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El primer eslabón en la cadena de la evolución de la Asociación Ecologista en Defensa del Medio Ambiente (AEDMA) fue el pequeño vivero con un centenar de plantones de pinos que Wilman Estrada, uno de sus cinco fundadores, instaló en el jardín de su casa en Abancay (provincia de Abancay) hace ocho años. El pequeño paso para estos estudiantes de Agronomía de la Universidad Nacional Micaela Bastidas (UNAMBA), supuso un gran salto para la entonces nueva organización, pues ese fue el momento exacto en el que el grupo de amigos decidió pasar del cruce de palabras apasionadas en defensa de la naturaleza en los pasillos de la facultad a la acción.
Luego llegaron las campañas de limpieza, siempre coloridas. La conquista de las calles con sus apasionados mensajes ecológicos. Y la organización comenzó a crecer. Tanto que en apenas un año ya eran quince las personas activas que formaban parte de ella. Se habían ganado un nombre en la ciudad. Y llegó el momento de plantearse quiénes eran y hacia dónde querían caminar. Una época que Wilman recuerda de especial intensidad, “porque fue un momento muy importante en el que fijamos las bases de lo que somos hoy: una asociación autosostenible totalmente apolítica. Y esa es la máxima que siempre dirige nuestras acciones”, explica con orgullo este ingeniero agrónomo de 25 años que reparte su tiempo entre la organización y su trabajo en el Centro para el Desarrollo Humano (CDH).
Lo de buscar un nombre nuevo vino inmediatamente después. “Sentíamos AEDMA demasiado formal. ¡Y somos jóvenes! ¡Necesitábamos un nombre que expresara toda nuestra fuerza! Hubo varias propuestas interesantes, pero nos quedamos con Ecoenergía porque define a la perfección nuestra potencia, nuestras ganas de hacer cosas para proteger el planeta en el que vivimos”, explica. No fue el único cambio. La asociación también amplió su ámbito de acción y a la protección de los bosques sumó la defensa de los animales y la educación en materia ecológica.
“Ahora organizamos todas nuestras acciones siguiendo el Calendario Ambiental, pero también seguimos haciendo actividades de forma espontánea. No queremos perder nuestra esencia, ese impulso que te da el ser joven”, comenta con un gesto de complicidad Ivar Zárate, egresado en Medicina Veterinaria y Zootecnia de 22 años. Habla entonces de la Jornada de Recogida de Basura de la Feria que se celebra cada domingo en Abancay “que decidimos de un día para otro e hicimos sin guantes”; de la Jornada de Limpieza en el Santuario Nacional de Ampay que hicieron bajo la lluvia “y pagando la entrada, a pesar de ir a hacer allí un trabajo voluntario”; y de la Campaña Antitaurina “que organizamos en apenas dos días con gran repercusión en la población”.
La difusión es el próximo gran objetivo de Ecoenergía. El que aún está por desarrollar pero incluye publicaciones propias y videos de sus actividades que quieren distribuir por las redes sociales y a través de diferentes sitios web. De momento ya hay dos trabajos editados. Tienen en mente muchos más. Saben que la sensibilización es una parte imprescindible de su labor en defensa del ambiente,tanto como la Educación Ambiental en las escuelas. “Si queremos que el tema sea sostenible hay que esparcir la semilla. Crear nuevas generaciones con una conciencia respetuosa con los ecosistemas”, sostiene Ivar con convicción.
La energía ni se crea ni se destruye, solo se transforma. Por eso estos jóvenes ambientalistas apuestan por los niños y adolescentes que vienen tras ellos; aunque también buscan una real implicancia de aquellos que los precedieron, “adultos que no se preocupan lo suficiente ni por el cambio climático ni por los estragos que el ser humano causa en la naturaleza”, comenta Ivar. Por ese motivo, ser invitados a formar parte de la Comisión Ambiental Municipal y Regional ha sido un paso estratégico y fundamental.
“La Comisión es el lugar en el que podemos hacer propuestas, aunque aún no tomen demasiado en cuenta lo que decimos y solo nos hagan caso después de presionar largo tiempo. No importa, tenemos paciencia. Son muchas las ideas que queremos compartir”, comenta el impetuoso estudiante de Veterinaria que sueña con abrir un refugio en el que acoger animales abandonados.
La batalla es dura pero no desfallecen. Y cada vez son más. La asociación ambientalista ya cuenta entre sus filas con 25 miembros de carreras tan diversas como Agronomía, Ingeniería Ambiental, Veterinaria, Derecho, Ciencias Políticas, Administración de Empresas e Ingeniería de Minas; así como con dos potentes aliados: el Centro para el Desarrollo Humano (CDH) y el Proyecto de Manejo Sostenible de la Tierra (MST Apurímac), a través de la Red de Voluntariado Ambiental Juvenil (RVAJ). La unión hace la fuerza y la defensa del planeta puede hacerse desde cualquier profesión. Y es justamente esa diversidad de puntos de vista la que – sostienen- enriquece su enfoque de trabajo.
“A veces uno siente que es la lucha de David contra Goliat. Y mis padres siempre me dicen que no puedo ser ni Ghandi ni Teresa de Calcuta. Pero nosotros vemos los problemas como oportunidades. Así que yo respondo que quizás no pueda cambiar el mundo, pero sí mi entorno. Y si todos hacemos lo mismo la transformación será total. Me gusta llegar a casa y sentir que estamos haciendo algo bueno. Es algo que no se puede describir”, comenta Ángela Peralta, de 20 años y estudiante de Ingeniería Ambiental, quien en unos años visualiza Ecoenergía como un referente medioambiental no solo en Apurímac, sino en todo el Perú. “La gente tiene que identificarse con el problema para poder actuar contra él. Y en eso trabajamos. Concienciar a la sociedad es una labor titánica, pero no imposible”. ■
Un texto escrito por Carolina Martín, con fotografías de Omar Lucas, que forma parte del libro Geo Juvenil Apurímac. Fue publicado por el MINAM en el año 2015.