La sinfonía que fertiliza la tierra

PRIMER MOVIMIENTO
‘Allegro ma non troppo’

Brotó de a poquitos, como despertando del letargo al que fue sometida en las entrañas del cerro. La corriente constante de agua, tras descender por el canal rústico que los pobladores locales llaman ‘manyaraki’, se precipitó apenas un metro, dibujando un arco perfecto en el aire; produciendo al impactar contra la losa de piedra, un sonido armonioso y afinado, como terapéutico.

El ‘Baño de la Ñusta’ no es la única fuente que los ingenieros incas diseñaron en la base de los andenes de Ollantaytambo, pero quizá sea la más fotografiada por turistas de todo el mundo. El bajorelieve en forma de triple chacana que enmarca con elegancia el chorro de agua denota que fue un espacio especialmente importante y sagrado. Sin embargo, para Richard Miksad la verdadera razón de su belleza no es debido a su diseño sino a su hipnotizador gorgoteo. “Algunas piedras del incamisana fueron talladas con la intención de producir diferentes efectos sonoros y componer una sinfonía de matices que reforzaban la ritualidad del lugar. Es una obra maestra de la ingeniería inca dedicada al agua”, respondió el ingeniero hidráulico y estudioso del complejo arqueológico, al ser entrevistado en 2014 en el diario El Comercio.

Tipón, sitio arqueológico situado al sur del Cusco, que posee una de las más grandes obras de irrigación en andenes de la época inca.

Richard, que es profesor en al Universidad de Virginia (EE.UU.), regresa siempre que puede al Perú acompañado de estudiantes que le ayudan a profundizar en sus investigaciones, a registrar nuevos sonidos con la meticulosidad de un afinador de pianos. Para él, cada una de las 14 fuentes es un instrumento que integra la ‘orquesta’ tallada en piedra en el corazón del Valle Sagrado de los incas.

El culto a los elementos de la naturaleza es una constante presente en todas las culturas donde los hombres han querido vincularse a los poderes sobrenaturales con la secreta intención de controlar el ambiente; y entre los antiguos andinos, el agua siempre ocupó un lugar destacado. Ésta era la fuente de la fertilidad y, junto al sol, quien propiciaba del desarrollo de su agricultura, una actividad básica para asegurar el bienestar de la población en un territorio megadiverso, pero difícil y hostil.

La arqueóloga Ari Caramanica concluye que en los Andes, incluso hoy en día, es casi imposible separar lo productivo de lo sagrado. En sus investigaciones sobre la expansión de la frontera agrícola en el valle de Chicama ha descubierto que junto a los canales ancestrales, los pobladores de las culturas Mochica y Chimú, levantaron huacas con altares orientados hacia el Este, posiblemente para honrar la llegada de las lluvias tras largos períodos de sequías que soportaban en la costa norte del país.

Según la mitología inca, de las lagunas cercanas a la Cordillera del Vilcanota nacía la energía masculina que fertilizaba a la pachamama.

‘Pero…¿dónde han quedado las otras dimensiones del agua?’, se pregunta Ronald Ancajima lamentando que la actual Ley de Recursos Hídricos solo contemple los usos primarario, productivo y poblacional. Ronald es un hombre de ciencia convencido de la vigencia y fortaleza de la cultura ancestral del agua y por eso combina su trabajo técnico en la Autoridad Nacional del Agua (ANA) con la divulgación a través de un blog sobre hidráulica inca, su gran pasión. “La riqueza en el tawantinsuyo se basó en la producción agrícola; un éxito que sólo lograron con una precisa planficiación y gestión del agua, pero no por ello se olvidaron de cultivar su dimensión ritual y musical”.

Los ejemplos están regados por todo el territorio: desde el sofisticado sistema de terrazas de Tipón, en Cusco, hasta el canal de Cumbemayo, en Cajamarca; desde el monumental acueducto de Ascope, hasta los extensos canales subterráneos en el desierto de Nasca. “¡Todas son obras monumentales que siguen proporcionando agua a pleno rendimiento!”, señala el ingeniero Ancajima.

La cosmovisión andina orientó las creencias de sus pueblos e influyó notablemente en la manera en la que entendieron e intervinieron un basto territorio. En ese mundo ancestral todas las cosas tenían vida y debían ser tratadas con respeto y sentido de reciprocidad; el agua también.


