El resurgir de una comunidad indígena tras la pandemia (I)

Esta no es una tarde cualquiera en la comunidad nativa de Yamino, ubicada al margen del río Shambo, en la provincia de Padre Abad, región Ucayali. Es miércoles, y en solo dos días empezarán las celebraciones por el aniversario número dieciocho de su creación. Una fiesta que durará de viernes a domingo, y en donde se podrá disfrutar de ferias artesanales, shows de danzas típicas, paseos de antorchas, presentaciones alrededor de fogatas, y de actividades deportivas como partidos de fútbol de hombres y mujeres y competencias de tiro al blanco con arco. Serán setenta y dos horas de festejos que tendrán su momento cumbre con la coronación de la Miss Yamino.

“Después de dos años de pandemia, por fin volveremos a celebrar todos juntos”, cuenta Melvin Estrella Bardales, de 32 años, mientras pinta una de las columnas de la maloca central de la comunidad. Al igual que él, otros hombres y mujeres arreglan diversos espacios para los tres días de celebración. “Los kakataibo somos muy alegres y entusiastas. Por eso este aniversario será diferente”, dice Melvin, con los ojos bien abiertos y las frases rápidas.

Yamino es parte de la comunidad kakataibo del Perú, etnia originaria de la Amazonía que habita entre las regiones de Ucayali y Huánuco. Un pueblo cuya cultura continúa tan viva y fuerte como el calor intenso que hace casi todo el año en esta zona central de la selva del país. Aquí, en esta comunidad de unas sesenta familias y que se encuentra a poco menos de una hora de la ciudad de Aguaytía, las principales áreas comunales llevan carteles en kakataibo —Anuax Roheti Xubu (puesto de salud), Anuxun Piti Maruke (restaurante), Kamaxbi Anu Timeti (local comunal), Anuxun Kuene Ati (local artesanal)—, la iconografía amazónica está presente en paredes, murales y prendas de vestir, y grandes y chicos decoran sus calles mientras lanzan bromas y se comunican en su lengua originaria. Un ambiente de algarabía totalmente opuesto al que se vivía hace dos años atrás, cuando el mundo cambió.

“Aquí todos, en algún momento, terminamos enfermándonos del Covid-19. A mí, incluso, me dejó secuelas en los pulmones, pero pude recuperarme”, cuenta Belmira Pérez Odicio, quien junto a otras mujeres kakataibo impulsa un emprendimiento de turismo vivencial en Yamino: son cuatro bungalows —espaciosos, cómodos, de estilo amazónico, construidos de madera y con techos de hojas de shebon— que se ubican a un lado del bosque.

Cuando a mediados del 2020 se decretó el estado de emergencia y la cuarentena obligatoria en todo el Perú, en Yamino aún no había enfermos por coronavirus. Los primeros casos aparecieron casi un mes después. Esto hizo que se tomara la decisión de no dejar pasar a ningún foráneo a la comunidad, a tal punto que se instaló una gran puerta metálica en el ingreso principal y Yamino se autoconfinó. En ese momento, la cifra de muertos a causa del Covid-19 seguía aumentando a una velocidad alarmante, y la economía del país parecía un enfermo en cuidados intensivos. En plena crisis de salud pública, llegó hasta Yamino también el proyecto Alianza por la Amazonía frente al Covid-19. Y muchas cosas empezaron a cambiar.

Iniciativa de CEDRO y USAID, la Alianza por la Amazonía, además de realizar campañas de sensibilización y prevención del coronavirus, incidía en dos aspectos muy importantes: considerando la crisis económica que se vivía, promovía iniciativas de negocio y brindaba capacitaciones en educación financiera; así como desarrollaba campañas de consejería y contención emocional para los kakataibo. “Nosotros ya estábamos acostumbrados a trabajar con otros proyectos sociales, pero esto era algo diferente.

Sucedía en plena pandemia, cuando había muchas inseguridades y el futuro daba miedo. Nos hablaban acerca del virus, pero también de la salud mental, del estrés. Y sobre cómo hacer mejores negocios”, cuenta Belmira, mientras ordena uno de los bungalows desde donde se puede observar una parte del Parque Nacional Cordillera Azul.

Belmira tiene 33 años y dos hijas. Ella recuerda que una de las cosas que más la marcó de la Alianza por la Amazonía fue una capacitación en donde le hablaron sobre el ahorro. “No solo nos explicaban por qué teníamos que hacerlo, sino cómo. No importaba la cantidad. Parece mentira, pero fue como mostrarme un mundo nuevo”, confiesa.

