Fertilizadores sin fronteras S.A.

Lo que más resalta al entrar en la Oficina de Desarrollo Económico Local (ODEL) de Coyllurqui es el clima de buen entendimiento y la familiaridad con el que atienden a cualquier persona que se asoma por la puerta. El lugar es pequeño, pero el entusiasmo por cambiar el destino del distrito es enorme. Según Arístides Huamán, uno de los ingenieros que trabajan en la ODEL, esto se debe a que los campesinos, sus principales “clientes”, sienten que los miembros del equipo de la oficina son como ellos, que juegan en el mismo equipo. Que hablen quechua y puedan atender sus consultas en su idioma es, indudablemente, un gol de media cancha.

“Queremos la sostenibilidad de esta tierra y así frenar la migración de nuestros paisanos por la falta de recursos”, comenta René Ascue Muñiz, el jefe responsable de la ODEL. “Desde esta oficina pretendemos impulsar la producción agroecológica porque consideramos que esta puede ser la base para el desarrollo definitivo de la región”.

La agroecología, que surgió como disciplina científica en los años 90, tiene como norte el aumentar la producción alimentaria de forma sostenible, a la vez que minimiza los impactos negativos sobre el medio ambiente y los propios agricultores; hombres y mujeres de campo que, en Coyllurqui, gracias al Proyecto MST-Apurímac, están incorporando en sus conversaciones cotidianas temas como la gestión adecuada de los recursos hídricos, el mantenimiento de las herencias locales o la conservación de su banco genético. La preocupación por el futuro de su tierra es una realidad.


Hasta la fecha han organizado una feria de semillas a nivel distrital que ha supuesto más de una agradable sorpresa: se presentaron algunas clases de maíz que solo sobrevivían en el recuerdo de los más ancianos y en algunas chacras heroicas y olvidadas de las comunidades más alejadas del distrito. La segunda edición promete ser un éxito aún mayor porque los agricultores ya están sembrando más productos con la intención de optar a alguno de los premios que se reparten en ella.

En el arranque de actividades de la ODEL –funciona desde enero de 2012 en el tercer piso de la municipalidad distrital–, tanto Arístides como René, están enfocados en fomentar el intercambio de experiencias y cursos de capacitación en el manejo de los recursos naturales, porque consideran que hay mucho potencial local que aún no ha sido puesto en valor. La cuenca media del río Vilcabamba es una de las zonas más productivas de la región y está considerada, por la gran cantidad de variedades que se cultivan, como una de las reservas de papas nativas más importantes de la región andina.

“Las capacitaciones que impulsamos, comenta René, no solo están enfocadas en producir más, sino también en alimentarnos mejor”. Es por eso que en la primera experiencia ferial contrataron a un chef del Cusco para que les reenseñara a cocinar con productos como la quinua o la kiwicha, que por décadas reinaron en las productivas laderas del pueblo, y que en los últimos años habían sido injustamente desterradas.

Precisamente estos granos andinos, con alto contenido en proteínas, han sido elegidos por la ODEL como los productos estrella con los que impulsar otro de los principios que rigen la agricultura ecológica: la cosecha múltiple, que consiste en que los campesinos diversifiquen sus plantaciones para evitar la dependencia de un solo cultivo y disponer de diferentes productos a lo largo de todo el año.


Asegurar que la población local controle su propio proceso de desarrollo es otro de los principios que rigen esta nueva forma de producir. Por ese motivo, la Oficina de Desarrollo Económico Local también lleva varios meses fomentando el Plan de Desarrollo Concertado, una poderosa herramienta de gestión que permitirá a las mismas comunidades planificar el gran cambio con miras al 2021, fecha en la que, si todo sale como lo pensado, Coyllurqui será más verde, más ecológico y sostenible; y su gente más feliz.

El equipo de Arístides ha comenzado a trabajar con los diferentes comités de las comunidades de Acpitan, Pfaco y Vilcaro en las reuniones que, dos días al mes, convocan para fortalecer sus capacidades humanas y promover espacios de diálogo y participación que les convierta en protagonistas de su propio desarrollo.

“También estamos apoyando la creación de perfiles técnicos y temarios para las capacitaciones con una amplia base científica”, asegura el coordinador. “Con la ayuda del proyecto Manejo Sostenible de la Tierra estamos impartiendo unos módulos donde enseñamos a los comuneros a elaborar, con sus propios recursos, abonos y fertilizantes naturales como el compost, que aplican a la tierra o el biol, que nutre las hojas de sus tubérculos y hortalizas.

Para una estrategia sólida y coherente a mediano y largo plazo es necesario que la transferencia de conocimientos sea un camino en el que la información corra en ambas direcciones. En este sentido, las pasantías están siendo estimulantes laboratorios donde se aplican con éxito estas nuevas ideas. Pomacocha, escenario de una de ellas, sirvió para que Arístides tomara conciencia por primera vez del valor de los productos locales. Las mujeres responsables de preparar el almuerzo le sirvieron una “sopa ecológica” a base de quinua que sorprendió no solo a su paladar sino también a su cerebro. Se produjo el encuentro con una sopa serrana, sin complejos, rica, nutritiva y de lo más gourmet. “Esto tenemos que replicarlo”, pensó al regresar a Coyllurqui.

Desde ese momento este equipo de ingenieros se dio cuenta de que la fertilización no solo se tenía que dar en las chacras, sino también en las mentes de quienes las trabajan; que su función es lograr que ese terreno permanezca bien abonado para que las ideas que hoy se siembren crezcan fuertes y sanas; y den sus frutos para un prometedor y agroecológico futuro. ■


Crónica escrita por Carolina Martín –con fotografías de Antonio Escalante– que forma parte del libro Ecohéroes. Fue publicada por el MINAM en marzo del 2013.

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Redaccion Apacheta

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