SEGUNDO MOVIMIENTO
‘Molto vivace – presto’

El dios Wiracocha emergió del lago Titicaca y creó el universo como un pedazo de tierra flotando sobre las aguas eternas del océano. Después, esculpió a los hombres y mujeres a partir de piedras, dibujo sus rostros, les vistió con diferentes tocados, y ordenó que se introdujeran por conductos líquidos subterráneos que conectaban el gran lago con una multitud de pakarinas dispersas en los Andes. Estos hombres y mujeres, que viajaron a través del agua para establecer las primeras comunidades, concibieron el Titicaca y el Pacífico como los confines del mundo, espacios misteriosos y sagrados habitados por sus dioses.

“El agua ha cumplido un rol fundamental en la constitución de la humanidad”, sentencia el antropólogo Luis Millones. “Y esta propuesta supera a cualquier otra percepción sobre su santidad. Hoy en día pensamos que dominamos al agua, pero antiguamente era al revés; ésta, en un gesto de magnanimidad, era quien ofrecía a los hombres la posibilidad de usarla, invirtiendo el sentido de propiedad que manejamos en nuestras sociedades”.

Esta copa ceremonial de la cultura Lambayeque muestra a una divinidad femenina en posición de parir. De entre sus piernas sale un canal de agua que se bifurca y está lleno de peces, crustáceos y hombres pescando en él.

Como muestra de su voluntad de cuidar el agua, los primeros agricultores comenzaron a rendir culto a las montañas nevadas de la cordillera. Organizaron romerías a las lagunas y manantiales donde participaban en ceremonias con la intención de atraer a las lluvias y propiciar cosechas abundantes. Fue entonces cuando creyeron que muchos de sus dioses se establecieron en las cumbres junto a los espíritus de sus antepasados, quienes desde arriba vigilaban y cuidaban a sus pueblos enviándoles el líquido celeste.

Como recoge la investigadora Silvia Limón en su ensayo Entidades sagradas y agua en la antigua región andina, las montañas más prominentes de la sierra adquirieron una categoría, la de ‘abuelos protectores’, que aún se mantiene vigente en el ámbito rural. En la costa, sin embargo, son las paredes de los templos de barro, las cerámicas ceremoniales o los textiles que utilizaron para enterrar a sus muertos, los objetos que mejor reproducen la relación simbólica de sus goberantes míticos con el agua. Según estos relatos, el héroe en la cultura Mochica, Ai-Apaec, Naylamp en la Lambayeque o Taycanamo en la Chimú, salieron del mar para fundar sus respectivas dinastías, seguramente porque el océano Pacífico fue su principal proveedor de alimentos y un factor definitivo para sobrevivir en el desierto.

“En la costa, sierra y selva la necesidad se crea de acuerdo al entorno y el agua se explica de manera mágica” señala la periodista y gran conocedora de las costumbres populares, Sonaly Tuesta. “La mayoría de creencias amazónicas están basadas en el agua porque sus habitantes mantienen una relación muy estrecha con la naturaleza y el bosque. Un ejemplo es el pueblo kukama que se autodenomina como ‘gente del río’ y todas sus actividades giran a su alrededor”.

La energía del río Colca, en Arequipa, inspiró los diseños de los primeros vestidos tradicionales de los collaguas y cabanas, los dos pueblos originarios de este valle.

Pero quizá la representación más estética que combina las dimensiones práctica y simbólica del agua sea la piedra de Saywite; un monolito de gran tamaño que forma parte de un centro ceremonial situado en la cabecera del valle de Curahuasi, a 45 kilómetros de Abancay. Su estructura, que recuerda a la de una montaña, permitía a los celebrantes derramar líquido en la parte superior, llenar con él las lagunas talladas en altorelieve, y esperar a que descendiera por quebradas, arroyos y ríos hacia la parte inferior, donde canales, acequias y reservorios, custodiados por animales de piedra relacionados con el mundo acuático, lo recibieran. El diseño de varios conductos internos permitía que el agua, la chicha o incluso la sangre de camélidos, saliera finalmente por todo el perímetro de la paqcha con el sentido de fecundar simbólicamente a la pachamama .

