La batalla se juega en la cancha

El mismo día en que se creó la Junta de Usuarios de Tarapoto, el 19 de enero de 1986, comenzó a jugarse el partido más importante de su cortísima historia. Hasta antes de esa fecha, todos los asuntos relacionados con el agua estaban regidos por la informalidad y la anarquía: los agricultores regaban sin ninguna coordinación con las autoridades y se producían demasiados conflictos sociales. Por aquel tiempo, Amanda Flores, con 42 años, regresó a Tarapoto, en San Martín, por unos meses para acompañar a su padre durante el proceso judicial por la invasión de su terreno; pero ese viaje se prolongó por más de diez años y ella rehízo su vida como acuicultora.

Amanda recuerda que al principio no existían las organizaciones de usuarios de riego, que sembraban más tabaco y algodón que arroz, que los terrenos llanos, al estar inundados, estaban casi regalados, que luego llegaron los migrantes de las regiones andinas y compraron los terrenos que nadie quería y que fueron ellos, con sus propias manos, quienes construyeron los primeros canales.

Amanda fue una de las pocas mujeres que participó activamente en la transformación del paisaje productivo de Tarapoto. Quizá la única. En esa época las mujeres estaban relegadas a un segundo plano. “El derecho al agua correspondía a los titulares del terreno y estos siempre habían sido de los varones”, aclara Amanda, quien hoy es empresaria. “Lamentablemente, las esposas y los hijos no hemos tenido ni voz ni voto”. Aunque ella sí la tuvo.

Candelaria Sánchez no sabe leer ni escribir, pero es una de las más participativas en las reuniones de su comité.

Amanda fue de las primeras usuarias de la Comisión Cumbaza y asumió, como tal, diferentes cargos de responsabilidad. Actualmente, es una de los nueve consejeros de la Junta, la organización de usuarios del agua más importante de este sector, que reúne a 986 agricultores, casi todos dedicados a la producción de arroz.

“Las mujeres son más responsables y puntuales que los hombres, tienen una mirada amplía de los problemas y se preocupan más que nosotros por el cuidado del agua”, reconoce Manuel Coba, agricultor, empresario y actual presidente de la Junta, un tipo sesentón conocido como “el rey de copas”, gracias a los 37 títulos regionales que ganó con el Cultural Deportivo El Tumi, el club de fútbol que dirigió por más de 20 años. Manuel ha estado rodeado siempre de jugadores jóvenes y, por ello, sabe cómo hacer que las personas trabajen en equipo por un mismo objetivo.

Mientras conversamos de la gestión local del agua le propongo un juego: pensar en las 3.800 hectáreas de arrozales como si fueran un gran campo de fútbol y formar un equipo con las mejores agricultoras de la zona. Puede sonar curioso, pero lo que pasa en una cancha puede parecerse más de lo que creemos a lo que sucede en la vida.


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ALTA MOROSIDAD

Actualmente, casi la mitad de usuarios no paga la tarifa por utilizar el agua de riego. Y los que sí lo hacen, la cancelan cuando termina la cosecha. El problema es que sin ese dinero la Junta no puede planificar tareas básicas como la limpieza y el mantenimiento de los canales o la distribución adecuada del agua. El gerente técnico de la Junta, el ingeniero Michel Córdova, comenta que muchos agricultores piensan que no es necesario pagar por el agua, ya que en cualquier momento cae un aguacero del cielo que inunda gratis sus sembríos. “Solo aparecen por el local [de la Junta] cuando es época de estiaje y la ausencia de lluvias hace peligrar sus cultivos”.

Al alto porcentaje de morosidad –en el 2013 representaba un 70%– hay que sumar el mal manejo de lo recaudado. Carolina Payma ha sido tesorera en varias comisiones de usuarios y explica que le resultó complicadísimo controlar la circulación de los cheques. “Muchas veces sentí impotencia, incluso hasta soledad”, confiesa la agricultora.

Para Manuel Coba, Carolina es una pieza clave en su ‘equipo’: es creativa, con ideas claras, trata muy bien a las personas y eso la convierte en una líder que sabe cómo resolver los problemas. “Si tuviera una posición en el campo, Carolina jugaría de defensa central. Es hábil con las cuentas y muy tenaz: perfecta para evitar que nos marquen más goles en contra”, dice Manuel.

