Los cazadores de nubes

Cada mañana a las nueve, con la puntualidad de un reloj suizo, los alumnos de Secundaria del Colegio José María Arguedas de Haquira, divididos en grupos por secciones, salen al patio de la Institución Educativa armados con los instrumentos que les permitirán medir la temperatura, los tipos de nubes y el PH de la lluvia (si es que la hubiera) de su comunidad. Su labor es importante. De lunes a viernes, al mediodía, informan en directo de los grados Celsius que definirán la jornada por Radio Doble A, la más sintonizada de la comarca. Gracias a los datos que ellos recogen los agricultores de la zona pueden prever cuál es el mejor momento para realizar las diferentes faenas agrícolas. Por eso trabajan de forma minuciosa; cada detalle puede marcar la diferencia.

Aunque caminan haciéndose bromas hacia la caseta meteorológica donde guardan todos los aparatos de medición, sus rostros tornan serios cuando empiezan su tarea. Saben que no es un juego y, como miembros del Programa GLOBE –Aprendizaje y Observaciones Globales en Beneficio del Ambiente– desde junio de 2012, trabajan como los pequeños científicos que son. Mientras uno determina que las nubes que se ven al norte son las conocidas como cúmulos –bajas y esponjadas– y las del este se asemejan más a cirros –son altas y de aspecto más ligero–, otro fija la temperatura del día ayudado por dos termómetros –digital y de mercurio–, y un tercero se encarga de determinar la humedad del suelo. Toda esa información, apuntada en sencillas fichas, es luego introducida por Martha Sea, la profesora de Ciencia, Tecnología y Ambiente –CTA– y encargada del Programa en el colegio, en la página web de GLOBE internacional. Ésta representa una iniciativa impulsada por la NASA, que extiende su participación a más de 24 mil escuelas alrededor del planeta y que permite que los escolares conozcan más sobre los impactos globales del cambio climático y la desertificación.

Los estudiantes han aprendido a utilizar los instrumentos a la perfección. Saben que en sus manos está que su comunidad reciba una información precisa.

Las mediciones son completas. Además de las nubes, la temperatura y la humedad, los alumnos de entre 12 y 16 años están capacitados para usar un clinómetro con el que miden la inclinación del terreno (que influye en la erosión que este puede sufrir, su capacidad de retención del agua de lluvia y el tipo de vegetación) y un pluviómetro con el que miden las precipitaciones, entre otros instrumentos. El PH de la lluvia, por ejemplo, indica la calidad del agua que se consume en Haquira. “Pero ésta cada vez es peor. Basta con acercarse al río que pasa a la espalda de la Municipalidad para darse cuenta de lo que hablo. Está lleno de botellas de plástico y bolsas con basura”, afirma Maribel Ilachoque, de 16 años. Una situación que los chicos y chicas del Colegio José María Arguedas tratan de revertir.

Lo hacen de múltiples formas, de forma articulada y organizados por aulas. Ya sea promoviendo la separación de residuos sólidos urbanos, tanto en la institución educativa como en las casas; mediante coloridos pasacalles con los que buscan informar a la población sobre la biodiversidad de la zona y sensibilizarla sobre la importancia de las 3R (Reciclar, Reducir y Reutilizar); o a través del Proyecto Refrigerio Saludable, con el que venden jugos de betarraga y promueven el consumo de alimentos sanos preparados por ellos mismos con cultivos andinos como la quinua, la maca y el tarwi, “en vez de las galletas y las gaseosas a las que estamos acostumbrados”, dice Everardo Arredondo, de 16 años. Es un éxito. Los profesores ya no salen a comer fuera del colegio, el dinero recaudado sirve para cubrir los costos de preparación de los diferentes platillos y las ganancias pasan a formar parte de un fondo con el que se busca mejorar las aulas.

Los niños y adolescentes se turnan para preparar tentempiés a base de productos nativos de la zona.

“El problema – dice Paola Durand, de 14 años – es que no nos toman en cuenta por ser adolescentes. Hemos mandado varios oficios a la Municipalidad haciéndoles propuestas para que Haquira sea un lugar más limpio, como que pongan tachos separados de basura en la Feria de los Domingos. Pero nunca nos hacen caso. Es una pena. Nosotros nos tomamos el cuidado del ambiente muy en serio. Y somos conscientes de que unidos tenemos más fuerza. ■


Un texto escrito por Carolina Martín –con fotografías de Omar Lucas– que forma parte del libro Geo Juvenil Apurímac. Fue publicado por el MINAM en el año 2015.

Imagen por defecto
Redaccion Apacheta

Deja un comentario