurí para comenzar un negocio de exportación de flores. Sin embargo, un año y medio después, debido al descenso de la napa freática, el pozo se salinizó y tuvieron que clausurarlo. Quisieron perforar uno nuevo, pero las autoridades les negaron el permiso. “La veda hídrica, alegaron”, recuerda Amalia. Ante la escasez de agua las autoridades no permiten nuevas perforaciones, aunque todo el mundo sabe que los agricultores siguen haciendo pozos; se calcula que más de dos tercios no tienen licencia.

“Esa campaña perdimos 25 hectáreas de plantas importadas”, cuenta César, gerente general de Florisert y esposo de Amalia. “Fue una etapa muy difícil. Y al año siguiente tocamos fondo”. Fue entonces cuando apostaron por tecnología de punta: un sistema de riego de alta frecuencia basado en el riego por goteo tradicional, pero mucho más eficiente.


El uso eficiente del agua pasa por asegurar 540 millones de metros cúbicos que sostienen la producción agrícola del valle: el agua subterránea del acuífero, la más comprometida, que representa el 66,5%; y las aguas superficiales, menos seguras y constantes, captadas del río Ica, el 23,5%, y de la laguna de Choclococha, en Huancavelica.

“Si no se concretan varios proyectos de inversión no evitaremos la sobreexplotación de acuífero”, se lamenta el presidente de la Juasvi. Alfredo Sotil se refiere a la habilitación del canal colector Ingahuasi, el cual mejorará el desempeño de Choclococha o la construcción de un reservorio de 55 millones de metros cúbicos en Santa Rosa de Tambo.

En realidad, estas obras comenzaron a ejecutarse hace años, pero fueron paralizadas en el 2007 porque, según una resolución de la Environmental Law Alliance Worldwide, en audiencia pública en Guadalajara (México), habían destruido el sistema hídrico natural y degradado un ecosistema fundamental para cinco mil familias alpaqueras en la cabecera de la cuenca. También se instaba a las autoridades nacionales, regionales y del Proyecto Especial Tambo Ccaraccocha (PETACC) a establecer mecanismos de indemnización y retribución por los servicios ambientales prestados.

Los pagos por servicios ambientales, contemplados en la Ley de Mecanismos de Retribución por Servicios Ecosistémicos, es un tema polémico en Ica. La mayoría argumentan que otra ley, la Ley de Recursos Hídricos del 2009, declara que “el agua constituye un patrimonio de la Nación”, y que por lo tanto es de todos. Sin embargo, ignoran que las obras de infraestructura casi dañan un sistema de bofedales altoandinos, verdaderas fábricas de agua que recargan de manera natural el acuífero, que es explotado por las empresas agroexportadoras de la costa.

El fundo El Mayorazgo usa un moderno sistema que controla la recepción, el filtrado y la distribución del agua que emplea en sus campos.

Salvar el acuífero no solo implica ejecutar grandes obras de infraestructura sino también aplicar creatividad, sentido común y voluntad para buscar nuevas soluciones a un problema crónico. “Aunque poner orden es un rol del Estado, debemos involucrarnos todos”, afirma Alfredo Sotil.

Desde hace unos años la Juasvi fomenta entre sus asociados con más recursos la captación, almacenamiento y distribución de los excedentes de las corrientes superficiales que terminan perdiéndose en el mar. Un estudio realizado por la Junta demostró que en el 2010 el río Ica vertió al Pacífico 85 millones de metros cúbicos de agua dulce, equivalente al 42% de la extraída del acuífero durante el mismo periodo.

En el 2010, Agrícola Drokasa fue la primera empresa en sumarse. Ahora son tres más y otras tantas están en proceso de hacerlo. “Ya no podemos pensar en el agua barata”, concluye el ingeniero Sotil.


Otra manera de cuidar el agua es mejorar la eficiencia durante el riego. “La tecnología de alta frecuencia puede ser la solución al problema en la costa”, confirma Miguel Bentín, gerente general de Valle y Pampa Perú, otra de las empresas que han adoptado la tecnología de última generación. Miguel trepa a una duna para mostrarnos una vista de las 207 hectáreas donde la empresa produce ‘milagrosamente’ espárragos, granadas y arándanos. “Valle y Pampa fue un proyecto de desarrollo agrícola en medio del desierto. Hace siete años solo podíamos soñar”. Ahora, y gracias a esta tecnología, el sueño se volvió realidad.

