La búsqueda del Edén en la tierra del cobre (II)

Los resultados alcanzados hasta la fecha son más que satisfactorios. Con el fin de recuperar las praderas se han establecido zonas intangibles y se multa a los comuneros por cada cabeza de ganado que transgreda la norma. Las familias han reducido el número de equinos a su mínima expresión y se han centrado en el cuidado de sus reses. Se practica la rotación de tierras (layme) y asociación de cultivos en sistemas de papas sembradas con fertilizantes naturales, que ya han permitido la recuperación de 40 variedades nativas. Y la técnica reduce la erosión y la exposición del suelo a las lluvias y el viento, por lo que se garantiza un manejo mucho más sostenible.

La protección de los manantes también está garantizada. Los eucaliptos que crecen junto a los ojos de agua están siendo sustituidos por alisos, chachacomos y saúcos que conservan los terrenos y mantienen los caudales de agua. Y en apenas dos meses la comunidad pondrá en marcha su plan para reforestar las partes más altas del Tintayparo con miles de plantones de pinos que aguardan pacientes en el vivero tecnificado temporal de Acpitán. Estos contribuirán a captar el agua de las lluvias y filtrarla al subsuelo para que abastezca las qochas y los puquios. El comité de riego y la Junta de Administración de Servicios de Saneamiento (JASS), por su parte, se encargarán posteriormente de distribuir de forma equitativa el recurso hídrico según su uso.

El agua. Ese es el mayor logro de Acpitán. Llega a todos los rincones de la comunidad, incluso al “Jardín del Edén”, la parcela agroecológica de 18 mil metros cuadrados de Griselda Letona, situada en una loma en la parte baja cuya pendiente recién se pudo salvar hace un año, gracias a una obra de ingeniería un poco más sofisticada, que implicó el entubado subterráneo del agua proveniente del canal general que abastece al resto de las chacras de la localidad.

“El momento en el que mi esposo Urbano abrió por primera vez la llave, fue una fiesta, un momento único que nunca podré olvidar. Hemos sufrido durante años la falta de agua, incluso cuando el resto de la comunidad contaba con ella; pero ahora ya podemos sembrar en todo nuestro terreno. Incluso en las partes más altas”, sostiene Griselda, mientras limpia a Mamaccocha, la mujer de barro que, sobre el caño en cuestión, cuida el pequeño reservorio recubierto con una geo membrana que abastece al “supermercado natural”, como a Griselda le gusta llamar a su chacra.

La comparación no es exagerada. En este particular paraíso andino hay de todo. Una vivienda saludable de dos pisos con su cocina mejorada. Dos galpones en los que corretean más de cien cuyes. Un corral de gallinas. Vacas, ovejas y varias colmenas con abejas que producen una rica miel. Una casa del horno en la que se amasa el pan, se cocinan bizcochos y se asan lechones. Una compostera para hacer abono natural.

Y una zona recreativa con columpios y un trampolín de paja artesanal que hace las delicias de Josué y Noé (8 años), los dos gemelos menores de la familia.

La chacra merece una mención aparte. En ella se cultivan de forma rotativa maíz (para cancha y para mote), frejoles (negro, amarillo, rojo, blanco y canario), quinua (blanca, amarilla y rosada), habas, arvejas, papas nativas, trigo, tarwi, kiwicha, cebada, lentejas, cebollas, culantro, perejil, coles, lechugas, linaza y multitud de hierbas aromáticas. También grandes cantidades de forraje para los animales, entre las que se cría una perdiz silvestre ya domesticada. Crecen árboles frutales como durazneros y manzanos. Y flores, muchas flores.

“Son para alabar a Dios, para agradecerle por todo lo que tenemos”, explica Griselda. Las filas de claveles, sin embargo, guardan un secreto. Bajo ellas pasan los tubos que forman parte del sistema de aspersión que riega todo lo sembrado. La agricultora sabe que por ahí no puede picar la tierra. “¡Sería un terrible desastre!”, advierte entre risas esta mujer que sueña con convertir su finca en una hacienda que se integre en la red de turismo rural comunitario. Griselín y Ruth (14 años), sus dos gemelas mayores, la ayudan con ese objetivo en sus tiempos libres, mientras que Anderson (19 años), su primogénito, estudia turismo en Cusco, en la Universidad Nacional de San Antonio Abad.


Todos en Acpitán aspiran al “Jardín del Edén”. La parcela integral es la referencia del desarrollo agrícola por el que trabaja la comunidad. La mayoría de las chacras, sin embargo, aún son pequeñas para poder cultivar con tanta diversidad como Griselda. Están trabajando en ello. Ya han empezado a rotar los cultivos y este año esperan, por primera vez, tener dos cosechas. La agricultura no es solo un modo de subsistencia en la comunidad. Es una pasión. La salida a la pobreza más dura, pero también más sostenible.

“Sabemos que nuestro suelo está lleno de mineral, dicen que hay mucho cobre bajo nuestros pies, pero no queremos quedarnos sin nuestras chacras”, afirma Fran mientras forma a su equipo. “Eso no significa que estemos en contra de las empresas extractivas. Podemos convivir con ellas. Pero para ello es imprescindible que respeten nuestra agua”. El coordinador de las rondas campesinas anuncia entonces que la comunidad, en asamblea, ha permitido a “Porvenir” comenzar una etapa de estudio que abarque toda su concesión, menos Ccomerccocha. “No tienen permiso para acercarse a nuestra laguna”, reitera.

Las palabras de Fran recogen el sentir de toda la población. Acpitán tiene las ideas claras. Apuesta por su futuro orgánico y para ello tiene que evitar los químicos y la contaminación. Solo así podrá vender sus truchas al proyecto Las Bambas (su próximo objetivo) y sus papas nativas a la ya no tan lejana Lima (Mistura es su máxima ilusión). Solo así tendrá recursos para construir la pequeña central hidroeléctrica que les dará autonomía energética (su proyecto más ambicioso).

Solo así alcanzará su particular paraíso y podrá vivir de la agricultura ecológica y el turismo sostenible. “En Acpitán no queremos ni el oro ni el cobre”, resumen Fran. “Solo queremos que nuestra tierra esté fuerte y nuestros productos alimenten de forma saludable a todo el Perú”. ■


Texto escrito por Carolina Martín –con fotografías de Omar Lucas– que forma parte del libro Lecciones de la Tierra. Fue publicada por el MINAM y la COSUDE en agosto del 2015.

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Redaccion Apacheta

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