El rey del paiche

Santiago Álvez Silva fue uno de los primeros iquiteños que creyó en las bondades de este singular pez hace más de 30 años, época en que empezó a exportarlo a Asia y Norteamérica. Don Santiago fue un visionario: a pesar de ser el segundo pez de agua dulce más grande del planeta, después del esturión beluga, criar al paiche es muy sencillo pues se alimenta de diversos peces (carachama, boquichico, mojarra, yuhlia, liza y sardinas), crustáceos, insectos y algunas plantas (como las algas). Vive en los ríos de la cuenca amazónica y su carne, considerada de las más finas entre los peces de dicha zona, es salada y posee un gran contenido de omegas. De sus escamas, además, se confeccionan diversas artesanías. Por todo esto, desde hace algunos años es exportado del Perú y llega a las mesas de los restaurantes más sofisticados del mundo.

A lo largo de la carretera Zungarococha, en Iquitos, todos conocen a don Santiago y a su piscigranja y zoocriadero Arapaima Gigas, verdadero santuario que preserva la biodiversidad de la selva y la riqueza hidrobiológica del Amazonas. Basta decir su nombre para que de inmediato alguien lance una historia sobre él. Tiene 69 años, el cabello entrecano, los músculos aún firmes y un anecdotario personal lleno de aventuras en la selva.

Atrapar a los paiches es un trabajo que puede durar toda una mañana.

“Desde niño ya cazaba y pescaba. Con mi padre nos internábamos en el Amazonas durante días y solo nos alimentábamos de los animales que íbamos encontrando. Ahí me di cuenta de todo lo que teníamos. Por eso creo que mi futuro no podía ser otro”, afirma en medio de la espesura verde iquiteña.

Al futuro al que se refiere don Santiago es ese en el que se le reconoce como un defensor y promotor acérrimo del ecosistema de la selva amazónica. Desde 1988, año en que fundó su zoocriadero, se dedica fervorosamente a la conservación de animales como el ronsoco; las tortugas taricayas, charapas y motelos; y patos y gansos silvestres.

El fundo tiene un restaurante en donde se disfruta de platos típicos de la selva.

Dentro de las 18 hectáreas que posee su fundo, hay cinco enormes piscigranjas en las que habitan cientos de paiches, gamitanas, pacos y sábalos. Para la Autoridad Nacional del Agua, el fundo es un paraíso ecológico que gestiona exitosamente los recursos hídricos al utilizar fuentes naturales de agua.

Es martes, mediodía, y en Iquitos cae una lluvia intensa que lo baña todo: casas, árboles,  mototaxis, turistas, transeúntes. Aunque en el fundo esto no altera para nada las labores de don Santiago y sus trabajadores. Hoy deben ir a la pequeña psicigranja de un acuicultor vecino para atrapar 80 sábalos y trasladarlos a Arapaima Gigas. Apenas llegan, no pasan cinco minutos y siete hombres ya están adentro de la piscigranja vecina colocando una red de más de 70 metros de largo.

Don Santiago suele dirigir cada labor que se realiza en sus piscigranjas.

Don Santiago, junto a su hijo, dirigen con precisión milimétrica cada movimiento. “Ya, ahora jalen”. “No, por ahí no, por la derecha”. “Cuidado, hay un pedazo de madera en la red”. “Vamos, todos a la vez”. “Así se hace: con fuerza. Más fuerza”. Don Santiago se mueve como un pez más: es rápido, ágil, se sumerge una y otra vez. Es evidente que en la selva –y en el agua– es en donde mejor se siente. ■   


Crónica escrita por Walter Li –con fotografías de Karen Zárate– que forma parte de la serie Historias del Agua. Fue publicada por la Autoridad Nacional del Agua (ANA) en el 2013.

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Redaccion Apacheta

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