La enfermera de los árboles

Durante mucho tiempo Rocío Zevallos, de 21 años, fue testigo muda de cómo el río que da nombre a Chalhuanca, su pueblo, se transformó en un gran basurero. Sucedió de forma lenta pero implacable. Todo el mundo, especialmente los restaurantes de la zona, arrojaba a su cauce cualquier tipo de residuo, como si este, al desaparecer de su vista, fuera a hacerlo de la tierra. Y fue así que sus orillas se llenaron de bolsas de plástico, botellas, platos de tecnopor y otros envases descartables. Sus aguas comenzaron a tener menos peces y los niños buscaron otro lugar donde jugar.

El desastre ecológico estaba a la vista de todos, pero nadie parecía querer verlo. Hasta que los alumnos de dos colegios y dos institutos de la zona, organizados por el Centro de Monitoreo y Manejo Ambiental (CEMMA) de Chalhuanca, presidido por esta joven de 21 años desde su creación en 2010, unieron sus esfuerzos y con el apoyo de la Municipalidad y de todos los vecinos efectuaron una gran limpieza del tramo de río que atraviesa la población. Su labor no solo puso de manifiesto la ingente cantidad de desechos, también dio lugar a una ordenanza municipal que ya multa a todo aquel que arroje basura a este afluente del río Apurímac.

Es una batalla vencida, la más importante de esta asociación hasta la fecha, pero los jóvenes que integran el CEMMA saben que aún hay mucha guerra que pelear. Lo hacen de forma pacífica, a través de una educación ecológica “que apenas existe”, denuncia esta estudiante de Ingeniería Ambiental de la Universidad Tecnológica de los Andes (UTEA), con sede en Abancay, que optó por esta carrera y no por enfermería –su segunda opción– para formarse en algo que siempre había visto en su familia: el profundo respeto a la naturaleza. “Y es mucho el desconocimiento, la gente realmente no sabe todo el daño que le está haciendo al ambiente”, precisa con gesto preocupado.

Su deseo es revertir esa situación y capacitar no solo a los más jóvenes, sino a toda la población. De momento trabaja por todos los frentes posibles para alcanzar su objetivo. El CEMMA ya ha impartido charlas a alumnos de Educación Primaria sobre las 3R – Reducir, Reutilizar y Reciclar – así como les ha enseñado a hacer manualidades con envases descartables. También son varias las actividades de sensibilización que han organizado, coincidiendo con las fechas más significativas del Calendario Ambiental, como el apagón masivo durante “La Hora del Planeta” o la Jornada en Bicicleta por el Día del Medio Ambiente.

Su siguiente meta tiene como contexto la celebración del Señor de las Ánimas, celebrada los días 31 de julio y 1 y 2 de agosto; pero se refiere a una actividad concreta, conocida como Llantakuscca, que tiene lugar semanas antes. “Una jornada en donde la tala, sobre todo de molle, se hace de forma absolutamente indiscriminada. Porque ahora se corta la madera incluso con motosierra, sin ningún tipo de previsión. Y antes no era así. Por eso nos hemos propuesto trabajar este tema. Queremos que ese acopio de troncos que se usan como combustible para cocinar en las fiestas se haga de una forma más controlada, por el bien de nuestros árboles. El respeto a nuestras costumbres no puede ser una excusa para destruir un medio ambiente de cuya buena salud, además, dependemos todos. La tradición y el respeto a la naturaleza no son incompatibles”, concluye Rocío. ■


Un texto escrito por Carolina Martín, con fotografías de Omar Lucas, que forma parte del libro Geo Juvenil Apurímac. Fue publicado por el MINAM en el año 2015.

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Redaccion Apacheta

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