La multiplicación de los peces

La bióloga peruana Patricia Majluf dice que el cultivo más eficiente del mundo está en el mar: no consume agua, necesita menos combustible para obtener sus frutos, y es altamente nutritivo. “Mejorando el manejo de la pesca y reduciendo la contaminación, puedes generar empleo y alimentar a la población mundial, que está creciendo, con muy poca huella ecológica”, refiere. Pocas personas tienen la misma autoridad para explicarlo: Majluf lleva más de 20 años promoviendo el consumo humano de pescado –en vez de convertirlo en polvo para alimentar otras especies– y haciendo advertencias sobre los riesgos de una explotación inadecuada del mar. Su esfuerzo la ha llevado desde la esfera científica hasta la gestión pública, cuando fue viceministra de pesquería. En ese lapso, ha participado en cuanta tribuna le permitía extender ese mensaje: desde debates académicos hasta apariciones en programas televisivos de cocina, en los que los chefs más famosos del Perú le consultaban las propiedades nutritivas de la anchoveta o la abundancia de un producto poco frecuente en las mesas de los hogares.

La planta de Ruth Jurado emplea 70 mujeres para la limpieza de la anchoveta a destajo.

Majluf es científica por tradición. Sus padres fueron psiquiatras infantiles y su madre es considerada la segunda mujer que estudió medicina en el Perú. “Vengo de una familia que me incentivó a estudiar. Mi destino siempre fue tener un doctorado, no había otra opción”, comenta en una sala de la misma casa que fue residencia familiar por décadas. En ese entonces, el lugar estaba ocupado por una biblioteca de 23 mil libros que le permitieron estudiar la carrera sin necesidad de adquirir un ejemplar más. De hecho, sus padres fueron fundadores de la Universidad Peruana Cayetano Heredia, donde a inicios de los ochenta ella se recibiría de bióloga antes de partir a realizar un PhD en Zoología en la Universidad de Cambridge, en el Reino Unido. Ahora, buena parte de los ambientes de la casa son la base de operaciones de Oceana, una organización internacional dedicada a la protección de los mares del planeta. A inicios del 2015, Majluf fue nombrada vicepresidenta de la organización en el Perú. Fue presentada como una de las líderes mundiales en el uso de la ciencia y las campañas de sensibilización sobre la pesca y su uso industrial.

“Hay que ver la pesca como una oportunidad de desarrollo estratégico”, plantea. El punto central de sus preocupaciones es el manejo de la anchoveta, uno de los mayores recursos marítimos del Perú, que se ha visto afectado tanto por las condiciones climáticas de años recientes como por la pesca ilegal y ciertas prácticas industriales poco eficientes. El promedio anual de pesca de anchoveta en el país alcanza entre 6 y 8 millones de toneladas, de las cuales, el 98% termina en refinerías para fabricar aceite de pescado o alimento granulado para ganado y especies criadas en piscigranjas. Majluf es una promotora de un cambio radical en el patrón que reconozca el potencial de la anchoveta para la alimentación humana. “Podríamos cubrir entre el 4% y el 6% de las necesidades nutricionales del mundo con solo la anchoveta que se pesca en el Perú durante un buen año”, precisa.


El mar peruano es escenario central del Pacífico sudamericano que solía producir el 20% de la pesca mundial por efecto de la Corriente de Humboldt. Según la investigadora, si bien los efectos del cambio climático han llegado a reducir la proporción, algunos estudios con modelos científicos permiten pronosticar cierta estabilidad en el promedio de la población de anchoveta durante el próximo medio siglo. “El sistema de la costa peruana tiene un reseteo, que es el Fenómeno de El Niño”, explica. Este proceso supone el ingreso de aguas calientes en la superficie, que hacen que la anchoveta se sumerja y se reduzca la población dispo nible para la pesca. En ese periodo, el recurso crece en las profundidades, libre de predadores. Cuando las aguas retoman su temperatura habitual, la población que emerge es mayor y más desarrollada que antes, y el ciclo vuelve a empezar.

Majluf insiste en que todo manejo de semejante riqueza debe tener en cuenta su impacto social. La industria pesquera da empleo a 250 mil personas en la costa peruana, de las cuales la mayoría son mujeres. “Si se priorizara el consumo humano en vez de la producción de harina, el empleo que se generaría sería
tremendo”. La cadena alimenticia posee efectos a gran escala: hasta hace dos años, había 20 mil restaurantes de comida marina en el país. En la actualidad hay más mozos en las cebicherías que pescadores, comenta la científica más conocida por los chefs peruanos.

Hay un esfuerzo que destaca entre las iniciativas para promover el manejo del mar. Se llama Proyecto Humboldt y es una iniciativa que plantea un enfoque ecosistémico, en que todos los sectores e intereses operan en beneficio mutuo. “Debe haber un balance entre conservación y uso sostenible”, refiere Michael J. Akester, coordinador regional para Perú y Chile. El proyecto contempla desde gestiones para adecuar las políticas públicas hasta proyectos pilotos para fomentar capacidades y eliminar malas prácticas. “Hemos diseñado un programa estratégico para mitigar dos problemas de fondo: la sobrepesca y los daños por contaminación”, refiere Akester. En paralelo, se lleva adelante un esfuerzo por estimular la producción de anchoveta para consumo humano.

