Un país con el poder del sol

Ocho minutos y diecinueve segundos. Ese es el tiempo que utiliza la luz para recorrer los 150 millones de kilómetros que separan la Tierra del Sol. No mucho más ha tardado Johel Aruata en dibujar un círculo amarillo con rayitas a su alrededor, un cielo, tres nubes, dos casas, una canchita de fútbol naranja y tres paneles fotovoltaicos sobre cerros marrones: el niño podría replicar este paisaje casi con los ojos cerrados. En sus recuerdos, las imponentes estructuras siempre están brillando al otro lado de la Panamericana Sur, muy cerca de su comunidad.

Hace unos 25 años, otro niño, Herald Cubas, pasaba de largo por los mismos cerros ondulados y resecos; no había nada en ellos que llamara su atención. En ese momento ni soñaba que a 35 kilómetros de Moquegua se levantaría Rubí, tampoco que estudiaría ingeniería, y menos aún que, dos décadas después, él mismo estaría allí dirigiendo la mayor planta solar del Perú.

“Si resumiera mi experiencia en una sola palabra, esta sería ‘gratificante’. Rubí me ha dado la oportunidad de regresar a mi tierra natal para trabajar como profesional. Me resulta increíble ser parte de un proyecto que representa un hito en la historia de la energía en el país y que está marcando su futuro”, comenta Herald, supervisor de operación y mantenimiento de la planta fotovoltaica Rubí, aquel niño que hace años solo veía un desierto.


Moquegua, a 1.115 kilómetros de Lima, es conocida popularmente como la tierra del sol. Siempre ha tenido gran potencial energético, pero los costos para desarrollar la tecnología solar han representado una barrera difícil de superar. Recién en el 2012 se inauguró una primera planta de 20 MW, pero fue en el 2016 cuando verdaderamente se produjo el ‘boom’. La empresa multinacional Enel Green Power Perú (EGPP), tras ganar una subasta energética organizada por Osinergmin, comenzó a construir Rubí, una central solar capaz de generar 440 GWh anuales, una potencia equivalente al consumo eléctrico de 350 mil hogares peruanos.

“El Perú tiene unos recursos naturales excepcionales”, reconoce Eugenio Calderón, gerente general de EGPP. El país dispone de 2.600 horas anuales de sol, una cantidad que está por encima de lo que tiene Brasil o Argentina; y la calidad de sus vientos –constantes y estables– le permiten aprovechar 4.800 horas al año, también superior a las 3.500 que capta Chile. “¿Pero por qué el Perú, bendecido por el viento y el sol, está tardando en desarrollar plenamente este sector?”, se pregunta Eugenio, quien considera que el país está llamado a asumir el liderazgo de las renovables en la región.

En el año 2008, el Perú fue pionero global en aprobar una normativa sobre las subastas de Recursos Energéticos Renovables (RER). Con esta medida, el Estado reconocía la importancia de las energías limpias y las promocionaba como una manera de renovar su matriz energética; además, al mismo tiempo, impulsaba las primeras medidas de mitigación contra el cambio climático. En ese momento, los costos de las tecnologías renovables eran muy altos y la norma les abría la puerta a través de la organización de subastas energéticas donde solo ellas podían concurrir. Sin embargo, lo que originalmente fue una medida novedosa, diez años después se volvió obsoleta. La tecnología ha evolucionado tanto y tan rápido que sus costos se han reducido entre un 78% y un 90% –eólica y solar, respectivamente–, y hoy en día ya no necesitan los mecanismos previstos por la norma para generar energía eléctrica a precios muy competitivos.

“Tras el primer impulso en el 2008, las tendencias mundiales en la incorporación de las renovables superaron lo avanzado a nivel nacional”, explica Luis Flores, gerente de Asuntos Regulatorios de EGPP. “Cuando volvimos a ‘conectarnos’ en el 2014, descubrimos el nuevo panorama mundial”.

Herald Cubas, supervisor de operación y mantenimiento, y Jeffrey Arce, supervisor de línea de la planta.

Eugenio Calderón ofrece una luz sobre la explosión energética vivida en la última década: “El ‘boom’ de las renovables es un fenómeno muy reciente. El 98% de la potencia solar mundial instalada tiene menos de diez años. Hasta 2018, entre solar y eólica, se han instalado 1.000 GW –unas 85 veces la potencia instalada en el Perú–; esto se debe a que muchos países, al descubrir una tecnología económica, de gran calidad y accesible, han comenzado a adecuar sus marcos regulatorios a esta nueva oferta”.

Las consecuencias han sido inmediatas: los costos han seguido bajando y las empresas generadoras pueden ofrecer la energía eléctrica a los consumidores a menor precio. Adicionalmente, los países han encontrado una oportunidad para mejorar la competitividad de su industria nacional y les resulta más sencillo cumplir con los compromisos de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) firmados en el Acuerdo de París. Por todos esos motivos, para el gerente general de EGPP “las energías renovables son la combinación perfecta”.


