Agua que nace en las alturas

Era una noche oscura en Yauyos cuando a Jacinto Jiménez se le aparecieron sombras negras con rifles. Eran cuatro hombres. Jacinto —un guardaparques de 46 años que cuida la Reserva Paisajística Nor Yauyos Cochas— sabía que debía ahuyentar a esos cazadores de vicuñas que estaban por emprender una búsqueda hacía las alturas. Sin titubear, se paró frente a las sombras para que se marcharan. Su única arma era su radio, con la que ya había alertado a la policía. Los hombres le gritaron, mostraron sus rifles, se le acercaron para intimidarlo. Jacinto no se movió y siguió ordenándoles que se vayan. Los minutos pasaban y la tensión crecía. Sin embargo, los cazadores, ofuscados, terminaron bajando sus armas, subieron a su camioneta y se marcharon.

—Me motiva que las personas entiendan que hay que conservar la naturaleza —dice Jacinto Jiménez dos años después, en una noche de lluvia en Yauyos, junto a su primo Miguel Lázaro Jiménez.

Ambos dejaron una vida tranquila en Tanta, un distrito de Yauyos, para ser guardaparques. Formada en 2001, esta Reserva —que abarca distritos de Lima y Junín— tiene fines de conservación, pero no es restrictiva, debido a que permite actividades económicas en la zona. Esto se da porque las comunidades son las que lideran las decisiones. Por esto, el trabajo del Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado (Sernanp) es convencerlas de que el cuidado de la naturaleza es esencial e imprescindible.

La creación del Patronato ha dado lugar a que trabajen en conjunto especialistas de universidades, comuneros y miembros del Sernanp.

En 2010, la empresa Celepsa inició sus operaciones en la zona con la inauguración de la Central Hidroeléctrica El Platanal, en la cuenca del río Cañete. Fue ese mismo año que decidieron conformar un Patronato. Esto permitía que la empresa privada y el Estado se aliaran para proteger el ecosistema de la zona bajo una consigna que ha calado, poco a poco, en los comuneros: cuidar la flora y la fauna en las alturas permite un mayor aumento de agua que beneficia tanto a zonas altas como a zonas bajas, logrando que se formen ríos a partir de la acumulación de este recurso en lagunas, pastos y bofedales, en un ciclo muy preciso. Celepsa, en ese sentido, se comprometía a brindar el aporte económico para estos proyectos de cuidado.

Lo que se busca es el funcionamiento efectivo del ciclo del agua en esta zona: para la empresa Celepsa, proteger el ecosistema genera mayores caudales de agua, lo que beneficia directamente su actividad comercial. Para el Sernanp significa cumplir con un objetivo en el que viene trabajando desde hace años. Y para los comuneros, es ver resultados reales del impacto de los buenos manejos en sus tierras. El Patronato financia proyectos que benefician el cuidado del ecosistema, fomentan la asesoría de especialistas y permiten capacitaciones para los guardaparques y los comuneros.

Gracias al Patronato, la fauna y la flora de la Reserva es monitoreada constantemente.

Como guardaparques, los primos Jiménez no tienen horario. Son 22 días en los que su única preocupación es la naturaleza. El resto del mes regresan a casa y se encuentran con su familia. Durante estos años han tenido que intervenir a mineros ilegales, aguantar los golpes de pescadores que usaban redes no permitidas y enfrentarse a cazadores furtivos. Hoy están a cargo de distintas zonas de la Reserva, la que recorren patrullando en moto. Son 60 000 hectáreas las que cada uno cuida. Conocen tan bien el terreno, que en 2010, fueron los guías que encontraron a un grupo perdido de turistas en la zona. En las noches, cuando su linterna ilumina las copas de los árboles, ellos no le temen a los animales ni a la naturaleza. Su miedo es por las personas.

—Mejor es encontrarnos con pumas —dicen ambos, y se ríen.

El día que Jacinto Jiménez se plantó frente a esos cazadores, sabía que estaba protegiendo el objetivo de la Reserva y del Patronato, que al salvar a las vicuñas, salvaguardaba el funcionamiento adecuado de un ecosistema sensible de lagunas y ríos que recorren parte de Junín y de Lima. Desde que comenzaron las labores del Patronato, la fauna y la flora de la Reserva es monitoreada constantemente. Perder una vicuña quizá no sería un número importante dentro de la estadística de conservación. Pero es más que eso. Cuando Jacinto Jiménez se enfrentó a los cazadores era consciente de que estaba protegiendo el agua.