Un piloto de esta iniciativa está generando un círculo virtuoso en Pisco, una ciudad a cuatro horas de Lima. Aquí se está promoviendo la certificación de las compañías pesqueras de acuerdo a estándares internacionales para el manejo sostenible de los recursos marinos. Una empresa, que participa de la iniciativa, apunta a convertirse en la primera exportadora de anchoveta certificada al mercado europeo. Para eso, realiza capacitaciones a los pescadores para que cuiden el tamaño de los especímenes capturados, que sepan cómo guardarlos adecuadamente en las bodegas y destina la etapa inicial del procesamiento a pequeñas empresas lideradas por mujeres, lo que genera un impacto positivo indirecto en la economía local. Los residuos de esta primera etapa han sido reutilizados en un compuesto fertilizante que está demostrando gran efectividad en la Reserva Paisajística Nor Yauyos-Cochas, donde hay gran actividad de pastoreo. “Toda la cadena está controlada”, refiere el experto.


UNO DE LOS EJES de esa cadena es la pequeña empresa que lleva adelante la señora Ruth Jurado, quien tiene 30 años en el negocio de procesar productos
marinos. A mediados de los años ochenta, ella y su esposo comenzaron trabajando con la concha de abanico, más adelante cambiaron a caracol y almejas, y desde hace unos años están en el rubro de la anchoveta. En su planta de procesamiento primario de San Andrés, en Pisco, Jurado emplea decenas de mujeres para descabezar los ejemplares y colocarlos en salazón, es decir, en barriles cubiertos de sal que van a permitir su conservación hasta que lleguen a la planta procesadora final. En la zona es un lugar común que este trabajo sea realizado por mujeres, quizás por tener más cuidado y destreza en las labores manuales.

Unas 500 mujeres se encargan del envasado en la Compañía Americana de Conservas.

La planta de Ruth Jurado está en un amplio terreno que ha implementado de acuerdo a las estrictas normas de la Unión Europea, el mercado final de este producto. Tiene un área en que se hace la limpieza en largas mesas de acero brillante. Para ingresar a esa área, las trabajadoras deben colocarse un uniforme blanco, botas de caucho y un gorro del mismo color. A un costado hay un lavadero con varios caños para el aseo antes y después de manipular el pescado. Un grupo de varones, con uniforme blanco y mandil amarillo, se encarga de baldear los pisos, preparar las fuentes de lavado y hacer una segunda limpieza de los ejemplares antes de pasar a la zona siguiente. En este nuevo lugar se realiza el “empanizado”, que consiste en que otro grupo de mujeres impregna de sal las anchovetas y luego las acomoda en los barriles antes de echarles más sal. Luego la empresa que ha encargado el trabajo recogerá la producción y la llevará a sus propias instalaciones para extraer el filete y colocarlo en los envases finales.

Antes de dedicarse a este negocio, Ruth Jurado era enfermera. Su esposo siempre fue comerciante. Ahora son el motor de un emprendimiento que genera
empleo para unas 70 mujeres de zonas populares de Pisco. “Tenemos a señoras jóvenes, muchas de ellas madres que se ayudan con los ingresos que obtienen
aquí, pero también tenemos señoras mayores que ya no consiguen empleo en otros lugares”, comenta Jurado. El trabajo en la planta de procesamiento primario tiene la ventaja de que no es pesado, y permite obtener ingresos de acuerdo a la productividad. Por ejemplo, las encargadas de llenar los ba rriles reciben siete soles por cada recipiente que cierran. Otra ventaja es el horario: el trabajo empieza temprano y termina antes de la hora del almuerzo, de modo que ellas pueden ir a atender a los hijos cuando llegan del colegio.

Las hermanas Deysi y Rosana Córdova Cruz, de Piura, trabajan la anchoveta desde hace unos tres años. Ambas bordean los treinta y tienen hijo pequeños. El esposo de una es cargador en el mercado y de la otra es albañil y chofer. Los ingresos de ambas les permiten apoyar en ciertos gastos de la casa. “He trabajado en casas y restaurantes, pero ahora me siento más tranquila”, dice Rosana, quien antes se dedicaba al procesamiento de cangrejo. La misma sensación tiene la señora Rocío Felipa Almeyda, de 33 años, quien aprovecha la facilidad del horario a destajo para atender la crianza de dos hijos. Y algo muy parecido se vive en la planta de procesamiento final de la Compañía Americana de Conservas, una empresa que además de sus buenas prácticas de producción, ofrece a sus trabajadoras beneficios como guardería, capacitaciones en micronegocios y la posibilidad de comprar el producto a un precio preferencial. “Con eso preparan chupe de anchoveta y pueden tener importantes ganancias en un día”, comenta Patricia Majluf, que conoce cada eslabón de la cadena.

Ruth es una visitante recurrente del terminal San Andrés. Lo hace desde muy temprano.

El único detalle que les preocupa a todas es que las últimas noticias hablan de un Fenómeno de El Niño inusualmente fuerte para el 2015, que podría reducir la productividad del mar peruano. El cambio climático repercute en la canasta familiar de las mujeres de Pisco. Mientras se confirman las proyecciones, ellas se mantienen alertas a las noticias y pendientes de la llegada de los barcos. Ruth Jurado visita a menudo el puerto de San Andrés, donde es conocida por su rigor a la hora de examinar la pesca de la jornada. Si los ejemplares son menores a lo permitido, habrá consecuencias. Su condición de madre la vuelve inflexible para cuidar el recurso. Desde su eslabón en la cadena hará lo posible para garantizar que se multiplique.


Crónica escrita por David Hidalgo –con fotografías de Omar Lucas– que forma parte del libro Una Misma Mirada a Partir de Muchas Voces. Fue publicada por el MINAM y el MIMP en julio del 2017.

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