Una de las leyes fundamentales de la física sostiene que la energía no se crea ni se destruye, solo se transforma. La del sol viaja por el espacio y es captada por alguno de los 560.880 paneles instalados en Rubí, en la cabecera del desierto de Atacama, considerado el lugar con mayor radiación solar del mundo.

Trepado en una loma a la que familiarmente denomina ‘el mirador’, Herald Cubas está a punto de desvelar el ‘milagro’ de cómo logran llevar la energía del sol hasta los enchufes de las casas. “Todo comienza con la excitación de los fotones debido a los rayos del sol”, dice Herald señalando hacia el mar de paneles. “Nosotros aprovechamos este fenómeno, generamos un flujo de electrones –conocido como corriente– en los paneles, y convertimos la energía solar en eléctrica. Después, la canalizamos hacia una subestación que está dentro de nuestras instalaciones para que dos transformadores eleven la electricidad a 220.000 voltios, que es la potencia a la que opera el Sistema Nacional Interconectado (SEIN), encargado de transmitir nuestra energía a cualquier punto del país”.

Los niños del salón multigrado del colegio La Clemesí dibujan a Rubí en los cerros de su comunidad.

La subestación Montalvo, cerca de la ciudad de Moquegua, es el punto donde Rubí se conecta con el SEIN. Para llegar hasta ahí, Enel ha instalado una línea de transmisión de 22 kilómetros de longitud. La energía viaja a decenas de metros sobre el suelo soportada por 65 torres de alta tensión que resaltan en un paisaje que por momentos parece lunar. “El SEIN es como una gran bolsa donde todas las empresas generadoras inyectamos la energía que necesita el país para funcionar. Hoy en día, las renovables no convencionales apenas representamos el 5% y nuestra presencia en la matriz energética del país todavía es pequeña”, reconoce el ingeniero. Según las NDC de mitigación, para el 2030 el Perú deberá aumentar su participación hasta una meta más ambiciosa. “Rubí es resultado de dos tendencias: la reducción de costos a nivel mundial y la decisión firme del Perú por combatir el cambio climático”, señala Luis Flores.

La subasta de energía convocada en el 2015 por Osinergmin –y que finalmente ganó Enel Green Power Perú– se podría interpretar como un claro gesto político del Estado peruano para mostrar, unos meses después de haber organizado la COP20 en Lima, su compromiso climático.


“Nunca antes se había construido una planta solar de esa magnitud en el país”, recuerda el CEO de EGPP. El proyecto echó a andar en marzo del 2016 y en esa época Eugenio Calderón acababa de llegar al país –venía de trabajaren Chile–. Fueron meses difíciles en los que lideró su primera crisis, provocada por los efectos del cambio climático: un aluvión producido por el fenómeno de El Niño costero destrozó la central hidroeléctrica de Callahuanca dejándola inoperativa por dos años. Sus desvelos fueron compensados unos meses después con la primera inyección de energía solar de su planta al SEIN. En noviembre del 2017, el sueño de Rubí se hizo realidad.

Por esos días, Herald Cubas también se sintió reconfortado. Había vivido meses de delicadas coordinaciones entre obras civiles, mecánicas, eléctricas, gestionando el trabajo de cientos de contratistas. El ‘sistema circulatorio’ de la planta que él mismo había instalado, compuesto por más de 4 mil kilómetros de cables, funcionaba a la perfección: por las venas de cobre de Rubí fluían, sin sobresaltos, los primeros voltios generados hacia el gran transformador.

“La operación logística fue formidable. Los paneles, que llegaban por mar hasta Matarani, eran despachados en convoyes de camiones hasta Pampa Clemecí. La Panamericana Sur fue escenario de un flujo continuo y sin precedentes en la región. Calculábamos cada actividad al segundo y cualquier retraso afectaba toda nuestra programación. Aunque el trabajo fue agotador, nunca perdimos la motivación porque, con cada avance, demostrábamos que las energías renovables no eran una moda, que llegaban para quedarse y brindar nuevas oportunidades a profesionales de la región”, resume Herald los 13 meses que duró su construcción.

Si para ella fueron necesarias 839 personas, para su funcionamiento diario sobra con cuatro: Herald, un supervisor de línea, otro de seguridad y una persona que atiende los temas comunitarios y de sostenibilidad; el resto son contratistas. Aunque ahora son pocas personas, desde el punto de vista técnico, Rubí ha potenciado el talento de muchos especialistas que ahora podrían participar en proyectos similares con solvencia. Y no solo eso: ha desarrollado nuevas capacidades en logística y construcción de renovables que serán estratégicas para cuando el sector esté más consolidado en el Perú. “Incluso hemos logrado exportar nuestro talento a otros países”, destaca Herald. El ingeniero se refiere a la oportunidad que han tenido cinco ingenieros peruanos, profesionales vinculados a la planta, que ahora están trabajando en un nuevo proyecto en México.

El impulso de la nueva planta solar también ha beneficiado a las industrias locales, sobre todo a las relacionadas con la producción de las estructuras metálicas de soporte y las especializadas en la limpieza y mantenimiento de los paneles.