Vanesa Estrella Angulo y Belmira Pérez Odicio son dos de las entusiastas madres de familia de la asociación de turismo vivencial “Un Nuku Ax Anu Uxti”.

Luego de los primeros meses de pandemia, el mundo entero entró en la cuenta de que la vida continuaba. Si bien con medidas sanitarias imprescindibles, y bajo una nueva normalidad, el planeta debía salir de la crisis económica y social. En ese sentido, la Alianza por la Amazonía buscaba ser un aliado de los kakataibo.

Para ello diseñó una “ruta” de recuperación económica: primero brindó educación financiera, luego identificó emprendimientos y los asesoró para potenciar sus modelos de negocio. Los mejores fueron apoyados económicamente con equipos, materiales, insumos y asistencias técnicas para el fortalecimiento del emprendimiento.

El albergue ecológico kakataibo —el cual forma parte de la asociación “Un Nuku Ax Anu Uxti”, que significa “Donde se llega a descansar”— fue una de las experiencias seleccionadas. En los últimos seis meses, el alojamiento ha recibido desde estudiantes universitarios de carreras forestales hasta turistas europeos. Los primeros llegaron en plan de estudios, los segundos atraídos por vivir su propia aventura amazónica. Si bien aún se siguen afinando detalles para brindar un servicio acorde con los nuevos tiempos, todos en Yamino creen que este es un emprendimiento que podría marcar un antes y un después para la comunidad.

“Por la pandemia nunca pudimos inaugurar oficialmente los bungalows, algo que íbamos a hacer en abril del 2020. Pero por algo habrá sido. Ahora la Alianza por la Amazonía nos ha ayudado a organizarnos y sabemos más cosas. Queremos que los turistas vivan nuestra cultura”, confiesa Belmira, y luego mira al cielo y sonríe: “Parece que va a llover. No hay nada mejor que la lluvia de selva. ¡Te imaginas a un gringo tomándose un duchazo caído del cielo!”.


Hasta hace unos años, la invasión de colonos, la tala ilegal y el narcotráfico eran parte de la escenografía natural en las tierras de los kakataibo. Si bien con el tiempo los dos primeros problemas han ido disminuyendo, el tercero —la producción de hoja de coca— continúa latente en algunos sectores de la provincia de Padre Abad. La pandemia eclipsó la economía de muchas familias, y por eso la importancia de un proyecto como este, que busca brindar opciones de vida lícita a las poblaciones indígenas.

“Uno de los primeros retos fue lograr entablar una relación de confianza con las familias. No solo porque la comunidad no dejaba ingresar a ninguna persona externa por miedo a los contagios, sino porque esta tiene su propia cultura y costumbres. Además, era un momento de mucha tensión entre las personas debido a la pandemia”, dice Deysi Quintero, comunicadora zonal del componente de comunicación para el cambio de comportamiento de la Alianza por la Amazonía en Ucayali. Todo esto lo cuenta parada a un extremo del local de salud de Yamino, en donde se pueden observar dos grandes afiches del proyecto que hablan de la depresión y de la importancia de expresar las emociones. En ambos aparecen números de contacto para recibir consejería.

Deysi es venezolana y llegó al Perú hace cinco años. En su país siempre trabajó como comunicadora. Además de formar parte del equipo del proyecto en Yamino, conduce un programa de televisión que trata temas sociales en el canal 41 de Aguaytía. “Si bien todos en Yamino hablan español, el solo hecho de no conocer su lengua marcaba muchas veces una distancia”, recuerda. Pero esas primeras barreras fueron desapareciendo con el correr de las semanas. Los kakataibo, sobre todo las mujeres, se interesaban por las actividades que se organizaban. Más allá de la coyuntura de la pandemia, se trataban temas que les servirían para toda la vida.

“Nos enseñaron desde estrategias de venta y atención al cliente, hasta la necesidad de usar redes sociales. Eran cosas nuevas y que nos iban a ayudar para nuestro negocio de los bungalows una vez que se reestableciera el turismo”, recuerda Mariela Pérez Odicio, hermana de Belmira. Y luego es complementada muy bien por Vanesa Estrella Angulo: “Todo lo que hemos aprendido es importante porque nos puede servir para negocios que queramos hacer después por nuestra cuenta”. ■


Texto escrito por Fábrica de Ideas –con fotografías de Enrique Castro-Mendívil– que forma parte de la publicación Alianza por la Amazonía frente al Covid-19. Fue publicada por CEDRO y USAID en el 2022.

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Redaccion Apacheta

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