Una caseta en las alturas

Los tipos de nubes que se dibujan en el cielo de San Antonio ya pueden ser conocidos en más de 24 mil escuelas del mundo. También el pH de la lluvia que determinará la calidad del agua que consume esta comunidad campesina de Apurímac. También la altura de sus árboles, diseminados por su abrupto territorio. Y toda esa información es gracias a la minuciosa labor de los estudiantes de la Institución Educativa Túpac Amaru II, ubicada a 3.452 metros de altitud.

Los estudiantes tienen entre 12 y 16 años y han desarrollado su lado científico gracias al programa internacional GLOBE (Aprendizaje Global y Observaciones para el Beneficio del Medio Ambiente) que les ha capacitado para monitorear de forma periódica la atmósfera, hidrología, suelos y cobertura vegetal de su localidad.

Las mediciones ambientales permiten a los estudiantes seguir los impactos del cambio climático.

La actividad gira entorno a una caseta metereológica que han instalado en el patio del colegio. Los jóvenes manejan tres tipos de termómetros –uno digital, uno de mercurio y uno de tierra–, un clinómetro para medir la inclinación del terreno, la erosión y la posible retención del agua de lluvia; y un pluviómetro para medir las precipitaciones. La información que recojan será cruzada con otros datos, obtenidos en otros puntos del planeta, para conocer de manera más precisa sobre los impactos del cambio climático y la desertificación.

Los estudiantes deben rellenar unas fichas que luego son colgadas en la web de GLOBE internacional, para que sean compartidas por la comunidad estudiantil de todo el mundo. El trabajo es muy participativo y todos rotan en las diferentes tareas semanales.

Gracias al programa internacional GLOBE, los alumnos monitorean la atmósfera, los suelos y la cobertura vegetal de su localidad.

“Los jóvenes son tremendamente detallistas. Esta labor les sirve como práctica del curso Conversiones de Escalas Termométricas de 5º grado. Pero hay algo mucho más importante todavía. Todo lo que aprendan será determinante cuando ellos acaben su formación y trabajen en su chacra”, afirma Esteban Soto, su profesor de ciencias. “Con este conocimiento podrán prever la temporada de lluvias o en qué suelos cultivar. Ellos tendrán mejor información sobre cómo cuidar el medio ambiente.


Crónica escrita por Carolina Martín –con fotografías de Antonio Escalante– que forma parte del libro Ecohéroes. Fue publicada por el MINAM en marzo del 2013.

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