Cuidamos nuestra tierra, cuidamos la vida

En la última década, el Perú ha invertido cerca de 225 millones de dólares en la lucha contra la desertificación y la sequía, cifra que ha permitido el financiamiento de 46 programas y proyectos en bosques secos, cuencas hidrográficas costeras, lomas y ecosistemas de montañas. Todos ellos tienen en común la puesta en valor de los servicios ecosistémicos (tanto los hidrológicos como aquellos que tienen que ver con la fertilidad del suelo) y la apuesta por espacios participativos (como la Comisión Nacional de Lucha contra la Desertificación que está a la espera de su reglamentación); así como la promoción de políticas de desarrollo, “de abajo hacia arriba”, contra este fenómeno que afecta a más de un cuarto de la superficie del país.

“Promoviendo el Manejo Sostenible de la Tierra en Apurímac” (MST-Apurímac) fue el primer proyecto ambiental destinado a evitar que los suelos se degraden, y busca impulsar conocimientos y prácticas agroecológicas adecuadas entre los actores sociales involucrados en la conservación de los recursos naturales y la diversidad biológica en tres de sus provincias, Cotabambas, Antabamba y Grau, con recursos del Fondo Mundial para el Medio Ambiente (GEF por sus siglas en inglés) gestionado por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) e implementado por el Ministerio del Ambiente (MINAM). La clave está en producir alimentos de forma ecoeficiente y promover el uso de los recursos naturales sin comprometer su capacidad de regeneración natural. Solo así se mejorará la cantidad y calidad de los alimentos, así como se garantizará que la próxima generación de agricultores pueda producir lo suficiente para ellos mismos, sus familias y sus mercados.

La labor del MST-Apurímac adquiere un significado especialmente relevante en esta región andina, que posee uno de los menores índices de desarrollo humano y muestra una parte importante de su territorio afectado por la desertificación. Este proceso, en el que influye la alta inestabilidad climática de sus montañas, es consecuencia del calentamiento global, pero también de la mano de un hombre que deforesta sin pensar en las consecuencias, cultiva de forma muchas veces contraproducente y extrae de las entrañas de la tierra el mineral sin ningún criterio de sostenibilidad ambiental.

De la existencia de suelos fértiles depende la seguridad alimentaria de una región en la que el 85% de su territorio es propiedad de comunidades campesinas, que gestionan sus recursos naturales y viven de una agricultura orientada al autoconsumo y, en algunos casos, de la cría de camélidos como la alpaca, la llama y la vicuña. La geografía no facilita las cosas. El 90% de los paisajes de las provincias de Cotabambas y Grau son montañosos; y de estos menos del 10% del terreno es adecuado para prácticas de cultivo.

El MST-Apurímac tuvo como propósito impulsar un modelo de gestión y cooperación entre el Estado, el sector privado y las comunidades campesinas para apoyar la inclusión del manejo sostenible de la tierra, el agua y la agrobiodiversidad en las políticas y costumbres locales, regionales y nacionales. Por eso busca que estos tres actores se relacionen de forma articulada y que el componente local tenga el peso que merece en la toma de decisiones. Una meta que requiere trabajar de forma intensa con la población, las autoridades locales (gobierno regional e instancias públicas descentralizadas), los proyectos que ya están en la zona y la empresa privada en busca de tres resultados muy concretos:

  1. Fortalecer a las organizaciones comunales ya existentes. Que las poblaciones rurales tengan voz y voto. Que sean capaces de planificar, proponer y evaluar todas aquellas iniciativas que promueven el uso de los recursos naturales sin comprometer su capacidad de regeneración natural. Solo con un tejido social representativo y orgánico se podrán conseguir los acuerdos necesarios que requiere el uso racional de la diversidad biológica.
  2. Capacitar a los agricultores para que apliquen el manejo sostenible de la tierra en los sistemas de producción familiar, comunal y cuenca. Los campesinos apurimeños trabajan intensamente, sin embargo, su productividad aún es baja, ya que no manejan de forma adecuada sus chacras y eso se traduce en escasos cultivos que apenas les dan para alimentarse. Se trata de desarrollar sus competencias para que su actividad agrícola sea más rentable y les permita mejorar su economía familiar, y por extensión, la de la comunidad. Todo ello combinando las prácticas de cultivo ancestrales con las nuevas tecnologías agrícolas.
  3. Impulsar un proceso de desarrollo a nivel regional y nacional fruto del trabajo articulado del Estado, las comunidades y la inversión privada. El Proyecto tiene una duración de cinco años y beneficiará directamente a cerca de 2.500 familias situadas en 3 provincias, 12 distritos y 23 comunidades de Apurímac. Cuando termine, en junio del 2015, se espera que los agricultores de la zona manejen de forma sostenible sus tierras a nivel familiar, comunal y de cuenca; que las organizaciones comunitarias planifiquen, propongan y evalúen todas aquellas iniciativas y políticas que les afecten y beneficien como colectivo, dentro de un Plan Integral de Desarrollo hecho con sus aportes; y que el modelo creado a partir del MST Apurímac se aplique de forma escalada en todo el país.

El Perú se une así a un movimiento mundial que busca integrar el agua, la biodiversidad, el medio ambiente y el manejo de la tierra para obtener servicios y productos abundantes que satisfagan la demanda de alimentos sin comprometer el estado de sus recursos naturales renovables, así como reducir de forma significativa la pobreza rural. El MST-Apurímac le proporciona a la tierra esa mayor resistencia que ansían los erosionados suelos de Apurímac, que les permite recuperar con rapidez los niveles anteriores a la producción o retomar la tendencia a una productividad en aumento después de un período adverso como consecuencia de sequías, inundaciones, abandono o malas prácticas de cultivo.

Ya hay más de 20 países en el mundo que vienen implementando proyectos de Manejo Sostenible de la Tierra en sus territorios, entre ellos Cuba, República Dominicana, Nicaragua, Kenia y Etiopía. En América del Sur, el Perú fue el pionero.


El texto fue escrito por Fábrica de Ideas, con fotografías de Antonio Escalante. Forma parte del libro Ecohéroes. Fue publicada por el MINAM en marzo del 2013.

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Redaccion Apacheta

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