Una carrera sin huella de carbono

Jéssica Tantaleán es una activa promotora del uso de la bicicleta en Lima. Adquirió la convicción en Barcelona, adonde viajó para estudios de posgrado. En esa ciudad vio que era posible una vida urbana donde la gente pedalea para sentirse eficiente. Cuando regresó, pudo aportar sus conocimientos a una nueva gestión de la Municipalidad de Lima que buscaba propuestas innovadoras. Fue asignada al Proyecto Especial de Transporte No Motorizado, una oficina que al inicio pocos comprendían, pero que después fue ganando espacios en el debate público sobre las alternativas para mejorar la manera en que los limeños se movilizan. “La tendencia mundial para hacer las ciudades más accesibles al uso de bicicletas ya no se puede parar”, comenta ahora, en una reunión que hemos acordado y a la que ha llegado, para variar, en bicicleta.

Tantaleán, quien trabajó el tema en organismos públicos de España y México, afirma que la idea de promover el ciclismo no trata de resolver solo un problema de desplazamiento personal, sino de adaptar los espacios públicos para mejorar las dinámicas urbanas. Lima siempre ha sido un paisaje agreste para el peatón y, con frecuencia, para los ciclistas. Sin embargo, la situación empezó a cambiar en años recientes con iniciativas públicas destinadas específicamente al transporte sin motor. La Municipalidad de San Borja, un distrito de amplias áreas verdes y edificios residenciales, tiene un programa llamado San Borja en Bici, que permite a sus vecinos utilizar unas 200 bicicletas instaladas en un circuito de seis estaciones, con un potencial impacto de 3 200 viajes al mes. Por su parte, la Municipalidad de Miraflores, el corazón turístico de la capital, apunta a habilitar 24 kilómetros de ciclovías, que conformarán una red en las principales avenidas del distrito, y promueve actividades especiales como el turismo en bicicleta. “La idea es no solo enfocarse en el transporte, sino en cómo organizar la ciudad”, refiere la especialista.

Jéssica Tantaleán promueve políticas para favorecer el uso de la bicicleta como medio de transporte no motorizado.

Desde su oficina en la Municipalidad de Lima, ella promovió muchas actividades relacionadas con el ciclismo. Una de las más recordadas, que con el tiempo se volvió una tradición, fue el cierre total de la Avenida Arequipa, una de las principales de Lima, para dedicarla exclusivamente al uso peatonal y de los ciclistas aficionados los días domingo. Una vez a la semana, esa arteria de más de cincuenta cuadras, que conecta el Centro de Lima con el distrito costero de Miraflores, se llena durante medio día de miles de personas de todas las edades y condiciones que practican deportes como el ciclismo, el skateboarding o el trote. La actividad compromete el paso por varios distritos y se realiza en un entorno seguro, con vigilancia y asistencia técnica cada cierto tramo. Es uno de los principales espacios promovidos desde el Estado para la vida saludable.

Tantaleán trabaja ahora desde la sociedad civil para impulsar nuevas iniciativas. Es una de las fundadoras de Mobilis, una asociación que promueve estrategias integrales para el transporte saludable en la ciudad. En octubre del 2015 la asociación colaboró con el Ministerio del Ambiente en la organización de la “Semana de la movilidad sostenible”, una serie de actividades que incluía desde salidas en bicicleta y ferias informativas hasta juegos y conciertos de rock. Una de las acciones más innovadoras fue la iniciativa “Vamos a comer en bici”, de la Municipalidad de Miraflores, que ofrecía descuentos a personas que visitaran en bicicleta alguno de los más de ocho restaurantes que se animaron a participar. Otro de los logros fue que se estableció la interconexión del sistema de bicicletas públicas de tres distritos importantes por su extensión y población (San Borja, Surco y Surquillo); y además, en el marco de la semana, se anunció la creación del Día sin Auto en San Isidro, que se celebrará todos los días 22 de cada mes.

“Hay que generar proximidad”, refiere Tantaleán.

En la avenida Larco, en Miraflores, se eliminaron estacionamientos para autos y se extendió la ciclovía.

Es lo que intenta promover también un grupo de ciclistas denominado Actibícimo, que desde hace cinco años difunde los beneficios de practicar el ciclismo y trata de insertar en la agenda pública las necesidades urbanas de los usuarios de transporte no motorizado. “Necesitamos conocer los derechos del ciclista”, dice la joven Claudia Nicole Santiago, una de las integrantes más recientes del colectivo. Esta mañana, algunos miembros han accedido a reunirse para mostrar la dinámica de los usuarios en una ciudad que empieza a cambiar. La cita es en el parque Reducto, un memorial a los héroes caídos en una guerra hace doscientos años. El lugar tiene un amplio estacionamiento destinado exclusivamente a bicicletas, que suele ser usado por los consumidores de una feria de productos orgánicos que se instala cada semana en la calle adyacente. En el amplio jardín interior hay gente que hace picnic o practica tai chi. Es como un epicentro de la vida saludable.

Claudia Nicole ha llegado en una de sus bicicletas, un modelo campestre de color blanco con una simpática canastilla de mimbre delante del timón. Ella la usa para los paseos cortos o cuando no lleva demasiada prisa. Para los trayectos más extensos, emplea una bicicleta montañera, que le ofrece más velocidad y capacidad de maniobra. Es la que emplea para viajar de su casa en Surco hasta la Pontificia Universidad Católica, en San Miguel. “Este es un movimiento social que se está dando en todo Lima”, comenta la estudiante de Comunicación Organizacional. “Para mí es un modo de vida, funcional y económico”.

Miembros del colectivo Actibícimo en una reunión de coordinación al aire libre.