Reunión de usuarias del agua en el local de la Junta.

Carolina es conocida por su carácter fuerte. Cuando era más joven la llamaban ‘la correpeones’, porque no había un trabajador que la igualara en las faenas del campo. Dicen que cargaba los sacos de fertilizantes a la par que ellos y que muchos hombres no regresaban al día siguiente porque se sentían avergonzados. La vida la hizo ser aún más fuerte: quedó viuda con 26 años y tres hijos. “Tuve que hacer de papá y de mamá, y hacerme cargo de la chacra. Saqué adelante a mi familia, pero fue muy duro”.

Por esa época, fueron varios hombres los que se ofrecieron a ayudarla a cambio de que fuera ‘cariñosa’ con ellos. Carolina lo vivió como la peor ofensa: se había criado siempre por principios y supo defender su dignidad como mujer.


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FALTA DE COMPROMISO

Mercedes Armas o ‘Mechita’, como la conocen en el campo, reparte su tiempo entre el arrozal y el trabajo como presidenta del Comité Alto Shupishiña. Dice que para las tareas del campo cuenta con el apoyo incondicional de su marido, pero que para las del Comité todos se corren. “Muchos usuarios no quieren ir a las reuniones para librarse de los compromisos. La mayoría no son puntuales ni honestos y solo piensan en obtener beneficios personales”.

El ingeniero Jaime Huamanchumo, director de la Autoridad Administrativa del Agua, confiesa que en la selva este tipo de organizaciones son bastante débiles. Esto se debe a que los técnicos no han sido correctamente capacitados y el nivel educativo de los usuarios es muy bajo, lo que provoca, entre otras cosas, que desconozcan las normas del sector, sus derechos y obligaciones.

En este tramo del río Huallaga, otra realidad se suma e impide que los agricultores colaboren entre sí. “Ha sido una cuenca muy castigada por el terrorismo y el narcotráfico y se nota en el trato entre las personas, que son más distantes y desconfiadas. Han sufrido un proceso doloroso, triste, y sus heridas todavía no han cerrado”, lamenta el ingeniero.

El acompañamiento técnico que hace la Junta sobre el terreno es muy importante para el uso racional del agua.

Según el Informe Final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR), “la ocupación de la selva alta ha generado sociedades rurales complejas y no exentas de conflictos debido a personas de diferente origen y cultura: nativos, colonos, ribereños y, sobre todo, migrantes andinos de pocos recursos. […] El negocio ilícito experimentó un crecimiento espectacular, un ciclo que comenzó en la década del setenta y que duraría hasta 1995. Millones de dólares entraron provocando la caída en la producción agrícola lícita y el incremento de variadas formas de violencia”.

Mechita denuncia la falta de compromiso de los usuarios, porque la mayoría espera que sean otros quienes resuelvan sus problemas “y no se dan cuenta de que cuando un comité mejora, mejoramos todos; y si fuéramos constantes, también mejoraría el país”. Manuel pondría a Mechita de volante por izquierda, de ‘8’, porque “es una mujer con sentido común y que colabora con sus compañeras para llegar al gol”.

En una posición similar colocaría también a Candelaria Sánchez: una mujer que siempre está dispuesta a organizar las tareas comunales de limpieza de canales y muy participativa en las reuniones de su comité; una verdadera armadora de equipo. “Candelaria es iletrada, pero ha sabido salir adelante y tiene un mérito enorme. Ella sería una excelente ‘6’, porque le da equilibrio al grupo de mujeres. Siempre está en el lugar indicado”, concluye Manuel.


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MACHISMO Y MALA EDUCACIÓN

“No sé leer ni escribir, pero a mí nadie me engaña. Voy al banco a hacer las gestiones, soy la responsable de pagar a los peones y quien saca las cuentas al final del día”, señala Candelaria con orgullo. Aunque esto es algo reciente, ya que, al fugarse su esposo con otra mujer, ella tuvo que asumir todas las responsabilidades del campo. “Lloré durante tres años seguidos porque no sabía ni por dónde entraba el agua a mi terreno”.