En la comunidad de Huancaya, reconocida como el corazón de la Reserva, se desarrolla una reunión en el segundo piso del local comunal. Afuera, las trompetas de una banda local se preparan para el aniversario número cien de este distrito. Adentro, un grupo de especialistas de una universidad de Lima exponen a los líderes comunales cómo afrontar juntos un problema mayor: la disminución de agua en la zona. Diapositiva tras diapositiva, los especialistas describen y cuentan cómo algunas zonas, que al ser reforestadas, se enfrentaron mejor a las sequías. Félix Lara, el presidente de la comunidad, aplaude tras la exposición.

Hugo Fernández es presidente del comité de manejo de vicuña y uno de los principales impulsores de estos proyectos ecosostenibles.

—Es justo lo que estamos buscando —dice Lara, mirando a los guardaparques del Sernanp, a los representantes del Patronato, a los profesores y a los alumnos. La reunión ha sido organizada como parte de las actividades que buscan beneficiar a la comunidad. El Patronato actúa como una entidad que trabaja desde atrás, creando lazos.

Al día siguiente, al amanecer, los alumnos de la universidad y los comuneros preparan el pago al Apu. Van a delimitar la zona que ayer decidieron reforestar. El vino y la coca, envueltos en una manta de colores, están presentes para homenajear al nevado. El objetivo es recuperar un área de bofedales —con riachuelos en donde nadan pequeños pececitos llamados chalwas— perdido por el pastoreo de vacas.

—Aquí todo volverá a crecer —dice, optimista, Félix Lara mirando el nevado desde donde nace el agua.

En Yauyos, el agua que se empoza en las alturas desciende a las partes bajas formando ríos.

Hace un mes y medio, en la casa de Esteban Dionisio, se pusieron tristes porque habían matado a una de sus vicuñas. A más de 4 000 msnm, en la comunidad de Tomas, en Yauyos, Esteban no es solo el encargado de vigilar a las vicuñas, también es su vecino. Fue su esposa quien le avisó esa mañana que un zorro había entrado al cerco.

—Fue una pérdida para la comunidad —cuenta Esteban, en la oficina de la unidad de producción de alpacas de la comunidad Tomas.

Aquí los comuneros, gracias a la asesoría del Patronato, han logrado formar un cerco para que sus más de 30 vicuñas puedan ser criadas bajo control. El kilo de fibra de vicuña en el mercado cuesta cerca de 400 dólares. Para los 115 comuneros de Tomas, este camélido podría representar una fuente de ingresos que en los próximos años beneficiaría mucho a la comunidad. Con este dinero, por ejemplo, podrían mejorar la carretera. Para el Patronato, este tema es muy importante por su impacto ambiental: el ganado vacuno es un rumiante que arranca el pasto de raíz, dejando un paisaje desierto sin ichus. La vicuña, por el contrario, lo corta. Un detalle biológico que en las alturas significa mayor acumulación de agua gracias a los pastos.

El centro de manejo de vicuñas y alpacas de la comunidad de Tomas está ubicado a más de 4.000 metros sobre el nivel del mar.

Por eso, la labor de Esteban Dionisio, de 60 años, es protegerlas de los zorros. En la comunidad, a partir de las asesorías del Patronato, decidieron invertir en esta actividad. Cercaron un área de 20 hectáreas para que las vicuñas, animales silvestres y asustadizos, hagan su vida normal. Pero a la hora de los chakus (captura de vicuñas), la tarea resulta menos complicada. Además, este año, el Patronato, ha organizado un chaku demostrativo para los comuneros. Ahí se conjuga la teoría de esta técnica milenaria con avances y precisiones modernas.

Esteban Dionisio, el guardián de las vicuñas, adoptó tres perros pastores para que lo ayuden en su trabajo: Blanca, Nerón y Loba. Loba tiene un mes y medio, y fue adoptada tras el último incidente. Ya aprendió a ladrar fuerte cuando ve un zorro. Esteban Dionisio espera que con Loba ya no vuelva a encontrar una vicuña muerta.


Mirando los andenes de Laraos, una comunidad situada en un valle de Yauyos, se puede degustar una pachamanca cocinada por las señoras de la comunidad. No se trata de un restaurante con horario fijo: es necesario coordinar con una de las representantes de turismo de la comunidad con algunos días de anticipación: Ruth Cueva Brañes tiene 64 años y nació en Laraos. Pero vivió 25 años en Cañete, cuando se mudó a la costa cuando se casó. Si regresó a su pueblo natal fue por los constantes robos que vivía en Cañete, donde tenía un negocio de frutas. La inseguridad le hizo regresar hace 20 años. Ahora es una de las cocineras más aclamadas de la zona. Como vivió tantos años cerca de Paracas, conoce las motivaciones que atraen a los turistas. Así que empezó fomentando las artesanías en Laraos. El Patronato la ayudó con capacitaciones. En Semana Santa, en Laraos, reciben cerca de quinientas personas. Durante el año, en los feriados largos, unas sesenta personas.

