El resurgir de una comunidad indígena tras la pandemia (II)

Kakataibo en español significa algo así como el lugar de “los verdaderos hombres”. Aunque en la historia reciente de la comunidad, las mujeres han sido más que protagonistas. La determinación de las madres de Yamino es aleccionador. Muchas de ellas, además de ocuparse de las tareas del hogar, se dedican a la artesanía, un oficio heredado de generaciones pasadas. Mariela, aparte de participar del emprendimiento de turismo vivencial, es la presidenta de la asociación de madres artesanas “Kari Isa Xanu” (“Mujer bonita y fuerte”), la cual también ha recibido apoyo de la Alianza por la Amazonía.

Mariela tiene 24 años, una hija y un hijo pequeños y, según cuenta, aceptó ser presidenta con la condición de que las socias mayores la ayudaran y aconsejaran. Gracias a las capacitaciones del proyecto, esta asociación creó un grupo de ahorro, aprendió nuevas técnicas de costura, visitó ferias artesanales desarrolladas en Ucayali y muy pronto contará con un catálogo digital con sus productos. Este proceso de formación de las mujeres no solo las ha empoderado, sino que les ha permitido pensar en un futuro de grandes retos.

“A mí me gustaría algún día tener mi propia marca, con mis diseños y creaciones. Que mis hijos vean algo mío, algo propio, es mi gran meta”, cuenta Diana Odicio Angulo, otra mujer artesana. Ella viste un traje típico kakataibo, tiene 30 años, cuatro hijos y cree que si no fuera por la pandemia, las artesanías de Yamino tendrían un mejor mercado. A pesar de ello, confiesa que el catálogo que está haciendo la asociación con ayuda de la Alianza por la Amazonía será una gran herramienta para llegar a clientes no solo de Pucallpa, sino también de Lima.

Zenaida Pérez Odicio, Bertha Odicio Germán y Diana Odicio Angulo son asesoradas por Lucymar Valderde, promotora del componente de recuperación económica.

El Parque Nacional Cordillera Azul recorre cuatro regiones del Perú: San Martín, Loreto, Ucayali y Huánuco. Creado en el 2001, es un área natural protegida que cuenta con una larga lista de flora y fauna únicas en el mundo, y en donde se pueden encontrar hábitats tan diversos como los pantanos de altura, los bosques esponjosos o los bosquecillos enanos. El bosque de Yamino está ubicado en la zona de amortiguamiento y representa una de las puertas de entrada a la Cordillera Azul desde la región Ucayali. A partir de un acuerdo firmado con el Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado (Sernanp) y el Centro de Conservación, Investigación y Manejo de Áreas Naturales (CIMA-Cordillera Azul), la comunidad es la encargada de vigilar, cuidar y monitorear más de 30 mil hectáreas de bosque.

Esa conexión con su entorno no solo se observa en la vida diaria —el bosque es la “farmacia”, el “mercado”, la “ferretería” de los kakataibo—, sino también en el espíritu emprendedor que hoy existe en Yamino. Las madres artesanas usan plantas, frutos, semillas y cortezas como materiales para confeccionar desde bolsos y telares hasta bisutería variada. En todos estos productos se muestra el universo kakataibo a través de diseños de colas y escamas de peces, trochas zigzagueantes, flores, cerros, piel de víboras y puntas de flechas. “Nuestros tintes los hacemos con las cortezas de los árboles. No hay como el color que se obtiene de ellos”, cuenta, orgullosa, Bertha Odicio Germán, la mujer de mayor edad de la asociación de artesanas. La iniciativa de turismo vivencial, de igual forma, incluye el cuidado especial de cinco mil hectáreas de bosque para que los visitantes recorran una ruta de árboles de tornillo y puedan tener contacto con la selva Amazónica a los pies de la Cordillera Azul.

La puesta en marcha de la Alianza por la Amazonía frente al Covid-19, como lo dice su nombre, tenía un foco coyuntural de salud debido a la pandemia, pero también un factor innovador: ningún otro programa en ese momento se dirigía a comunidades indígenas —considerando sus costumbres, la conexión con su entorno, su cosmovisión y problemáticas propias—, hecho que lo convertía en un proyecto pionero en el Perú. “La experiencia en Yamino es muy interesante porque los kakataibo buscan preservar su cultura, y saben que el turismo vivencial y la artesanía son oportunidades para lograrlo”, afirma Lucymar Valverde, la promotora del componente de recuperación económica de la Alianza en Ucayali.

