Un bosque no es solo árboles

Es una paradoja: Perú, el país de los desiertos, también es el país de los bosques. Todos estos ecosistemas cuentan con extensiones de terrenos poblados de árboles únicos y asentados en pisos térmicos extremos, desde la costa hasta casi las cimas nevadas, habitadas por toda suerte de especies vegetales y animales. Su inmensidad es un verdadero reto para la comunidad científica interesada en el estudio de la naturaleza. De hecho, si el Perú fuera una casa, sería una enorme residencia con más de la mitad de área cubierta de jardines. Para imaginar con más precisión aquella vivienda, tal vez podríamos apoyarnos en esta información: solo su franja amazónica representa cerca del 60 % de todo el territorio nacional.

Esa natural abundancia permite al Perú ser parte del club de los 19 países megadiversos que conservan, en su conjunto, el 70 % de la diversidad biológica del planeta. Aquí el destino de la vida depende de la conservación de esa fortuna. Sin embargo, contra lo que suele pensarse, la riqueza de un bosque no son solo sus plantas, sino las relaciones químicas, físicas y sociales que se establecen entre sus especies. En términos ecológicos, los bosques ofrecen grandes servicios al planeta.

Los bosques en Perú se levantan en una geografía desafiante: entre nevados imponentes, planicies extensas, desiertos áridos, cimas heladas y ríos caudalosos.

Quizá uno de los más importantes sea la regulación del flujo de las aguas superficiales y subterráneas, una labor clave para el desarrollo de las especies animales y vegetales. A ello se suma su acción purificadora, pues absorben grandes cantidades de CO2, lo cual los convierte en poderosos aliados para hacer frente al cambio climático. Increíblemente, esa vocación de cuidado va más allá e incluye también la salud de las personas, un aspecto que a menudo no se considera: el 80 % de las especies medicinales utilizadas en el Perú provienen de los bosques.

Todos estos servicios ecosistémicos llegaron a nosotros luego de millones de años de evolución biológica y no pueden replicarse. Tampoco es posible inventar sus animales, ponerlos allí para impedir que se extingan. Un oso de anteojos, por ejemplo, aprende a diferenciar tallos, flores y cortezas porque su madre le muestra cómo hacerlo. Es algo que nadie más puede enseñarle de igual forma. Sucede lo mismo con los árboles: hay una cultura que se transmite a través de lenguajes que solo ellos dominan, que tal vez solo el bosque entiende. Son políglotas y no es una metáfora. Ahora se sabe, gracias a las investigaciones de diferentes científicos como David George Haskell, que los árboles se comunican a través de sonidos, vibraciones y olores. Nuestros bosques han florecido gracias a esos secretos alfabetos de células. Producto de esa locuacidad han prosperado en una geografía plena: de nevados, volcanes, planicies, cañones, desiertos, lagos en las cimas heladas, ríos, cascadas, paredes de roca. Cada piso altitudinal con sus condiciones atmosféricas, moldeó un tipo distinto de bosque. Y el hecho de que los Andes sean una formación montañosa longitudinal –que se extiende de sur a norte–, y no transversal como los picos del Himalaya –que se extienden de este a oeste–, solo le impuso otra particularidad a lo que ya era excepcional: latitud, esa medida que establece la distancia angular de un punto de la tierra con la línea del Ecuador. Esto se traduce en singulares realidades.

Por ejemplo, uno es el paisaje forestal en una montaña al sur de Chile y otro muy diferente en una montaña al norte del Perú, incluso a pesar de estar en idéntica altura sobre el nivel del mar. Una muestra de la sorprendente biodiversidad de nuestros bosques son sus especies endémicas, es decir, aquellas exclusivas de un territorio. Los endemismos del Perú son incontables e incluyen centenares de aves, árboles, flores, anfibios y mamíferos. Entre ellos destacan especies vegetales y animales. En la Amazonía, el escenario resulta aún más sorprendente: las copas de los árboles más altos atesoran un universo de insectos aún sin nombre; muchos de ellos todavía no han sido estudiados por la ciencia. Todo ese panorama nos lleva a una pregunta: ¿cómo pueden coexistir bosques tan diversos en un país de costas yermas, cuya capital Lima está plantada en medio del desierto?

En los bosques peruanos habita una enorme diversidad de reptiles, pequeños y grandes.

Desde el 2010, Programa Nacional de Conservación de Bosques para la Mitigación del Cambio Climático del Ministerio del Ambiente (MINAM) viene desarrollando diversos proyectos con un horizonte de sostenibilidad y desarrollo. Si bien estas labores a favor de la preservación de los bosques han tenido excelentes resultados, el paso del tiempo exige una labor constante: si nos descuidamos y permitimos que el actual ritmo de desforestación continúe, en la próxima década corremos el riesgo de perder una superficie seis veces más grande que nuestra capital. ■


El texto pertenece al libro Perú, Reino de Bosques, publicado por el MINAM en el 2021.

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Redaccion Apacheta

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