San Pascual: el hogar de los ashaninka de grandes ideas (II)

En setiembre de 2021, se formó el Comité de mujeres artesanas de San Pascual, compuesto por ocho madres de familia dispuestas a mejorar su economía y preservar su cultura e identidad a través de sus tejidos. “Las mujeres vemos las necesidades que tienen nuestros hijos en el colegio y la casa. Por eso, para complementar el ingreso familiar, decidimos iniciar un emprendimiento artesanal. Esta iniciativa nos ha enseñado a valorar mejor nuestro trabajo y nuestro tiempo”, comenta Eli Fernández, presidenta del comité.

Además de las capacitaciones relacionadas a los negocios, la intervención de la Alianza por la Amazonía apuntó a difundir y acercar al mercado el trabajo de este grupo de mujeres dedicadas a la elaboración de saratos (morrales) y cushmas (túnicas) tejidas en fibra de algodón, con iconografía y colores que muestran la cosmovisión del mundo ashaninka. Así las madres artesanas han podido participar de ferias organizadas por la Alianza por la Amazonía y la Municipalidad de Satipo.

“Ellas se han sorprendido de lo que pueden lograr si mejoran sus capacidades en costura, patronaje y estética con la ayuda de una guía y mucha paciencia”, cuenta Alejandra Uzuriaga, consultora del proyecto que apoya a las artesanas en el diseño y elaboración de productos con potencial de mercado. “En esta sesión han elaborado con telar una blusa reversible inspirada en la cushma, y accesorios, cinturones y carteras con mejores acabados. Así pueden gustar más a un consumidor nacional y extranjero”.

El interés de estas mujeres por seguir aprendiendo es más que evidente. En el espacio habilitado por la comunidad para el taller artesanal se aprecia la remalladora entregada por la Municipalidad de Satipo. Del grupo de mujeres, Fabela Huapi es quien mejor la sabe usar. En San Pascual se aplica un precepto: todo lo que sabe o aprende un comunero debe compartirlo con el resto. Por eso, Fabela enseña a su hermana Elena a maniobrarla, pero a ella le cuesta. Le da miedo que una de las agujas le atraviese el dedo. Fabela le explica que no debe apurarse, que no presione tan fuerte el pedal y que solo la práctica la ayudará a controlar la máquina. Se lo dice calmada, con cariño de hermana, pero sobre todo con la paciencia de buena maestra. La Alianza por la Amazonía también ha potenciado las competencias blandas de las artesanas, como la autoconfianza y la habilidad para resolver problemas.

Si bien las ocho asociadas del Comité de mujeres artesanas empezaron a perfeccionar su técnica y diseños hace pocos meses, muy pronto las piezas confeccionadas en la capacitación del día de hoy serán patentadas y publicadas en un catálogo digital auspiciado por el proyecto.


La principal referencia que tenía la población de San Pascual acerca del Covid-19 era que la gente moría. “Cuando el personal de la posta de Marankiari nos informó que el coronavirus había llegado a Satipo y que debíamos usar mascarillas, mantener la distancia y lavarnos mucho las manos, tuvimos mucho miedo. Además fue chocante, porque no teníamos esos hábitos”, recuerda Ener De la Cruz, el apu de la comunidad.

El cuidado de la salud frente al Covid-19 fue abordado por la Alianza por la Amazonía con acciones de sensibilización frente a la pandemia, que evitaran más contagios entre la población de San Pascual. “Nuestras campañas fueron difundidas en ashaninka y en español. Nos apoyamos mucho en la radio, que es el medio más escuchado aquí. Así cubrimos la necesidad de información, que era tan importante en ese momento”, señala Chiang Arizapana, comunicadora zonal del proyecto. Ella recuerda que solo algunos utilizaban mascarilla, un hecho que, a causa del calor sofocante, se repetía en muchas comunidades de la selva del país. Esto era un tema de costumbre en las poblaciones nativas, así como lo era el uso de hierbas medicinales. Sobre todo, el tabaco y el matico, que se empleaban para tratar los casos de gripe y los síntomas leves del coronavirus —el dolor de cabeza y la fiebre— en la población adulta, la cual en determinado momento resultó contagiada casi a un 90%. “El proyecto nos brindó información muy valiosa sobre la prevención del Covid-19. Y estas recomendaciones nosotros las combinamos con nuestras prácticas ancestrales, de las cuales nunca nos desligamos”, cuenta Ener.

Con la llegada de la vacuna, se organizaron jornadas de sensibilización y difusión sobre su efectividad, pues existía la idea de que esta era un “chip” o que, incluso, podía provocar esterilidad. Si bien estos argumentos provenían de una minoría, la campaña de comunicación de la Alianza por la Amazonía contribuyó a desaparecer este mito. Actualmente, la totalidad de la población de San Pascual cuenta con la tercera dosis y los niños de cinco a once años con la primera.