Lucymar tiene 31 años, nació en Huánuco y luego de acabar el colegio estudió Turismo. Toda su carrera ha estado vinculada a temas sociales en comunidades. Para ella, este trabajo ha representado un gran reto, pues cada lugar tiene su propia idiosincrasia. Sin embargo, siempre hay una característica que se repite. “No importa el pueblo que sea, si las personas sienten que están conociendo cosas nuevas, las barreras desaparecen. Hoy las mujeres kakataibo se sienten fuertes y con conocimientos. Incluso para dar sus propias opiniones frente a los hombres, algo que antes no ocurría”, cuenta Lucymar.


Es jueves, mediodía, y los hombres continúan con los preparativos para su aniversario. Hoy les toca armar cuatro grandes toldos en el campo central de la comunidad. Un grupo de niños que ya salió de la escuela juega con una pelota al lado de los adultos. Mientras corren alrededor de un improvisado arco de fútbol, fantasean con ser los jugadores de la selección peruana. Gritan sus apellidos —Cueva, Farfán, Carrillo—, los cuales mezclan con frases en kakataibo.

Cuando se recorre esta comunidad nativa situada al lado del río Shambo, uno se cruza con niños que van a la escuela I.E 65220-B, una institución de un solo piso, con diez aulas y un salón de cómputo. En sus clases se respeta la cultura kakataibo, por ello las reciben en su lengua y se conversa sobre sus costumbres. Sus padres se esfuerzan por transmitirles sus tradiciones, pero además un legado.

“Nuestra cultura debe permanecer en las siguientes generaciones, así como hicieron nuestros padres con nosotros. Y si a nuestras tradiciones les sumamos enseñanzas actuales como las que hemos recibido de la Alianza por la Amazonía, los niños tendrán un mejor futuro”, cuenta Zenaida Pérez Odicio, una hermana más de Belmira y Mariela, y miembro de la asociación de madres artesanas.

En Yamino todos son familiares, ya sea primos o hermanos, y los apellidos más frecuentes son Odicio, Germán, Estrella, Panduro, Pineda, Pérez. “Este proyecto de CEDRO y USAID nos ha ayudado mucho y creo que nos ha unido más”, afirma Melvin Estrella, siempre con una voz entusiasta. Desde adolescente, Melvin participa en organizaciones juveniles y en algún momento fue parte del Comando Matico, aquel colectivo que se extendió entre las regiones de Ucayali, Huánuco y Loreto para combatir la pandemia usando plantas medicinales tradicionales antes de que se inventara la vacuna contra el Covid-19. Desde sus antepasados, diversos pueblos indígenas han usado el matico para aliviar enfermedades respiratorias, debido a sus propiedades antiinflamatorias y su capacidad para reducir la tos.

Melvin es un buen ejemplo de cómo la Alianza ha buscado que la población participe y sea parte de las acciones en beneficio de su comunidad: durante una de las campañas de salud promovidas el año pasado, él pintó un mural con iconografía de la selva y la cosmovisión kakataibo para incentivar a los adultos a vacunarse sin temor a nada. Hoy ese mural está en la puerta principal de Yamino. “Los kakataibo somos hijos del bosque. Y ahora toca aprovechar nuestros saberes ancestrales, pero sin darle la espalda a la ciencia actual”, afirma Melvin.

Cada vez faltan menos horas para el aniversario. Cae la tarde y parece que nuevamente va a llover, sin embargo nadie deja sus labores cerca a la maloca central. “Creo que estamos viviendo una nueva era en Yamino”, cuenta Fernando Estrella Acuxamu, primer apu de la comunidad cuando esta se estableció oficialmente hace dieciocho años.

“Estamos seguros de que tenemos mucho para mostrar al mundo”. En Yamino, precisamente, no faltan las ideas para atraer visitantes, menos las energías para realizarlas. “Nos gustaría hacer bungalows más grandes, que sean para familias enteras. Construir un mirador de 25 metros para observar el bosque. Ofrecer deportes de aventura. Levantar un tobogán a un extremo de la comunidad”, dice Belmira Pérez Odicio, emocionada. Muchas de estas ideas nacieron a partir de una pasantía que, gracias a CIMA, tuvieron las mujeres en Tambopata, Madre de Dios, en donde pudieron conocer otras experiencias de turismo vivencial.

“Fue como abrirnos la mente. Regresamos con muchas ganas y proyectos”, cuenta Mariella. “Ese viaje también fue importante para darnos cuenta de que no podemos descuidar nuestra cultura. Porque mientras más moderno se va volviendo el hotel, se van dejando de lado las tradiciones de las comunidades, y eso no puede pasar acá”.

No se equivoca: hoy Yamino es cultura viva para el mundo. ■


Texto escrito por Walter Li –con fotografías de Enrique Castro-Mendívil– que forma parte de la publicación Alianza por la Amazonía frente al Covid-19. Fue publicada por CEDRO y USAID en el 2022.

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Redaccion Apacheta

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