El misterio del Limapuquio

Gregorio Lima rocía con un espumante los tres urpus que presiden el pagapu. Las pequeñas figurinas de barro esconden en su interior el secreto de la lluvia. El unumanta yachaq, el maestro que sabe del agua, los ha llenado previamente con chicha de jora. Representa una ofrenda a los tres apus que protegen Acpitán. Es la manera que tiene esta comunidad de Apurímac de agradecer su protección.

El anciano sabio, que ha esparcido sobre la lliclla muchos pétalos de clavel, hojas de coca, algo de tabaco y papelitos de colores, ahora pregunta a las montañas cuándo les enviarán las nubes para que descarguen su agua sobre los cultivos.

Su pedido es una preocupación general de la comunidad. El cambio climático ha alterado los ciclos naturales en los Andes: las tormentas de granizo y las heladas les castigan fuera de la temporada y nadie se atreve a pronosticar cuándo llegarán las beneficiosas lluvias que den por terminada la sequía.

Poco a poco, esta pequeña localidad andina, ubicada en Las Bambas, vuelve a tener tierras fértiles.

El unumanta yachaq está arrodillado junto al nacimiento de Limapuquio, un manantial de aguas cristalinas que nace entre musgo y queñuas centenarias. Le acompaña su discípulo Toribio Cchucchullo. De pronto una ráfaga de viento invade el momento solemne. Según Gregorio es la respuesta positiva de los apus al pedido de la comunidad. El maestro se levanta con torpeza, recoge los urpus y camina con los pies medidos en el arroyo hacia un recodo donde no penetran los rayos del sol. Allí guardará las figurinas antes de regresar al poblado.

Y esa misma noche llovería en Acpitán.


Un texto escrito por Carolina Martín –con fotografías de Omar Lucas– que forma parte del libro Lecciones de la Tierra. Fue publicado por el MINAM y la COSUDE en agosto del 2015.

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Redaccion Apacheta

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