La explicación de esta gran fuente ha hecho correr ríos de tinta por parte de estudiosos que ven en ella la evidencia más clara de que los antiguos pobladores ya manejaban lo que en términos actuales conocemos como ‘la gestión integrada de los recursos hídricos con enfoque de cuenca’, y que hoy en día nos parece tan novedoso. Otros investigadores prefieren centrar sus investigaciones en los dioses antropomorfos que encuentran tallados en la punta del monolito, generalmente dispuestos en parejas, sujetando cántaros a través de los cuales nacen los arroyos. Sin embargo, para el antropólogo Luis Millones, principal manifestación de este conjunto de creencias andinas no estaría expresada en piedra sino en la misma naturaleza: “para los peruanos no existe una paqcha que exprese mejor el poder simbólico del agua que el lago Titicaca”.


TERCER MOVIMIENTO
‘Andante cantabile con moto’

“Señor todo poderoso
que riges el mar de arriba
y el mar de abajo.
Bendice este lugar,
y si en este agua sagrada
existiera alguna energía negativa;
que huya…que huya…”

La letanía que Juan Carlos Supoyana recita con voz profunda y sentida, como inspirada por una fuerza telúrica, provoca el estremecimiento de Lucila Velazques, a su lado. Hoy, 5 de noviembre, Juan Carlos y Lucila no son Juan Carlos y Lucila. Durante 24 horas dejarán su condición de mortales para transformarse en la mítica pareja inca que salió de las aguas del Titicaca buscando la tierra donde fundar un imperio. La escenificación de la leyenda de Manco Capac y Mama Ocllo es una tradición que se realiza en Puno desde 1960. Apenas los primeros rayos de sol tocan la superficie del agua, los escogidos, acompañados por un cortejo de más de cien figurantes, parten desde la pequeña isla de totora hacia la ciudad, donde miles de personas aguardan bailando y tomando cerveza.

Este año, los organizadores de la ofrenda al agua han querido reivindicar los graves problemas ambientales que sufre el mítico espejo de agua. Según Daniel Ccama los pasivos mineros y las aguas residuales de Puno y Juliaca arrojadas sin tratamiento al lago hacen peligrar el bienestar de miles de pobladores que viven de la pesca y el turismo. “El agua representa a la vida misma sin la cual nosotros no podríamos vivir. Nuestros fundadores nos enseñaron a cuidarla y respetarla”, señala el floklorista, “pero últimamente lo hemos olvidado”.

La Piedra de Saywite representa un ‘mapa’ simbólico aparentemente asociado al agua, la fertilidad de las tierras y las fuerzas cósmicas comprometidas en su existencia.

Pero hoy es un día de fiesta en el altiplano y ningún problema podría nublar esta que sirve para reforzar su identidad y demostrar públicamente su repeto hacia la mamaqocha o ‘madre laguna’, que es como en quechua llaman al Titicaca aquellos que se consideran hijos suyos.

Las actividades que se organizan entorno al agua –algunas festivas, otras laborales–reflejan el corazón de las comunidades que las mantienen vivas, refuerzan sus vínculos sociales y logran reproducir su voz más genuína. Para Sonalí Tuesta “no se trata de la ritualidad por la ritualidad. Ellos necesitan entrar en armonía con sus deidades para obtener el agua y cultivar”.


CUARTO MOVIMIENTO
‘Adagio allegro molto e vivace’

Las montañas están llenas de agua y cuando ésta rebosa y se precipita por las quebradas produce sonidos inspiradores. Así lo perciben muchos músicos populares cuando se pierden por los paisajes altoandinos buscando incorporar en sus composiciones secretas melodías. Estas tonadas serán después el acompañamiento musical de las fiestas del agua organizadas en varios puntos del país y que preceden a la época de lluvias. Las notas virtuosas que salen del violín Marcial ‘Pichinquito’ Flores han ganado varias competencias en el valle del Sondondo, cuna de reconocidos danzantes de tijeras. “Cada año me gusta sorprender al público con nuevas tonadas. El viento, los puquiales y las cataratas son los sonidos que más me emocionan”, confiesa el músico.

