La receta para un futuro sostenible

Sentado en un muro de piedra, junto a unos capulíes en flor, el señor Matías, recuerda con la nostalgia de quien hoy peina canas, cómo el impresionante sistema de andenes, que hasta hoy rodea al pueblo de Totora, gozaba hace cinco décadas de una excelente salud. Quinuas de colores, ollucos y ocas disputaban las mejores tierras al trigo, la cebada o al maíz; en las terrazas no cabía ni un alfiler. Ahora, sin embargo, estas estructuras precolombinas, que antaño domesticaron las escarpadas laderas del distrito, permanecen casi en su totalidad tristes y vacías, muy alejadas de un verde, añorante y glamuroso pasado. “Nuestros andenes no se cultivan porque los mayores ya no podemos y los jóvenes no quieren hacerlo”, comenta con preocupación Matías Edmundo Flores, teniente alcalde de la comunidad de Totora, uno de los principales distritos de la cuenca alta del río Vilcabamba.


Don Matías vivió en Totora hasta los 14 años. Como muchos jóvenes de su generación, al terminar la educación primaria partió rumbo a Lima con la intención de seguir estudiando y trabajando en la capital. Treinta años después regresó a su comunidad con la inocente intención de convencer a sus padres de que vendieran sus tierras y le acompañaran a la gran ciudad. Fue por lana y volvió trasquilado: hace más de dos décadas que vive en Totora, que cambió el asfalto por la chacra y la ropa de ciudad por la de agricultor. Fue un reencuentro con su tierra.

Tras el retorno del hijo pródigo tomó conciencia de que su conocimiento y experiencia podían ser más útiles en el distrito, que Totora era su lugar en el mundo, y que desde aquí comenzaría a hacer su pequeña revolución. “Siempre me gustó el tema asambleario, intentar resolver los problemas de los demás creando espacios donde autoridades, instituciones y organizaciones trabajáramos juntos para dar soluciones efectivas a los problemas reales”, comenta Matías.


Desde su cargo en la municipalidad su caballito de batalla es incentivar la participación de todos los miembros de la comunidad porque está convencido de que cuando más sólida sea su organización, más fortalecida estará para enfrentar los nuevos retos. Por eso, comenta el teniente alcalde mientras observa los andenes abandonados, el Proyecto ha llegado en el momento preciso: “queremos recuperar nuestras raíces y regresar a lo que antes era nuestro espacio vital”. Matías tiene como reto convencer a la población de Totora de que tienen que volver a ser productivos y que para lograrlo necesitan sofisticar el conocimiento transmitido de padres a hijos con nueva tecnología y modernas técnicas de producción. “Los jóvenes se han olvidado la parte productiva y prefieren trabajar en alguna de las tres minas que tenemos en nuestra cabecera de cuenca

La presencia de estas minas ha provocado que buena parte de las energías del alcalde y sus regidores estén centradas en prepararse de la mejor manera posible para administrar la plata de un canon minero que próximamente recibirán. Quizá entonces Matías y su equipo de regidores puedan combatir la deserción juvenil, convenciendo a los jóvenes de que es rentable volver a sembrar los andenes porque hay un mercado de productos agroecológicos que está dispuesto a pagar por ellos; de que criar alpacas y comercializar su fibra –en el distrito de Totora hay 11 comunidades cuya principal actividad productiva gira en torno a los camélidos– es una alternativa real y sostenible de negocio, o de que participar en la vida pública no solo es un derecho sino también un deber.

Matías, que a sus casi setenta años no pierde el entusiasmo, ha participado desde el principio en capacitaciones que el Proyecto ha impartido en el distrito. Gracias al programa de pasantías pudo viajar a Lamay, donde conoció de primera mano cómo este distrito cusqueño, que tanto tiene en común con Totora, ha podido desarrollar su organización: “Esa experiencia ha sido una inspiración para mí porque pude ver cómo han recuperado la producción de sus granos y cereales tradicionales con los que, además, están combatiendo la desnutrición”.

–¿Es la desnutrición una de sus principales preocupaciones?
–Constantemente. Me da vergüenza pensar que con todos los productos que pueden crecer en esta tierra tengamos la mayor tasa de desnutrición crónica del país. Algo está fallando, algo estamos haciendo mal.


Estas pasantías y sus réplicas están ayudando a tomar conciencia y recuperar, entre otras cosas, el ayni: un sistema de trabajos comunitarios basados en el espíritu andino de solidaridad. Un grupo de personas que ayudan a otras a cambio de que éstas actúen de igual manera en otro momento. “El Proyecto está llegando con su mensaje a todos los niveles y eso supone su gran fortaleza. El asistencialismo que hemos sufrido hasta la fecha no ha sido nada bueno y no íbamos a progresar. Ahora realmente estamos iniciando un cambio”.

–¿Y cómo son esos primeros pasos?
–De menos a más. El clima está cambiando y no podemos seguir dañando el medio ambiente. Antes había estaciones, llovía; ahora los manantes se están secando y el caudal de nuestro río ha disminuido alarmantemente. De nosotros depende que tomemos las medidas oportunas.

Medidas como la que impulsa un programa de reciclaje que abarca a hombres y mujeres, jóvenes y mayores. Totora le ha declarado la guerra a la plaga de bolsas de plástico que invaden el distrito y desde la municipalidad han comenzado a solicitar el uso de las bolsas de tela “de las de toda la vida”.

En las afueras del pueblo, rodeados de campo, se respira tranquilidad. Como dice Matías, a pesar de los problemas diarios, en Totora tienen una vida sana y buenos alimentos. Falta rescatar y poner en práctica algunos recuerdos que desde su infancia aún le visitan de cuando en cuando, como aquel plato que su mamá preparaba con tanto esmero y que él y sus hermanos esperaban con devoción. “Los fideos del Inca” era un plato tradicional, orgullo de la cocina distrital, que quedó atrapado en el pasado. A base de olluquitos finamente cortados, y a través de un proceso de frío-calor-frío-calor, se obtenían unos fideos vegetales, y que a juzgar por su nombre eran preparados para los más finos y exigentes comensales. Matías aún conserva la receta en su memoria. El rescate se acerca.

“Totora tiene futuro. El campo y sus cultivos pueden ser una alternativa sostenible para el distrito, y para eso debemos generar diálogo y promover una visión conjunta entre los distritos aledaños con los que compartimos las mismas necesidades”, concluye Matías. “Tenemos que hacer grande nuestra cuenca”. ■


Texto escrito por Xabier Díaz de Cerio –con fotografías de Antonio Escalante– que forma parte del libro Ecohéroes. Fue publicada por el MINAM en marzo del 2013.

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Redaccion Apacheta

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