Cae la tarde y las mujeres se congregan para asistir al taller de soporte emocional y prevención de la violencia en el local comunal. Allí las espera Daniel Yaringaño, psicólogo del proyecto, quien las agrupa y les entrega un papelógrafo. Les pide que dibujen a una mujer y que al terminar corten el papel en varias partes. Luego les dice que unan las piezas con cinta adhesiva. “¿Tienen idea de qué tema conversaremos el día hoy?”, les pregunta. Una de ellas responde. La mujer menciona la violencia familiar, una problemática que existía antes del Covid-19 y que el líder de San Pascual ha solicitado que se aborde. Al igual que en otras comunidades nativas en donde la Alianza por la Amazonía trabaja, este tipo de práctica está normalizada y se padece aún en el interior de muchas familias.

“Existía temor de hablar sobre este tema, pero nuestra labor permitió brindarles confianza y consejería sobre cómo afrontar y resolver las dificultades que atravesaban en la convivencia familiar. Las escuchábamos con mucha atención, guardando absoluta confidencialidad”, cuenta Daniel. “Esto era terapéutico para ellas. A partir de esas experiencias hemos trabajado en la identificación de las redes de apoyo que tienen para salir adelante”.

Dado que los servicios de salud mental y consejería emocional no suelen estar al alcance de las comunidades nativas, sus líderes han sido capacitados para prestar contención emocional a la población, más aun tratándose de un grupo étnico que tuvo que afrontar el terrorismo por casi dos décadas.

Si bien no existen datos exactos de aquellos años, según la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR), de los casi 55 mil ashaninka que habitaban en las diferentes regiones de la selva del Perú en la década del ochenta, cerca del 10% murió y unas 10 mil personas tuvieron que desplazarse a causa de la violencia. Muchos, además, padecieron trabajos forzados en los llamados “Comités populares” de Sendero Luminoso. Durante la guerra interna desaparecieron, concluye la CVR, 44 comunidades de esta etnia: 14 del Alto Tambo y 30 del río Ene.

La historia no fue muy diferente en San Pascual. Muchos fueron testigos de este periodo de violencia, tal como lo relata doña Alejandrina Azua. “Tenía 22 años cuando llegué a la comunidad de Mapitamani a cuidar a mis sobrinos porque mi hermano era profesor y tenía que ir a una capacitación. Como no había nada para comer, me fui con los niños al río a buscar carachamas. Cuando regresé vi que los adultos estaban reunidos y que había un hombre con botas preguntando por el jefe de la comunidad. Él no estaba porque se había ido con su segunda mujer. Luego vi que el hombre señalaba a un comunero y lo acusaba de ser un violador”, cuenta doña Alejandrina, quien a pesar de sus 72 años recuerda la escena muy bien. “Lo hizo cargar una piedra y después le dijo que se tirara al piso boca abajo. Y gritó: ‘Acá no van existir violadores, ni rateros, ni hombres con dos mujeres’. Dejó caer la piedra en la cabeza del comunero y de pronto ya había un charco de sangre. Nos dijeron que dejáramos el cuerpo ahí mismo. Esa noche no pude dormir y tuve miedo por mi vida”.

En San Pascual, agrega Ener, hay refugiados, “personas que fueron retenidas contra su voluntad, que lograron escapar y que prefieren no hablar sobre estos hechos”.

La época de la guerra interna a causa del terrorismo fue muy dura para las poblaciones indígenas y dejó heridas que en muchos casos continúan abiertas hasta nuestros días. En tanto, la pandemia representó una coyuntura jamás vivida por nadie desde el punto de vista sanitario, económico y de salud mental. Pese a ello, la comunidad de San Pascual mira el futuro como siempre lo ha hecho: con optimismo, confiada en sus propias fortalezas.

“Si bien la piscigranja y el taller de artesanía son emprendimientos que están madurando poco a poco, ambos tienen todos los elementos para desarrollarse muy bien”, afirma Aparicio Gutiérrez, coordinador zonal de la Alianza por la Amazonía en Junín.

Hoy los líderes y emprendedores ashaninka de esta comunidad nativa tienen la motivación, las capacidades y las herramientas para continuar impulsando sus iniciativas y asumir un rol protagónico en su desarrollo económico. Todos en San Pascual lo tienen claro: “No queremos caer en el asistencialismo. Somos un pueblo bendecido por el río que nos proporciona agua para nuestras cosechas, la tierra produce alimentos de pan llevar y el clima es muy favorable. Por todo eso tenemos un gran potencial”, concluye Élida, orgullosa de ser una ashaninka. ■


Texto escrito por Giovanna Dioses –con fotografías de Omar Lucas– que forma parte de la publicación Alianza por la Amazonía frente al Covid-19. Fue publicada por CEDRO y USAID en el 2022.

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Redaccion Apacheta

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