Las papas que utilizan en la pachamanca son cultivadas en los andenes. El Patronato asesora a las comunidades para que no se pierdan las más de ochenta variedades de papas que posee la zona. Esto como una manera de fomentar la agricultura responsable. Debido a eso, los guardaparques tienen parcelas demostrativas donde ayudan a solventar inquietudes de los comuneros. Tras su regreso a Laraos, Ruth asistió a algunas de estas charlas y hoy prepara sus pachamancas utilizando distintas variedades de papa. Ella fue presidenta de turismo de la comunidad durante varios años.

—No hay peligro de robo de nada. Uno descansa diferente. Es una vida diferente —cuenta, mirando los andenes.

Hugo Fernández y Esteban Dionisio, el guardián de los camélidos, recorren el valle que rodea la comunidad de Tomas.

En los últimos años, el turismo ha crecido en toda la Reserva, a 8 horas de la metrópoli de Lima. El principal atractivo es la comunidad de Huancaya, donde el paisaje más llamativo, antes, era un cementerio. Ubicada al pie del cerro Mullurcún, Huaywa es un conjunto de lagunas por donde pequeñas cataratas bajan. Un espectáculo visual en el que se confluyen todos los colores del agua. Leonidas Salazar observa la imagen apoyado en la baranda desde el mirador. “Antes era un cementerio de la cultura Yauyos. Eran guerreros”, dice señalando un bosque al lado de la laguna. Cuando Leonidas era niño, en Yauyos aún no existía la carretera, se iba con llamas hasta Jauja para conseguir abarrotes mediante trueques. Hoy Leonidas Salazar es fiscal de la comunidad y se dedica a supervisar que se cumplan los trabajos que van a beneficiar el agua en los años que vienen. Leonidas, además, está construyendo un hotel para aprovechar el crecimiento del turismo en la Reserva. El Patronato organiza charlas para incentivar el turismo y capacita a los comuneros para que puedan emprender proyectos personales. Esto se basa en una realidad: el turismo, bien manejado, es una actividad que puede atraer a personas dedicadas a la tala o la minería. Esta es una forma segura de convivir con el ecosistema.

“La naturaleza es nuestro principal valor”, dice Leonidas Salazar. Pero no solo está mirando la laguna que al iluminarse por el sol cambia de verde a azul. Sino que ahí, en una colina que da sombra a la laguna, estaba el lugar donde vivía con sus papás antes de que las personas llegaran a Yauyos por turismo. Esa laguna, antes más caudalosa, es para Leonidas un recuerdo de los años previos al calentamiento global y las actividades de los hombres.

“Había más agua. Yo diría que un 50 % más de agua. Y había peces y aves. Pero yo sé que todo eso va a regresar. Yo confío”, dice Leonidas Salazar, señalando un punto específico en el horizonte: ahí, sobre la laguna que hoy todos cuidan, estaba la casa donde vivía de niño. En un tiempo en que todo era tan distinto. “Nosotros, apoyados por el Patronato, haremos que todo eso regrese”.


Crónica escrita por Carlos Portugal, con fotografías de Enrique Cúneo. Fue publicada por la iniciativa Biodiversidad y Empresa, del MINAM, en diciembre del 2015.

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Redaccion Apacheta

2 comentarios

  1. Hola Buenos días,
    Maravilloso que salga este artículo. Huancaya, no pensé que también este hermoso lugar estaría en peligro de los hombres sin corazón.
    Huancaya inspiración de mi cuento aún sin editar.
    Podría colaborar con ustedes con mi arte y ayudar con los fondos a proteger este lugar.
    Quedo humildemente a su disposición.
    Saludos cordiales!
    Karina Sabrina Bendezú

    • Hola Karina, muchas gracias por tu comentario y por canalizar tu arte y sensibilidad a través de un cuento que se desarrolla en este paraíso natural. Apacheta es un espacio de comunicación y periodismo enfocado en temas ambientales que impulsa la acción climática desde nuestro conocimiento particular. Publicamos semanalmente crónicas que han aparecido en publicaciones previas hechas por encargo de organismos e instituciones diversas. Esta historia, apoyada por el Minam, tiene como protagonista a Celepsa. Esta empresa impulsa la conservación a través del Patronato de la Reserva Paisajística Nor Yauyos Cochas.

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