Si el sol es el mejor amigo de los paneles, la tierra es la villana. El ingeniero Herald Cubas llama ‘soil’ al polvo que se posa sobre las células fotovoltaicas y que les resta eficiencia. Por eso, su limpieza es una de las actividades que se practica a diario en el parque solar. Se lleva a cabo con unos rodillos especiales que son importados desde Alemania, aunque pronto podrían ser producidos en el Perú. Los técnicos de EGPP, con el apoyo de la facultad de ingeniería de la Pontifica Universidad Católica del Perú y de tres empresas locales, están desarrollando un prototipo con el que esperan no solo cubrir la demanda nacional sino, incluso, ofrecerlo a mercados internacionales.

La innovación es un asunto clave para la sostenibilidad de Rubí, ambos componentes primordiales del ADN del Grupo Enel. Esa perspectiva se evidencia en otro proyecto —aún en fase de investigación— que los técnicos están desarrollando y que, de tener buenos resultados, será incluido en el diseño de las nuevas plantas de renovables que la multinacional proyecta construir en otros países. Siendo el agua un recurso escaso en el desierto, los ingenieros moqueguanos, con el apoyo de los técnicos de la Autoridad Nacional del Agua, están probando una máquina que capta la humedad del aire y produce agua. Aunque tardarán un año en evaluar si su cantidad y calidad son las adecuadas para la limpieza de los paneles y otras actividades de la planta, los ingenieros son optimistas: en los cinco primeros meses ha captado un promedio de 1.000 litros diarios.

Las medidas de mitigación del cambio climático relacionadas con el sector energético tienen la particularidad de que el Ministerio de Energía y Minas (Minem) es su promotor, pero son las empresas privadas quienes las implementan. Para cumplir las metas propuestas por el país, según Luis Flores, gerente de Asuntos Regulatorios de EGPP, “es necesario que el Estado dé una mayor señal que impulse el mercado de las renovables y que la inversión privada comience cuanto antes”. Esta premura se debe a que el Perú necesita ampliar su capacidad energética eficiente antes del 2022, y hacer frente a la mayor demanda eléctrica que provocará la entrada en operación de grandes proyectos mineros como Michiquillay, Quellaveco o Pampa de Pongo.

La señal ha llegado con la publicación, por parte de Osinergmin, de una de las normas más esperadas de los últimos años que, al reconocer la potencia firme a las nuevas centrales eólicas, permite a estas generadoras firmar directamente contratos con las empresas distribuidoras de electricidad y con clientes libres.

Los paneles de Rubí captan la energía del sol desde las seis 6 a.m. hasta las 6 p.m.

Sin embargo, la tecnología solar tendrá que esperar todavía unos meses a que el Minem elimine las barreras que existen sobre ella. Precisamente uno de los puntos a corto plazo de la Comisión de la Reforma del Sector Eléctrico será hacer los ajustes necesarios para que puedan participar en el mercado regulado y libre en los bloques horarios –de 6 a.m. a 6 p.m., aproximadamente– donde entregan al SEIN la energía que generan.

La otra buena noticia que ha recibido el sector es la incorporación de las energías eólica y solar en el nuevo Plan Nacional de Competitividad y Productividad –impulsado por el Ministerio de Economía y Finanzas–, que articulará el esfuerzo de los sectores público y privado durante la próxima década. Estas son parte del objetivo prioritario N° 9 que pone en valor los recursos naturales y está dedicado a promover el crecimiento verde y a reducir la vulnerabilidad del Perú frente a los efectos del cambio climático.

En este contexto, según Luis Flores, el ejemplo de Rubí deja varios mensajes claros. El principal es que el Perú es capaz de desarrollar energías renovables no convencionales y que éstas ayudan a mantener el crecimiento económico sostenido, minimizando el impacto en el ambiente. “El desafío del Estado, ahora que la normativa ya no es una limitante, está en ver cómo incorpora las tecnologías renovables con rapidez para que Rubí no sea solo una anécdota. La idea es inaugurar muchas más plantas en el país y que todos disfrutemos de los beneficios de la energía limpia”.


El final de la tarde, cuando los paneles reflejan los últimos rayos de sol y el parque solar ofrece la última postal del día, es un momento tranquilo que Herald Cubas aprovecha para relajarse, estirar las piernas y perderse en silencio entre las estructuras. Su paseo terminará en la loma de siempre. “Es increíble cómo este mar de paneles puede capturar la energía del sol y enviarla hasta nuestros hogares”, dice el ingeniero con la misma voz sorprendida con la que se expresaría un niño. Ahora no mira el parque con los ojos del técnico, sino con los del padre: “No hay nada mejor que saber que mis hijas piensen que su papá trabaja para frenar el cambio climático. Eso, y que tengo la certeza de que vivirán en un mundo mejor”.


Crónica escrita por Xabier Díaz de Cerio, con fotografías de Omar Lucas, publicada por el MINAM en la serie Acción Climática del Perú, en el 2019.

Imagen por defecto
Redaccion Apacheta

Deja un comentario