Claudia Nicole es una chica con sentido crítico. Además de practicar ciclismo por cuestiones personales, está convencida de su efecto transformador de ciertas prácticas sociales que determinan la manera en que los ciudadanos nos relacionamos. “Necesitamos desmarcar el discurso de que al auto está asociado al poder, o que si montas bicicleta es porque eres pobre”, comenta. En realidad, la manera de evaluar la conveniencia de usar uno u otro debería ser su nivel de eficiencia: viajar en un auto supone el gasto de combustible para al menos cuatro personas, pero por lo general los conductores limeños viajan solos. No hay una cultura de compartir el transporte para aminorar las emisiones de carbono. El uso de bicicleta, en cambio, no genera emisiones, con la frecuencia reduce el tiempo de viaje en plena zona urbana, y es bueno para el organismo. El único detalle, que le atañe por su condición de mujer, es el acoso callejero que parece acentuarse contra las ciclistas. “A veces te cierran el paso con el auto, y eso incluso pone en riesgo tu vida”, comenta.

La misma experiencia ha pasado Susana Agulló, una diseñadora de Barcelona que vive en Lima desde hace seis años. Apenas llegó, sintió el impacto del acoso machista cuando salía con su bicicleta. “Al principio me ponía otra ropa, más ligera, pero tuve que cambiar mis hábitos por un tema de comodidad”, refiere. No eran solo los comentarios que recibía de los transeúntes, sino de los propios conductores de autos que llegaban a arrinconarla con el vehículo para imponerle su presencia. “Si al menos después de esos gestos invasivos me cedieran el paso, bueno, pero ni eso”, bromea como para dar por superada esa etapa. Agulló, que usa la bicicleta como medio de transporte desde los 16 años, nunca había participado de un colectivo. Aquí descubrió el trabajo de Actibícimo y se sintió identificada con el esfuerzo militante para recorrer la ciudad y reclamar los derechos de quienes prefieren dejar los autos como última opción.

Los distritos de Miraflores y San Borja son los que promueven más activamente el uso de bicicletas, facilitando lugares para estacionarlas.

Alexis Echevarría es uno de los miembros originales. Se unió a poco de formado y ya lleva cinco años en la subcultura del transporte limpio. Su trabajo de consultor le exige movilizarse por distintos distritos más o menos cercanos a Miraflores, donde reside, y siempre va a sus citas en bicicleta. Se precia de que gracias a eso siempre llega puntual. “Lo que en taxi me toma 25 minutos, en bicicleta lo hago hasta en 15”, comenta. Ahora se plantea incorporar en su agenda la lucha contra el acoso callejero contra las mujeres ciclistas. Echevarría tiene una idea clara de por qué se produce: “Para muchos, ver a una mujer en bicicleta es chocante. Ni siquiera creen que va a trabajar y de alguna manera sienten que invade el espacio de los hombres”.

El colectivo ha hecho campaña para que se incluya al ciclismo como una de las opciones de mitigación del cambio climático en las discusiones de las autoridades locales. Al igual que lo sucedido en otros países, los avances en este sentido se deben en buena cuenta gracias al movimiento generado por colectivos civiles con diversos objetivos que convergen en dos ruedas. Echevarría cree que el perfil del ciclista también se ha ido definiendo hacia una situación de equidad, a pesar de los problemas de acoso. “Si te fijas, el mayor uso del sistema interconectado de bicicletas en San Borja se produce entre las 7 y las 9 a. m., entre las 12 y las 2 p. m., y entre las 5 y las 7 p. m. Es decir, en horas punta, para ir o regresar del trabajo. Y más del 55% son mujeres”. También se ve el equilibrio en las salidas nocturnas que el grupo Actibícimo organiza cada cierto tiempo. En esas ocasiones se llegan a juntar hasta 2 500 personas. “En todas vas a ver una participación importante de mujeres”.

Los promotores del transporte no motorizado usan diversas formas para comunicar sus ideas.

En el 2013, la Fundación Ciudad Humana realizó una encuesta entre usuarios de bicicleta de Lima para establecer sus perfiles y hábitos. El 79% de los entrevistados aseguró que la bicicleta era su principal medio de transporte, por encima del servicio público. Un tercio del mismo grupo tenía formación universitaria, seguido en porcentaje por personas con secundaria completa y en tercer lugar las personas con formación técnica. Cuatro de cada diez entrevistados tenía un trabajo formal y tres tenían un trabajo informal. La mitad de los encuestados invertía una hora al día en sus desplazamientos en bicicleta, para desplazamientos que no superaban los 4 kilómetros al día. Un porcentaje menor la usaba para desplazamientos mayores a 10 kilómetros. La mayoría de este grupo sentía que la capital era todavía muy insegura para montar bicicleta.

Desde entonces, algunos esfuerzos permiten augurar que el cambio es posible: un video presentado en la Semana de la Movilidad Sostenible 2015 muestra que, pese a las dificultades, Lima cuenta con un total de 150 km de ciclovías que poco a poco van generando una red interdistrital; la Municipalidad de Miraflores tomó una medida audaz para eliminar estacionamientos alrededor de su plaza principal y colocar en su lugar una ciclovía bien señalizada que ha permitido un salto de 20 a 120 bicicletas en circulación por hora; y el sistema interconectado del Municipio de San Borja ha permitido incrementar el uso de bicicletas de 0.2% a 12%. No se ha perdido una sola bicicleta y tampoco han ocurrido accidentes. ■


Crónica escrita por David Hidalgo –con fotografías de Omar Lucas– que forma parte del libro Una misma mirada a partir de muchas voces. Fue publicada por el MINAM y el MIMP en julio del 2016.

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Redaccion Apacheta

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