Estamos ante la primera iniciativa de agricultura intensiva a nivel mundial irrigada al 100% con tecnología por pulso –como también se la conoce– y que ha sido exitosa.

La lógica que plantea Micha Hadas, el especialista en riego de origen israelí e impulsor del sistema en el Perú, es que “las plantas son como las personas: necesitan una cantidad determinada de nutrientes al día, que no debiera ser suministrada de golpe como sucede con otros métodos. El riego por pulso administra pequeñas dosis de agua y fertilizante durante apenas unos minutos, repitiendo esta dinámica tantas veces como requiera la planta durante las 24 horas del día”.

Si el riego por goteo utiliza un 30% menos de agua que el riego por gravedad, el ahorro que representa el riego de alta frecuencia es muchísimo mayor. Miguel asegura que ahora él puede regar los campos con un tercio de la cantidad que utilizaría con el sistema tradicional, lo cual le ha permitido obtener mucha más rentabilidad.

Amalia Ghiglino y César Vittorelli llegaron hace 18 años a Villacurí. Hoy exportan más de un millón de tallos de la variedad Wax Flower.

Precisamente por ello la empresa Valle y Pampa Perú recibió en noviembre del 2013 el premio SWIG (Sustainable Water Industry Group Award) “por ser pioneros en la implementación de esta tecnología de vanguardia que ha generado niveles inéditos de ahorro en agua, fertilizante y energía manteniendo o mejorando los resultados de producción”.

Este reconocimiento ha sido un aliciente para que los responsables de la empresa hayan acordado destinar parte de los beneficios a financiar proyectos de investigación. Desde abril del 2013 trabajan con la Facultad de Ciencias e Ingeniería de la Pontificia Universidad Católica del Perú para desarrollar una calculadora para medir los índices de impacto ambiental del ciclo de vida de sus productos agrícolas –espárragos, granadas y arándanos–, hacer objetivas las variables y de esta manera mejorar la sostenibilidad de la operación. “Será una herramienta inédita en la agricultura intensiva”, comenta Miguel. “Será la prueba de cómo un pequeño cambio puede generar un gran impacto”, continúa.

Según Micha Hadas, Valle y Pampa Perú es un ejemplo de cómo debe afrontarse el tema del agua en la región. “Los productores deberían preguntarse cómo ganar más por metro cúbico de agua y no por hectárea, porque el rendimiento debiera medirse en función del factor crítico del lugar, y en Ica, es definitivamente el agua”.

Pero estas tecnologías son todavía inaccesibles para la mayoría de productores. “La falta de desarrollo técnico pone en riesgo la futura capacidad del acuífero. Y es el Estado quien debería impulsar el cambio de manera más activa e inclusiva”, sugiere al respecto el ingeniero Sotil. Algunos empresarios han comenzado a comprar la producción a los más pequeños, para que estos generen ingresos suficientes para dar el salto tecnológico.

En las empresas medianas y grandes es fácil encontrar modernas salas de máquinas, grandes músculos que captan, filtran y bombean vida desde los reservorios hacia los campos a través de un completo sistema circulatorio de mangueras de jebe.

En una época en la que son varios los que cuestionan el modelo agroexportador, los iqueños tendrán que ponerse de acuerdo para evitar el agotamiento del acuífero, renovar su agua y buscar alternativas para compatibilizar su crecimiento económico con el desarrollo sustentable de la región, que procure el bienestar de todos, pequeños agricultores y grandes empresarios. Parece que en los próximos años la tecnología podría ganarle la partida a la falta de decisiones políticas, independientemente de si fue aplicada hace miles de años por culturas precolombinas o si ésta es de reciente importación.


Crónica escrita por Xabier Díaz de Cerio, con fotografías de Ernesto Benavides, que forma parte de la serie Historias del Agua. Fue publicada por la Autoridad Nacional del Agua (ANA) en el 2014.

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Redaccion Apacheta

2 comentarios

  1. Buenas tardes, deseo esten bien, les saluda Salomon Rubinger.

    Les escribo debido a mi interes de contactar al Ing. Micha Hadas para consultarle sobre sistemas de riegos y trabajos realizados en el Peru. De su reportaje tendran algun email o telefono como ubicarlo ?

    Gracias.

    • Estimado Sr. Rubinger. Muchas gracias por su comentario. El reportaje al que hace mención fue escrito en 2014. Lamentablemente no tenemos un número de contacto actualizado del señor Hadas. Tampoco si continúa viviendo en el Perú.

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