La limpieza de acequias y canales que se realiza durante los yaku raymi es un trabajo colectivo donde participa toda la comunidad. En el pensamiento tradicional el agua es un bien colectivo del que ninguna familia puede apropiarse porque todas tienen derecho a disfrutarlo. En la sierra de Áncash, Corongo conserva uno de los mejores ejemplos basados en esta solidaridad y respeto a la naturaleza. La organización de los “Jueces del Agua”, que se remonta al periódo preincaico, asegura el abastecimiento del agua para todos sus vecinos y cultiva al mismo tiempo la memoria histórica. Es una tradición tan arraigada que fue incluida en lista del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de la Unesco en 2017.

Las cataratas, como la del Velo de las Ninfas, en Tingo María, son lugares propicios para realizar rituales de iniciación.

“Mi bisabuelo fue juez del agua hace casi cien años y mi abuelo, hace 70. Para mi familia representa una tradición y una devoción a San Pedro, nuestro patrón, quien nos da fuerza para cumplir de manera honesta nuestra responsabilidada”, dice Jorge Casaverde, quien recientemente ha sido elegido para ejercer la autoridad en los turnos de riego durante los próximos doce meses.

El mantenimiento de los canales se hace a finales de junio. Según el agricultor Jorge Trevejo, acompañan la faena comunal con una banda de música porque no deja de ser un ritual y una manera de celebrar la vida. “Ese día es nuestra oportunidad para rendir tributo al agua. Trabajamos alegremente para que el agua llegue a las chacras porque nuestros canales son como las venas y arterias de la comunidad”, dice el vecino en un video que el Ministerio de Cultura produjo a raiz de la designación de la Unesco.

Pero si existe un instrumento en los Andes con poderes mágicos para llamar al agua ese es la chirisuya . Al menos así lo creen en la sierra de Lima, a pocas horas de la capital moderna y cosmopolita. Aunque en muchos la conocen como el ‘instrumento de los incas’, ésta llegó con los primeros conquistadores españoles en el siglo XVI. Pero en el Perú no solo la adoptaron sino que, al cambiar las dos lengüetas del instrumento original por cañones de plumas de cóndor, la adaptaron rápidamente a su cosmovisión. Desde entonces las comunidades asocian su sonido al culto a las montañas, nevados, lagunas y ríos, y quienes la tocan son considerados medio brujos.

El ‘mingao’ es seguramente el personaje más peculiar de la fiesta de San Pedro de Laraos. “Está representado por un ‘viejito’ que desciende de la montaña por las acequias que esperan recibir el agua”, explica Sonaly Tuesta, quien ha grabado un reportaje de la fiesta para un conocido programa de televisión. “El brujo, con una vara que agita al viento, recorre el camino, saltando y bailando, al tiempo que le exhorta al agua para que se apure en bajar de la montaña porque las chacras le están esperando”.

Marcial Flores es un músico muy reconocido en Andamarca, Ayacucho. Sus tonadas están inspiradas por los arroyos y saltos de agua.

Y mientras el sonido peculiar de chirisuya se trenza con el discurrir del agua, los agricultores le arrojan vino, frutas, flores porque es un ser vivo al que deben alimentar. “En el ande todos comen: come la gente, come el cerro, come la tierra…y come el agua”, concluye la periodista.

Las sociedades andinas se han desarrollado gracias a la sabiduría ancestral que han mantenido sobre el uso y la conservación del agua y que ofrece alternativas exitosas para enfrentar problemas actuales y futuros, muchos de ellos ocasionados por los efectos de la crisis climática.

Pero si por algún motivo extremo fallaran todos los sistemas tradicionales y modernos, si llegara una sequía de dimensiones desconocidas, los campesinos todavía tendrán la posibilidad de descender de las montañas hasta la costa y regresar con varios litros de agua de mar. El antropólogo Luis Millones ha registrado en sus investigaciones la celebración de pagapus con agua salada. “Porque si no es en el océano, ¿dónde más reestablecemos el orden natural del agua?”. ■


Un texto escrito por Xabier Díaz de Cerio para el libro Cultura del Agua, que fue publicado por la Autoridad Nacional del Agua en enero del 2021. Fotografías: Omar Lucas, Ernesto Benavides, Enrique Castro-Mendívil, Museo Larco, Wikimedia Commons, PromPerú.

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Redaccion Apacheta

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