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La vida de Roberto Ananaqué son las abejas. Hace treinta y dos años tuvo su primera colmena. Hace quince llegó a tener ciento cincuenta. En aquella época —cuenta este comunero de 54 años, que también trabaja en la trocha cortafuegos— recolectaba hasta tres toneladas y media de miel al mes.
—¿Cuántos kilos he cosechado este año con las cien colmenas que me quedan? —se pregunta. Ni uno.
La falta de lluvias ha alterado la floración. “Las abejas no se han ido, pero tienen menos flores para producir”. Por eso, desde hace siete años, Roberto es un apicultor trashumante. Viaja con sus abejas por los distritos de Cura Mori, Catacaos y Salitral —como hacen los productores de otros departamentos—, persiguiendo la floración de algarrobos, zapotes, ceibos y pasayos que no encuentra en su comunidad. “La abeja vive allí mientras haya bosque, floración, pero no habiendo no puede existir ahí”.
Extracto de una crónica de Raúl M. Riebenbauer –con fotografías de Antonio Escalante– que forma parte del libro Lecciones de la tierra. Fue publicada por el MINAM y la COSUDE en agosto del 2015.