Candelaria es una mujer pequeña y honesta, de fácil sonrisa. El día que la encontré caminaba descalza y despreocupada en el arrozal como lo haría por una alfombra verde en la sala de su hogar. No sucedía lo mismo cuando participaba en las reuniones de los comités Primero de Octubre y Rosanayco, donde no se atrevía a hablar. “Me sudaban las manos y se me secaba la garganta. Me ponía demasiado nerviosa”, recuerda la agricultora de 69 años.

Carolina Payma ha conocido muchos casos como el de su amiga Candelaria. Cuando suceden, ella es la primera en salir en su defensa: “¡Qué les pasa compañeros! ¿Por qué se burlan? Algunas mujeres no tienen facilidad de palabra y tienen miedo a equivocarse”, protesta entonces ante los desatinos de otros usuarios.


Manuel Coba cree que la remontada es posible, que por muchos problemas que tengan en las organizaciones existe la voluntad de cambiar: “Solo lograremos un buen resultado si todos luchamos juntos para erradicar la informalidad”.

El ánimo de Crescencia Campos, del Comité Primero de Octubre, permanece intacto a pesar de que se siente abandonada por el Estado –precio bajo del arroz, poca o nula inversión en infraestructuras– y no comparte la actitud de otros usuarios: “Las mujeres estamos preparadas para liderar las comisiones. Somos más confiables y nuestra palabra es ley. Cuando los hombres se toman unas cervezas de más no respetan los acuerdos”.

Amanda y Marco Antonio se dedican a la crianza de paiches en pozas controladas.

Según el director de la Autoridad Administrativa del Agua-Huallaga –conocida también como la ‘triple A’–, este territorio es un rompecabezas todavía por armar. Aunque sus problemas son antiguos y muchos están enquistados, él confía en que la región mejorará a mediano y largo plazo. “La Junta ha comenzado un trabajo serio para lograr una mejor gobernanza del agua; y la ANA estará presente para ayudarles a conseguirlo”, señala el ingeniero Huamanchumo, que a estas alturas del partido asume en nombre de la institución que representa el rol arbitral.


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ARREGLOS INSTITUCIONALES

Si un aspecto caracteriza a los diversos actores del Bajo Mayo es su aspiración a ser más eficientes con los recursos hídricos. “Pero es muy difícil llegar a acuerdos porque, para preservar y controlar las aguas del río Huallaga, necesitamos coordinar hasta con seis gobiernos regionales”, explica el ingeniero Huamanchumo, quien luego afirma que el éxito residirá en su capacidad para lograr una articulación a todos los niveles.

Según el funcionario de la ‘triple A’, la estrategia consiste en construir una nueva institucionalidad basada en un ataque por dos bandas: la técnica y la política, logrando acuerdos con los gobiernos regionales y locales, y las universidades. La puesta en marcha del Comité de la Subcuenca del río Mayo es uno de los primeros goles de su administración, una experiencia piloto pionera que, de tener éxito, será replicada en el resto del Perú. La creación del Grupo Especializado de Trabajo Multisectorial (Getram) de San Martín, que ha logrado reunir a 82 instituciones públicas y privadas, es otro de los aciertos de Huamanchumo. En este momento su equipo trabaja en la creación de uno similar para Huánuco.

Los de la Junta de Usuarios del Bajo Mayo-Mishquiyaku también han contribuido a remontar el marcador. En el 2015 firmaron un convenio con cuatro comunidades nativas quechua lamistas para preservar los bosques de la cuenca alta y asegurar el caudal de los ríos en la temporada seca. Y un año después impulsaron nuevos compromisos con las cuatro comisiones y los 21 comités que forman parte de la Junta, estableciendo un sistema de control de compuertas en cada terreno para evitar que los usuarios desperdicien el agua, “el principal recurso para que funcione la economía de la región”, en palabras del presidente Manuel Coba.

Carolina Payma cree que la clave para terminar con el machismo está en el hogar.

