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Gilberto junta las manos, las acerca a su boca y empieza a soplar a través de la abertura que forman sus pulgares. El aire atrapado al interior se transforma en un sonido agudo pero agradable al oído. A él se le suma Isaías, quien está parado a cinco metros de distancia. Juntos realizan este peculiar “llamado”. Son casi las ocho de la mañana en la comunidad ashaninka de San Pascual, ubicada en la provincia de Satipo, en Junín, y los integrantes del Comité de piscicultores se preparan para reunirse. En el local comunal, los 15 ashaninka asociados empiezan a congregarse. Ener De la Cruz, el líder de la comunidad, da la bienvenida y cede la palabra a Élida De la Cruz, presidenta del Comité, quien explica que el día de hoy se llevará a cabo el muestreo biométrico para controlar el peso y la talla de 50 pacos, pez oriundo de las zonas tropicales. Estos serán elegidos al azar de los dos mil que cría la comunidad.
Es un trabajo que debe realizarse rápido para no estresar al animal. Los hombres ingresan a la piscigranja con una extensa red. Avanzan por el agua, alineados, con cuidado, mientras Élida los dirige. Al cabo de un tiempo, los dos comuneros que sujetan los extremos de la gran malla se dan el encuentro, cercando a los peces. Se observa a algunos pacos saltar y aletear. A un lado, las mujeres se alistan para pesarlos y medirlos. Lo hacen con apuro, pero cuidando cada detalle. Élida los coloca en una pequeña balanza uno a uno, Wendy los mide y Ena anota los datos para devolverlos al agua lo más pronto posible.
Hace un par de años, la Comisión Nacional para el Desarrollo y Vida sin Drogas (Devida) y la Municipalidad de Satipo le plantearon a un centro poblado vecino contar con una piscigranja, pero como no hubo interés de sus autoridades, se le propuso la iniciativa a San Pascual, la cual fue acogida por la comunidad.
“Instalamos la piscigranja donde se encontraba la loza deportiva, la cual no usábamos”, cuenta Élida. “Se trajo maquinaria para hacer la excavación. Todos, hombres y mujeres, apoyamos en los trabajos. Una vez lista, se nos entregó 1.500 alevines de paco e implementos”. Élida recuerda que se organizaron en cinco faenas para la captación de agua y realizaron ollas comunes para poder trabajar todo el día.
Alcanzado el peso ideal, 250 gramos, una parte de los pacos fue repartida entre las 33 familias del Bajo San Pascual, ubicadas en la margen izquierda del río Satipo, y el resto fue destinado a la comercialización. Con lo obtenido, la comunidad compró dos mil alevines —crías recién nacidas de paco— e insumos. Así nació este emprendimiento en junio de 2021, en plena pandemia y crisis sanitaria mundial. Un momento muy duro para los ashaninka, el cual es el pueblo indígena más numeroso de la Amazonía peruana.
Según cuenta Ener, solo algunas personas ingresaban a la comunidad para adquirir productos como maíz, café y cítricos, “pero nos pagaban el precio que querían o nos valíamos del trueque para complementar la canasta familiar”. Eran días en los que los ashaninka no solo no salían de San Pascual por temor al contagio, sino que no generaban ingresos como antes. Con una economía mermada y un virus cuyo avance se tornaba preocupante, se generó mucha tensión y nerviosismo en la población.
En ese contexto, CEDRO y USAID, a través del proyecto Alianza por la Amazonía frente al Covid-19, emprendieron un trabajo de acercamiento con las comunidades nativas de zonas de desarrollo alternativo de diferentes regiones del Perú, entre ellas San Pascual, con el propósito de atenuar el impacto económico, social y sanitario ocasionado por la pandemia.
“Iniciamos nuestra intervención hace un año junto con la Municipalidad de Satipo. Nos enfocamos en el componente económico, del cual se tiene muy poco conocimiento en las comunidades. Y es que muchas veces estas no saben qué hacer cuando un proyecto culmina. O si están empezando con una iniciativa productiva, desconocen cómo llevarla a cabo bien”, cuenta Esperanza Ágreda, promotora de la Alianza por la Amazonía del componente de recuperación económica en Junín. Sus palabras son una radiografía precisa de lo que sucede en muchos pueblos del interior del país, que por falta de conocimientos, no logran sacar adelante proyectos productivos para los cuales han recibido una primera ayuda.
“Cualquier iniciativa de este tipo debe ir acompañada de una adecuada educación financiera. Por eso en San Pascual hemos brindado talleres de sensibilización para que los recursos proporcionados para la piscicultura de pacos no sean destinados al autoconsumo, sino que sigan creciendo”.
Como parte de estas capacitaciones, los piscicultores ahora cuentan, por ejemplo, con un cuaderno donde registran las ventas y un padrón de responsables de la alimentación de los peces para cada día. Los talleres con el uso de la metodología Canvas —herramienta visual para analizar y crear modelos de negocio de forma simple— les ha permitido ordenar sus ideas y determinar dónde comercializar sus productos y cómo hacerlos llegar a sus clientes. Hoy mujeres y hombres de este Comité se preocupan por pensar en los mejores canales de comunicación para difundir su emprendimiento, cómo comprender su mercado, con qué aliados contar, los recursos que necesitarán, entre otros muchos aspectos de su trabajo. Por otra parte, las asistencias técnicas en la crianza de peces y la elaboración de su propio alimento balanceado les permiten hoy soñar con nuevas iniciativas económicas.
La venta de pacos puede llegar a ser un buen negocio por dos motivos muy buenos. Primero, por su rentabilidad: la cosecha de este pez tropical se realiza dos veces al año y, actualmente, el kilo puede llegar a costar hasta 14 soles. Segundo, por la actual coyuntura en donde todos buscamos cuidar la salud. Para algunos especialistas, el paco posee excelentes propiedades nutricionales gracias a su contenido de proteínas, potasio, fósforo y ácidos grasos —como el Omega 3 y 6—, lo que hace que su consumo fortalezca el sistema inmunológico.
“Cuando la Alianza por la Amazonía empezó a ayudarnos ya habíamos iniciado la venta de paco, pero no contábamos con las herramientas para saber qué más podíamos hacer”, cuenta Élida, luego de terminar de pesar los pacos. La educación financiera ha sido clave para ella: “A partir de estos nuevos conocimientos decidimos no hacer un mal uso del pequeño capital que teníamos y apostamos por instalar un comedor para darle un valor agregado a nuestro emprendimiento. Así empezamos a trabajar también en el turismo vivencial”. Para esto, el Comité habilitó un espacio, la Municipalidad de Satipo les dio una cocina y un balón de gas, y CEDRO, dos congeladoras, una mesa de acero inoxidable y diversos implementos de cocina.
Gracias a las coordinaciones de la municipalidad, el Comité que preside Élida ha tenido ya la visita de dos grupos de turistas, siguiendo los protocolos sanitarios. Y con el apoyo de la Alianza por la Amazonía, muy pronto se implementará un segundo estanque para la crianza de mil alevines de paco más. ■
Texto escrito por Giovanna Dioses –con fotografías de Omar Lucas– que forma parte de la publicación Alianza por la Amazonía frente al Covid-19. Fue publicada por CEDRO y USAID en el 2022.