La conquista de un valle indomable

Hace aproximadamente 7000 años los hombres llegaron al Valle del Sondondo (provincia de Lucanas, Ayacucho), un lugar indómito perfilado por quebradas infinitas, cañones profundos, laderas imposibles y pastos a más de 4000 metros de altura. Y lo conquistaron. No fue una labor sencilla. La tarea les llevó varios siglos, pero el resultado fue la transformación de un paraje agreste de climas extremos en un paisaje amable en el que las plantas, los animales, la tierra e incluso el agua fuero puestos al servicio de la comunidad.

El engranaje perfecto de este sistema en el que el ser humano y la naturaleza coexisten en perfecta armonía perdura en la actualidad; y posiciona este enclave cultural y natural como un lugar próspero y productivo en el que las comunidades que lo habitan todavía conviven en simbiosis con las montañas que les protegen, gracias al esfuerzo de sus pobladores, que se manejan con destreza las mismas tecnologías tradicionales que permitieron a sus antepasados dominar el territorio.

En el Valle del Sondondo los campesinos aún utilizan parte de los numerosos corrales en los que los pobladores prehispánicos llegaron a domesticar los miles de camélidos de los que obtenían alimento, lana y transporte. Lo mismo sucede con sus 5600 hectáreas de andenes construidos mayormente por los wari y perfeccionados por los Incas. Muchos de ellos aún son regados por los complejos canales y acequias que posibilitaron muchos años atrás lo que entonces parecía imposible, la ampliación de la frontera agrícola. Y de sus tierras nacen el maíz la papa, la oca, el olluco, la quinua, la cañihua, la mashua y los frutales.

Caminar por sus cerros es hacerlo por un paisaje vivo que recuerda cada momento la transformación que aún está envuelto el Valle. Sus suelos descubren al atónico viajero las enormes maquetas talladas en piedra con las que los hombres andinos planificaron la transformación del paisaje agrícola que hoy perfila Sondondo. Sus cielos son surcados por decenas de cóndores que convierten la zona en el habitar de la población mas grande de esta especie casi amenazada a nivel mundial. Y sus fuentes de agua son bendecidas por los mágicos movimientos de los Danzantes de Tijeras, poderosos mediadores entre los apus y el hombre. ■


Un texto elaborado por Fábrica de Ideas, con fotografías de Enrique Castro-Mendívil, forma parte del proyecto Paisaje Cultural de la Humanidad Valle del Sondondo, producido por el PRODERN y la Cooperación Belga en colaboración con el Ministerio del Ambiente y el Ministerio de Cultura.

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Redaccion Apacheta

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