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PLAN DE CAPACITACIONES

Todos coinciden en que la falta de educación es la brecha más difícil de cerrar. En los arrozales de San Martín hay desde adultos con nivel educativo básico o muy básico hasta niños y adolescentes con serios problemas lógico-matemáticos y de comprensión lectora. La prioridad de una sociedad con el 23,4% de pobreza y el 13,1% de desnutrición es sobrevivir, por lo que no dimensiona las consecuencias ambientales negativas que provoca al no gestionar correctamente sus residuos sólidos o al aplicar fertilizantes o plaguicidas sin ningún criterio técnico.

“Todas nuestras acciones influyen en la calidad del agua”, señala el ingeniero Huamanchumo, quien ha planteado una estrategia de sensibilización y capacitación centrada en jóvenes, universitarios y mujeres líderes para generar el cambio definitivo. Su equipo de técnicos, en coordinación con la Junta y una representación de 15 usuarias, ha diseñado un programa de temas variado –derechos de uso del agua, cultura del agua, trabajo en equipo, liderazgo, medio ambiente, salud–, que está siendo impartido durante todo el el año 2019, con un lenguaje sencillo y bajo el enfoque práctico de ‘aprender haciendo’.


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JÓVENES Y MUJERES

Marco Antonio Ramírez y Jéssica Córdova pertenecen a una nueva generación de usuarios que ha crecido viendo cómo sus madres batallaban por el acceso al agua y sus derechos como mujeres. Ambos jóvenes han estado en el banco de suplentes esperando salir al campo. Jessica tuvo la oportunidad de debutar con solo 16 años en una reunión del Comité Cumbacillo, representando los intereses de su madre.

Manuel Coba lamenta que la mayoría de los jóvenes no se comprometan con las organizaciones de usuarios del agua, que asuman responsabilidades y empujen la nueva gestión integrada de los recursos hídricos. “Las mujeres debemos empoderarnos, aprender a querernos y a valorarnos para mejorar las organizaciones desde el interior”, apunta Jessica, ahora con 34 años. Para Manuel, Jessica es, lo que se conoce en el argot futbolístico, una goleadora de raza, alguien que crea espacios y siempre va adelante: “un 9 clásico”.

La agricultura es la principal actividad económica de la región.

Las madres líderes forman hijos que también lo serán, y Marco Antonio es otro buen ejemplo. Su madre es Amanda Flores, la hija que regresó a Tarapoto y se hizo acuicultora, la que se sentía marginada por el hecho de ser mujer en el Comité Unión Cocopa, la que compró un terreno con 16 pozas para criar camarones y le fue muy mal, la que lo intentó de nuevo con gamitanas y le fue peor. La que insistió con paiches y tilapias, y esta vez sí acertó. La que siempre repite y repite que “si no trabajamos unidos nada podemos hacer”.

Marco Antonio siguió el mismo camino emprendido por su madre, pero 25 años después. Terminó de estudiar marketing en Lima y viajó a Tarapoto para acompañar a Amanda y seguir transformando el futuro. “Por si acaso, la jefa sigo siendo yo. No me ha hecho falta ir a la universidad para saber que el agua es básica para la vida y que debemos cuidarla como a un niño”, advierte Amanda delante de su hijo. Y es que como dice con seguridad la empresaria, “en este tema las mujeres de la selva todavía tenemos mucho por hacer y decir”.


AÚN FALTA POR JUGAR…

Pronto empezará el ‘segundo tiempo’ para las mujeres de Tarapoto. Pero esta vez habrá mayores oportunidades para ganar el partido: la Autoridad Nacional del Agua (ANA) se ha comprometido a realizar talleres de capacitación mensuales, encuentros macrorregionales y a seguir promoviendo el fortalecimiento de capacidades entre hombres y mujeres en la toma de decisiones de su organización y en la gobernanza del agua. De hecho, ya se está planeando el primer comité de damas en donde ellas podrán compartir experiencias y aprendizajes para continuar mejorando cada día y así mantener la esperanza de que este nuevo tiempo, que recién empieza, será a favor del Perú, el equipo de todos. ■


Crónica escrita por Xabier Díaz de Cerio –con fotografías de Enrique Cúneo– que forma parte de la serie Mujeres del Agua. Fue publicada por el MIDAGRI y la ANA en el 2019.

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Redaccion Apacheta

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