La batalla sin tregua de una lideresa nata

Son muchas las críticas y los comentarios maliciosos que, durante más de veinte años, Gabina Maruja Encalada ha tenido que escuchar de boca de algunos hombres de Totora-Oropesa por su defensa de los derechos de las mujeres. “Que si era ociosa y no tenía otra cosa que hacer. Que si por mi culpa ahora las esposas nos avivábamos y éramos las que poníamos los cachos”, relata con cierta pena Maruja, de 43 años. Pero el contexto, lejos de apagarla, siempre la impulsó a seguir combatiendo con fuerza un machismo que detesta. Algo que hace desde los 21 años, cuando entró a formar parte del Club de Madres y el Comedor Infantil de la localidad, una experiencia que le hizo conocer muy de cerca a compañeras increíbles anuladas por esposos que las maltrataban. Una situación que le impactó de forma poderosa.


Dos años después se hizo juez de paz. Quería poder trabajar más por todas aquellas campesinas que no sabían a quién acudir. Pero era como subir la piedra hasta lo alto de la colina para ver como inexorablemente volvía a caer. Y comenzó a sentir una gran impotencia, que era poca la recompensa y mucho lo que estaba descuidando a sus hijos. Así que se retiró. Y se alejó durante cinco largos años. Hasta que una mañana se levantó y sintió que era hora de dejar de autoengañarse. “Era evidente que algo estaba mal y que no iba a cambiar si no lo enfrentábamos”. Apenas un día después ya había retomado sus actividades en el Club de Madres. Y desde 2011 es la presidenta de la Federación de Mujeres del Distrito de Totora-Oropesa (FEMUDITO), que trabaja de forma intensiva por la inclusión de las féminas en el desarrollo de la comunidad y en la toma de las decisiones que atañen al mismo.

Sus 35 miembros forman parte de programas como el Vaso de Leche y Juntos, así como del Club de Madres que vio nacer a Maruja como lideresa, se reúnen el día 15 de cada mes y entonces hablan largo y tendido de sus derechos, de la importancia de la defensa del medio ambiente, del maltrato que aún viven algunas congéneres, de cómo combatir la contaminación en la zona y de salud. Y todas ellas sienten que de este modo fortalecen su autoestima. Ahora además, gracias al apoyo del Proyecto MST-Apurímac, están trabajando en su Plan de Actividades Anuales.

“Si no estuviéramos agrupadas nuestra situación sería peor, no tendríamos oportunidad de ser escuchadas”, reivindica Maruja, madre de cuatro hijos, agricultora (cultiva en su chacra papa y maíz), ganadera (tiene a su cuidado varias vacas), pequeña empresaria (vende salchipollo algunas noches en la esquina de su casa) y presidenta de la FEMUDITO. Con ese currículum es imposible imaginar que pueda estarse quieta por un segundo. Y desde hace meses ya habla “de tú a tú” con la empresa Consorcio Minero Horizonte que opera en la zona. Es muy buena negociando. Hasta la fecha ha logrado que la empresa les subvencione una capacitación en computación y ya está en conversaciones avanzadas para que les den un curso de preparación de viandas, enfocado básicamente al pequeño comercio en la calle con el que muchas agricultoras completan sus ingresos. Ha convencido a todas las mujeres de la Federación de que pierdan el miedo a ganarse la vida por sí mismas. Aprovechando el día de pago del Programa Juntos, organizan una feria en la plaza en la que, además de textiles y productos agrícolas, venden comidas típicas. Un ingreso extra que muchas de ellas, hace apenas unos meses, no podían siquiera imaginar. ■


Crónica escrita por Carolina Martín –con fotografías de Antonio Escalante– que forma parte del libro Ecohéroes. Fue publicada por el MINAM en marzo del 2013.

Imagen por defecto
Redaccion Apacheta

Deja un comentario